Capítulo 6: La ilógica lógica del tiempo

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¿Recuento final? Veintiún niños y un brujo que era demasiado poderoso para mi propio gusto. No sabía ni que el magister fuera capaz de hacer algo similar. Deseaba una espada más que nada en aquel momento, pasaría sobre mi cadáver antes que ponerle una mano encima a alguien de mi pueblo. Estos estudiantes estaban bajo mi protección, ningún intento de parca los asustaría ni les haría daño mientras yo estuviera aquí.

—Última advertencia, desaparece —dije.

Per che?

—No. Hablo. Italiano. ¿O acaso no lo entiendes? Vete de aquí.

Por supuesto, no hubo reacción alguna. ¿El sujeto me entendería o estaría tan perdido como yo en este asunto de locos? Detrás de mí los estudiantes permanecieron en silencio, si ninguno había salido corriendo entonces quizás no estuvieran en peligro. O quizás fueran demasiado jóvenes, o no hubieran sufrido los suficientes intentos de asesinatos, como para desarrollar los instintos de supervivencia necesarios y reconocer una amenaza.

—¿Alguien sabe quién es?

—No —respondió un niño.

—Nunca antes lo había visto en la escuela.

—Yo tampoco.

Las respuestas se superpusieron una sobre la otra de modo que me fue imposible seguir el hilo por completo. En momentos así agradecía ser siempre el blanco, al menos sabía que los niños no debían de serle interesantes. Tenía la inteligencia necesaria para reconocer que no podria obligarlo a partir, al menos no mientras continuara desarmada.

—Supongo que no te irás —murmuré.

Non, uccellino. Continua con la lezione —respondió él.

¿Por qué estas cosas me sucedían a mí? Sin quitarle la vista de encima, me senté sobre el pupitre de un estudiante. Que no se moviera no significaba que no fuera una amenaza. Distraídamente cogí dos bolígrafos y le robé a una niña su banda para el cabello, si el sujeto deseaba ponerme a prueba haría que se arrepintiera para el final del día. Si intentaba algo lo apuñalaría sin dudarlo.

—¿En qué estábamos? —pregunté y todos los niños me miraron enseguida—. Ignórenlo. Si molesta yo misma me desharé de él. ¿Entonces quién pasa primero?

Por unos segundos ellos me observaron, luego se fijaron con anhelo en el invento en mis manos. Nada como una mini ballesta improvisada para captar la atención de un niño. Cogí un lápiz afilado y cuidadosamente lo puse en su lugar, si el brujo se atrevía siquiera a moverse le dispararía a sus manos y deseaba ver entonces cómo intentaba algo sin sus poderes.

—Si seguimos con la clase les enseñaré a hacer una de estas —dije levantando el objeto en cuestión.

Todos saltaron con entusiasmo mientras discutían para apurarse y pasar. Eran rápidos en decidir el turno de cada quien con un juego de manos. Sonreí al ver aquel espíritu de apuestas que nunca deberían perder. En ningún momento dejé de estar atenta al brujo quien no se movió de su cómoda pose, una molesta presencia que ponía a prueba mi nivel de tolerancia matutina.

Uno tras uno los estudiantes pasaron a contar sus historias, mirándome con ilusión al terminar mientras esperaban por mi aprobación o mi comentario al respecto. Batallas antiguas, azañas legendarias, reyes inolvidables... Sip, tenía un largo historial familiar y luego estaba yo y mi pequeña ballesta improvisada que los estudiantes observaban como si fuera el origen del universo. Al menos no se estaban aburriendo, si podía hacer que veintiún niños se interesaran por la historia podía lograr cualquier cosa. Debí haber hecho una de estas desde el primer instante.

Ni lo pienses (Trilogía Nina Loksonn #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora