Capítulo 5: ¿Por qué me pasa esto a mí?

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Cosas que no deberían existir: Las reglas, los profesores malvados, la zorra de Valerie, las matemáticas, la berenjena, la zorra de Valerie, el imbécil de James, la regla de guantes en la academia, el despertador...

De un golpe el maldito reloj salió volando y se estrelló contra el suelo silenciándolo por completo. Bien, una cosa menos en la lista. Desearía que fuera tan sencillo deshacerme del resto de los puntos como con el despertador. Mi cuerpo no estaba hecho para despertarme a las siete de la mañana. Irónicamente mi habitación era más grande que la que había tenido en Harvard, y aún así se sentía vacía sin la cálida presencia de Holland. Sin ella y su entusiasmo matutino no lograba poder salir de mi cama por mi cuenta.

¡Dioses, denme voluntad para levantarme! Necesitaba de Holland para sonreírme, o para sacarme de una patada de la cama por como siempre terminaba la cosa. Pero no tenía nada de eso. En su lugar tenía un despertador, o lo que quedara de tal, en el suelo y mi poca voluntad junto con el peso de todos los niños que me necesitaban de pie para empezar el día.

Diez minutos después había roto mi record histórico al estar lista para comenzar el día. ¡Sí, todo fuera por la miserable juventud que había corrido la desgracia de tenerme como profesora sustituta! ¿En serio? ¿Acaso el magister no era más que consciente de mi historial? Y aún así había decidido poner bajo la responsabilidad de la persona más irresponsable del mundo a un montón de niños. Esa generación estaría perdida, definitivamente.

Había preferido dormir en una habitación en la academia antes que recuperar mi viejo cuarto en la casa del magister, no dormiría bajo el mismo techo que James y su madre. Por supuesto, físicamente hablando, lo había hecho de todos modos considerando que la oficina del magister en la academia también conectaba con su casa y... ¡Ah, malditos fueran todos los brujos por destruir la lógica! ¿Cómo demonios dos lugares completamente diferentes y distantes podían estar conectados por una maldita puerta?

Y me había provocado una migraña a primera hora. No había ni comenzado mi día de nuevo en medio de la comunidad de brujos y ya me dolía la cabeza. Esto no era un buen presagio. Y extrañaba a Holland. ¡Extrañaba a esa sentimental chica con sus tontos animes y sus lágrimas por sus parejas ficticias! Pero aquí estaba de todos modos, sola y con un trabajo. ¡Quién lo hubiera esperado de mí! Le había escrito a Holland una carta para explicarle la situación diciéndole que solo sería por unos días, la muy maldita debía de andar celebrando el hecho de haberse desecho de mí mientras iba de fiesta en fiesta.

En algún lugar, seguramente en el dormitorio de los estudiantes, un timbre sonó para advertir que las clases comenzaban en una hora. ¡Y yo había terminado en el edificio de profesores! ¿Quién lo hubiera imaginado? Aún tenía una hora para prepararme mentalmente para lo que eso implicaba, necesitaría una buena dosis de café de por medio y juntar las suficientes fuerzas para arrastrar mi pie a un salón de clases.

Ti sei alzato cosi presto, ragazza.

Me detuve al cerrar la puerta de mi habitación tan pronto como escuché esas palabras. Una alerta se disparó en mi mente, la marca en mi brazo picaba pero no me atrevía a levantar la tela para fijarme. No ardía. La picazón era una advertencia, si ardía entonces era tiempo de soltar todo y correr. Además, se suponía que no existía lugar más seguro que los terrenos del propio magister. ¿Qué tanta mala suerte podía tener? ¡Ni siquiera era la primera hora! ¿Y ya me había metido en problemas?

Me di vuelta solo para arrepentirme al instante. Lo supe tan pronto como lo vi, ese no era un brujo con el cual deseaba meterme. Incluso yo conocía mis límites. Regla n°73: si el sujeto luce demasiado extraño y de un modo ligeramente psicópata entonces no le discutes. Cualquiera conocía la regla de no hablar con desconocidos.

Ni lo pienses (Trilogía Nina Loksonn #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora