Capítulo 3: Lilas y violeta, no tan alegre como crees

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¿Existía algo más deprimente que un funeral?

Bueno, por experiencia personal hasta el momento esto estaba en mi top 3 pero se llevaba el premio mayor. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que mi corazón se había roto, los suficientes años como para que uno creyera que lograría superar la expresión del niño brujo cuando sus padres le dijeron que lo estaban echando de su propia casa para darme el lugar a mí. Era imposible olvidar su expresión. Nunca lo superaría.

¿Pero un funeral? Bien, se acercaba bastante, casi alcanzaba mi corazón aunque ese olvidado órgano con suerte seguía funcionando.

Por supuesto el ambiente no era tan deprimente como cualquiera imaginaría, Rike es todo menos deprimente. ¿Cómo puede ser deprimente un prado rosa? Y no hablo de rosa bebé o rosa como esos famosos cerezos japoneses, ni siquiera rosa como el cabello que le dio a Pink su nombre sino que un rosa mucho más intenso. ¿Fucsia? ¿Quién tenía tiempo para darle subnombres a los colores? Pero los árboles en Rike eran naturalmente de ese color, sus hojas eran suaves pétalos de un rosa tan chillón que luego no comprendías como el resto de los árboles del mundo no eran así también. Y la hierba bajo mis pies era naranja, del mismo tono que el atardecer.

Los humanos han soñado durante demasiado tiempo con lugares como Rike, con la vida e intensidad de sus colores, con sus exóticos paisajes y surreales imágenes. Dicen que esos sueños alimentan la tierra, sinceramente no soy del tipo creyente. Se supone que debo aceptar la existencia de los Dioses, ya que después de todo soy la descendiente directa de uno, pero no por eso comenzaré a creer esos cuentos de niños. Llámame escéptica, esas historias nunca me habían traído ningún bien sino mal.

El silencio era absoluto, un pesado manto sobre todos nosotros. Holland se mantenía fielmente a un lado, ella incluso se había tomado la molestia de vestir los colores de mi gente para el luto aunque no era necesario porque ella no era una cambiaformas. Su rojizo cabello era la única mancha de color entre todos los presentes vistiendo violeta. Vestidos violetas, trajes violetas, maquillaje violeta, cabello violeta...

Suspiré y cerré los ojos. Ese era el color de la muerte. No negro o gris o blanco sino que simple y claro violeta, y todos cargaban al menos una lila en sus manos. Un espiritualista se ocupó de hacer el servicio debido al cubrir ambos cuerpos con un manto de seda del mismo color que la vestimenta de todos los presentes, dos coronas descansaban sobre los cuerpos. Habían pedido de ser despedidos juntos, habían sido una pareja. Era un lindo modo de irse, tu mano sujetando la de la persona que amabas. No lo había conocido a él, a ella había llegado a darle unos buenos dolores de cabeza.

—Porque tierra somos, y a la tierra volvemos —dijo el espiritualista y todos repetimos sus palabras.

Ni siquiera tenía suficientes emociones para pensar sarcásticamente. Ella había sufrido al morir, lo sabía porque había sentido cada segundo de su tortura. Me gustaría creer que esto no estaba de ningún modo relacionado conmigo, en un mundo perfecto ella no hubiera sido utilizada como un medio para hacerme mal. Me gustaría poder arrancarme cualquier sentimiento, la vida sería más simple entonces.

El servicio fue eterno. Realmente. ¿Por qué las cosas malas siempre tenían que durar tanto? Funerales, despedidas, clases... Por dentro me di un buen golpe por siquiera permitir que mis pensamientos siguieran esa dirección. Sentir la muerte de cada miembro de mi especie no era tan malo como sentir la muerte de alguien que había conocido. ¿Podría haberlo evitado? No, esto jamás terminaría, lo sabía porque mi sangre llevaba siglos así y así seguiría hasta su extinción. En todo este tiempo... Bueno, una parte de mí había esperado jamás tener que experimentar algo similar.

Con cuidado los cuerpos fueron bajados dentro de la pequeña fosa, el manto siempre cubriéndolos, el colchón de violetas debajo siendo su lecho eterno. Podría presenciar mil funerales y nunca me acostumbraría a ese último adiós, a esa última mirada hacia abajo mientras el suelo era rellenado con miles de violetas para tapar el pozo, los cuerpos descansando en paz envueltos por siempre en flores. Eventualmente la tierra se ocuparía de volver todo a la normalidad, la hierba se extendería y los árboles dejarían caer sus hojas encima y nadie sabría de lo que había debajo a excepción por el lecho de violetas.

Ni lo pienses (Trilogía Nina Loksonn #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora