Capítulo 29: "La habitación"

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Amy

Los problemas entre padres e hijos se resumían a una cosa: desacuerdos.
No obstante, no hay persona alguna que nunca hubiera discutido con sus progenitores de una u otra manera o con tal o cual motivo.

Conocía a mis padres, o creía conocerlos. Sobre todo a mi padre, pues mi madre siempre había sido la más difícil, la más obstinada, imperceptible e impredecible de la familia. Eso era ella, una persona impredecible en todos los sentidos de la palabra.
Sus cambios de humor eran constantes y su carácter variaba de acuerdo a ese humor, entonces se podía esperar cualquier reacción de su parte. De esta forma, había llegado a la conclusión que ella era la persona más imprecisa que podía conocer.

De acuerdo a un libro que había leído, las relaciones varían con respecto a cuanto te esfuerzes en ellas y cuanto empeño le pongas, pero hace varios años que había descubierto que ésto era una completa mentira por dos simples razones.
1- Mi madre jamás había cambiado su actitud conmigo.
2- Lo blanco siempre sería blanco, y lo negro siempre sería negro.

Esto lo había deducido por que yo siempre la había tratado con respeto y cariño, como lo que era, mi madre. Pero ella no parecía tenerme en cuenta ni prestarme atención. Simplemente a raíz de eso, había llegado a otra conclusión, mi madre nunca cambiaría por mucho que me esforzara en agradarle más de lo que creía que podía agradarle. Entonces, había dejado de prestarle atención a sus opiniones o al menos, esa era mi intención.
Esa mañana me hallaba bastante dispersa. No solo por el echo de que mi familia no se encontraba sino por sabía que al fín podría haber llegado el momento. Pero tenía muchas preocupaciones.

Mi padre solía decirme que si alguna vez tenía alguna duda en hacer determinada cosa, debía preguntarme qué cosas negativas traería hacerlo y luego, qué cosas positivas. Si la cantidad de cosas positivas era mayor que las negativas, entonces debías arriesgarte.
Creo que era una buena filosofía, aplicable en múltiples casos.

Esta vez, llegué a la conclusión de que debía sacarme esas dudas que habían atormentado mi mente las últimas semanas. Respecto a eso, ya me había decidido desde la primera vez que atrevesé la puerta del doctor Darrick para que él me explicara sus extrañas divagaciones.

Con la pequeña llave en mano y todo el coraje que había logrado juntar, procedí a caminar hacía el despacho de mi padre. Me paré en frente de su puerta y más preocupaciones me asaltaron pero las disipé rápidamente con lo mejor que tenía.

También descubrí que mi curiosidad era más grande que mis dudas y mis preocupaciones.

Introducí la llave en la cerradura, la cual calzó perfectamente emitiendo un breve toque y la giré hacía la derecha. La puerta abrió automáticamente.

El aroma a los habanos que fumababa mi padre y un cierto olor a perfume masculino inundaron mis fosas nasales. Observé el alrededor como si nunca hubiera estado allí; observé detalle por detalle para estar segura de que nada estuviese fuera de su lugar. El aroma a habano y a perfume masculino había quedado concentrado únicamente en esa habitación pues quizá hacía bastante que esa puerta no se abría. Observé todos los detalles minuciosamente y varios recuerdos me vinieron a la mente. Era una única habitación, cuyas paredes estaban pintadas de un marrón bastante intenso, la unión entre las paredes y el techo lucían algunos elegantes detalles en mármol negro y el techo mostraba un color blanco y puro, sin una mancha. Todo el suelo de madera lustrada estaba cubierto por una alfombra persa que lucía colores rojos, naranjas y dorados, que agradecía pues ahogaba mis pasos. Del techo colgaba una araña de cristal que era capaz de iluminar toda la habitación.

Allí, el tan conocido librero de PortMain se hallaba contra una de las paredes izquierdas, repleto de los libros más crudos y fuertemente politizados, muchos de ellos prohíbidos por Inglaterra, pues como antes había dicho, a él le complacía y agraciaba mucho la idea de desafiar al gobierno desde la comodidad de su hogar. Era bastante divertido pensarlo.

Lady Amy #3Where stories live. Discover now