Capítulo 7: El juego más delicado

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Intenté pensar en la última vez que había visto al niño, justo antes que sus padres lo enviaran lejos. Él no había estado molesto conmigo ni me había odiado, mucho menos jurado venganza, contrariamente a toda la repulsión que yo había sentido hacia mí por ser la causa del asunto. Había estado triste, confundido, quizás dolorido también, y aún así no había reaccionado en contra de mí. Lo había observado en silencio mientras había empacado sus cosas, y luego él me había entregado el mapa de su casa y me había prometido que nos volveríamos a ver. Me había dicho que yo no tenía culpa alguna y merecía vivir. ¿Qué era el vivir en otra parte contra ser perseguida por un asesino?

Me resultaba imposible aceptar que ese niño ahora era el mismo joven de pie frente a mí. ¿Cuánto tiempo había pasado? Años para mí, y para él... ¿Cómo mediría el paso del tiempo? La niña que había sido entonces, aquella que había dormido esa noche acurrucada contra él y se había refugiado en su consuelo, quería correr y abrazarlo.

Quizás lo hubiera hecho, si el magister no se me hubiera adelantado y hubiera corrido para abrazar a su hijo. ¿Cómo era posible que el hombre reaccionara de un modo tan emocional si era él quien lo había enviado lejos en primer lugar? Pero, tan extraño como resultaba para mí, el parecido entre padre e hijo era evidente. ¿Sería siempre así? Todos los Loksonn cargaban las cicatrices de Loki al igual que yo, pero me era difícil imaginar que podría lucir similar a quienes habían sido mis progenitores.

¿Y ahora qué? Sabía que ese no era mi lugar. Por empezar, la comunidad de brujos no era mi lugar pero esa era una batalla perdida desde hacía tiempo. Aquella era yo, la princesa exiliada por voluntad propia de su reino para evitar que los nobles dictaran mi vida y en cambio aquí estaba padeciendo entre brujos. Al menos ya sabía qué había hecho para provocarlo, aunque el hecho que no luciera en absoluto enfadado conmigo no ayudaba en nada. Lidiar con algún reclamo u ofensa era sencillo. ¿Pero esto? No sabía cómo reaccionar.

—¿Ahora me devolverás mis guantes o debo acusarte con tu padre? —pregunté.

—Yo no los robé —respondió Robin.

—No mientas, yo te vi.

—No es cierto.

El problema, cuando eres descendiente de un Dios conocido por sus engaños y mentiras, era que resultaba difícil que alguien me creyera. Regla n°3: Nunca creas a un Loksonn. Si existiera otro más con mi sangre al diablo que fuera supuestamente familia, ni yo creería en sus palabras. Entre una Loksonn y un guardián del tiempo, puesto extremadamente respetado entre brujos, por supuesto que el magister hubiera creído al último. Que fuera su hijo tampoco ayudaba. ¿La chica problemática o el hijo pródigo?

De todos modos conseguí un par de guantes, el magister no perdió tiempo en hacer aparecer unos para que me cubriera. Robin me sonrió como el diablo que en realidad era una vez que su padre le dio la espalda. ¡Maldito mentiroso! Y aún así no podía dejar de mirarlo. Me era difícil aceptar que el joven frente a mí se trataba del mismo niño que me había cuidado esa miserable noche. Debía ser tan... aburrido nunca cambiar, siempre lucir igual. Pero, extrañamente, no podía quejarme al respecto.

—¿No piensas saludarme? —preguntó él.

—Los abrazos no son lo mío —dije y sonreí sin poder evitarlo—. Eres incluso más extraño de lo que recuerdo, brujo.

—Y tú sigues exactamente igual.

Estaba bromeando. Quise creer que estaba bromeando. ¿En serio? ¡Era una cambiaformas! ¡Era imposible que luciera igual luego de tantos años! ¡Ni siquiera sabía cómo había hecho para reconocerme! Pero de nuevo, estaba tratando con alguien que no vivía el tiempo como lineal. ¿Y si la última vez que yo lo había visto no había sido la última vez que él me había visto? Era muy temprano para lidiar con paradojas así, y tampoco tenía la paciencia para pensarlas.

Ni lo pienses (Trilogía Nina Loksonn #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora