Capítulo 22

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Cuando empujo la puerta del local una entusiasmada Mihaella me abraza. Es temprano, aún falta media hora para abrir pero tenemos que echar una mano en la cocina para acabar de hacer todo tipo de bollería que sabemos que pedirán los universitarios que vengan aquí a desayunar. El restaurante que dirigían Clarissa y su marido es famoso por hacer unos de los mejoras cafés de la ciudad. Supongo que este es el motivo de que siempre haya mucha gente tanto en la parte de la cafetería como en la del restaurante. 

Una vez que todo está fuera del horno, Miha coloca todo en los escaparates de la barra mientras yo paso un paño por todas las mesas para dejarlo todo a punto.

Tras dar la vuelta al cartel de la puerta la gente empieza a llegar y a acomodarse. No tardo ni un segundo en ponerme a tomar pedidos y a servir mesas. Esta vez me ha tocado la parte de las cristaleras, aunque parezca mentira es la zona que más tarda en llenarse así que me quedo en la barra un rato aún. La puerta se abre y veo a cuatro chicos sentarse en una de las mesas que me tocan atender, por el aspecto diría que están en el tercer año de carrera, me apostaría mi sueldo del mes a que el rubio que lleva la mochila tiene que cargar con las carpetas de los demás, van demasiado ligeros para tener que ir a clase después. Me acerco a dónde están y anoto tres cafés normales y un descafeinado, tres croissants y un par de las galletas especiales de Issa. Vuelvo de nuevo al mostrador y coloco todo en unos platillos que luego pongo en la bandeja mientras hago los cafés. No puedo evitar pensar en que ese chico no encaja con los otros tres, que se están jugando que Clarissa salga de la cocina con su mal humor y los eche a patadas. No soporta que alguien irrumpa en su cafetería para molestar al resto de su clientela. 

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Las horas pasaron rápidas de aquí para allí y al final no hubo ningún problema. El chico de los ojos claros que acompañaba a los tres que nada tenían de parecido con él resultó ser amigo de Mihaella, aunque hasta de lejos se notaba que ahí había algo más de lo que nos estaban contando.

Tan rápida se me pasó la mañana que en menos de lo que esperaba ya estoy en casa perdida otra vez en mis idas y venidas. Me dejo caer sobre el baúl que hay a los pies de mi cama y miro mi reflejo en el espejo que tengo delante. Siento ganas de gritar.

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Vuelvo de nuevo a la cafetería, ya han pasado al menos dos semanas y media desde que discutí con Calum, y la vida ha vuelto a su monotonía anterior, he visto desaparecer ante mis ojos cualquier momento de felicidad posible, tenía a Cal y lo eché todo a perder, en su momento pensé que era lo correcto, pero ahora me arrepiento mucho de haberlo dejado ir. Luke, el chico que me enseñó el piso, vino a darme una visita hace dos días a ver como me estaban yendo las cosas, estuvimos charlando un rato y fue bastante agradable, supongo que es un buen chico.

No voy a negar que he echado de menos dormirme con Calum a mi lado, o al menos saber que le vería al día siguiente. Pero por mucho que quiera, no tengo la oportunidad de tragarme mi orgullo y presentarme en la puerta de su casa diciéndole que la he cagado. Incluso pasé varias noches por el bar de la calle 64 a ver si me lo encontraba allí, pero no hay rastro alguno de él, es como si hubiese desaparecido de la faz de la Tierra. No quiero mentir, apenas lo conozco y me he enganchado a él peor que al tabaco, dejar de fumar fue un juego de niños comparado con lo que siento ahora. 

Arrastro mis pies hasta la cocina, hoy me toca a mí ayudar al jefe, no me quejo pero preferiría estar en mi puesto habitual. La mañana se me hace bastante larga y al llegar a casa me falta tiempo para tirarme en el sofá. 

Cuando estoy a punto de quedarme dormida, un momento de lucidez atraviesa mi mente como un relámpago y me levanto de un salto, arrastro mis pies descalzos hasta mi habitación y revuelvo en todos los cajones hasta que encuentro la tarjeta que Calum me dió el día en que nos conocimos. Le doy varias vueltas entre mis dedos suspirando frustrada. Solo aparecen escritos en ella su nombre, su teléfono, un e-mail y el nombre de la empresa en la que trabaja. La dejo encima de la cama y vuelvo al salón, encojida sobre mi misma y desanimada.

64th Street [c.h.]Where stories live. Discover now