Capítulo 31: traducción/interpretación

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A este paso tendría que conseguir un diccionario bilingüe de italiano. Jamás creí que podría necesitar saber algo más de italiano que la palabra pizza. El otro Robin saludó con la mano y luego partió. ¿Qué tanto sentido había tenido esta escena? Suspiré, era en vano intentar encontrarlo. Me acerqué a Robin sin pensarlo, seguía resultando extraño no ver ninguna diferencia entre él y su versión pasada tan malacostumbrada como estaba a los cambiaformas. Pero... Tampoco quería que cambiara. Ni por dentro, ni por fuera.

Él me alcanzó con una mano y me atrajo lo suficiente para besarme, y me olvidé de cualquier otro maldito detalle excepto del hecho que estábamos solos en su habitación y ahora que el otro él se había ido no debía preocuparme por el deterioro de su salud. Podía acostumbrarme a esto. De hecho, era aterrador el modo en que me estaba volviendo adicta a sus besos, porque no se sentían para nada como ningún otro beso que hubiera tenido con cualquier otro. Él no debería tener este poder sobre mí. Y aún así no podía hacer nada más que ceder, deseando su cercanía en este momento más que cualquier otra cosa. Maldito brujo, él no debería importarme para nada cuando era todo lo contrario.

Retrocedí un paso y él me siguió sin despegar sus labios de los míos, yo tampoco deseaba que lo hiciera. ¿Tendría idea de cuan sincera estaba siendo? Jamás mentiría, no con algo así. Y me asustaba el modo en que disfrutaba de su cercanía, y a la vez la deseaba tanto. Ya no era como si pudiera enmendar este error, no cuando el mismo tiempo se había asegurado de enredarnos de este modo, y si alguna vez algo le sucedía por mi culpa... Alejé enseguida esa idea, porque sabía que jamás me lo perdonaría.

No supe en realidad quién de los dos fue el causante, solo pude disfrutar del peso de su cuerpo sobre el mío una vez que caímos sobre la cama. ¿Qué tan rápido era rápido para un brujo? Y a la vez, era extraño, porque sentía como si pudiera disfrutar eternamente solo de su cercanía. No debería querer esto. Y aún así, no quería dejarlo tampoco. Tenía que disfrutar cuanto pudiese, porque las cosas buenas nunca duraban mucho en mi presencia, y cuando esto finalmente terminase recogería mi orgullo y me iría. Aún había tantos lugares que visitar, tantas personas que conocer, tantos problemas que causar... Pero mientras tanto, podía disfrutar de Robin.

Era extraño cómo lograba que quisiera gritar y a la vez guardar silencio. Maldita sea, el brujo no debía tener idea de lo que me provocaba. Adoraba la sensación de su cuerpo contra el mío, la calidez de su cercanía, el sabor de sus labios. No cedí, y él tampoco, porque no me molestaba para nada respirar el mismo aire o solo sentir con los ojos cerrados. Podría besarlo así por una eternidad y nunca aburrirme. Podría acostumbrarme al hecho que él siempre usara guantes, o lo distintas que eran nuestras culturas y creencias. Podía explicarle cada palabra sin traducción, enseñarle lo que significaban los gestos de un cambiaformas. Y podía tener paciencia para escuchar lo que él tenía que enseñarme.

¿Era esto lo que el magister había visto? Besé suavemente el borde de sus labios, la línea de su mandíbula, mordí su mejilla y me quedé sin respiración cuando él hizo lo mismo. Rápidamente besó la zona como si temiera haberme lastimado, tal como yo había hecho la vez anterior con él. Si tan solo supiera cuánto me estaba controlando o cuánto disfrutaba de aquel picante escozor. No era sobre el dolor, no sentía dolor alguno ante algo así, sino sobre la confianza que implicaba. Cualquiera podía besar y decir que no tenía valor alguno. ¿Pero morder? Aquello era más íntimo, porque no era algo que hacías con un extraño en un asunto de una noche.

Lo alejé apenas lo suficiente para poder mirarlo a los ojos. Si antes había creído que su cabello estaba despeinado, mis manos se habían asegurado de demostrar que podía estarlo más. Lo volví a besar sin perder el tiempo, aún cuando no importaba tal cosa. Se sentía mejor de lo que debería para mi propio bien. Su piel se sentía cálida, aún cuando se tensaba notablemente bajo las caricias de mis manos. Tonto brujo con sus extrañas costumbres. Creí que jamás nos detendríamos de no ser por el ruido de la puerta.

Ni lo pienses (Trilogía Nina Loksonn #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora