Lady Amy #3

Capítulo 13: "La preparación"

Tercera persona

Apenas cerrar la puerta con traba, Amanda se sintió en paz al ver que su madre no podría entrometerse. Le constaba que abajo, las amistades de Lady Blanche de Charwood estaban comentando sobre su inesperado e inconcluso comportamiento, pero a ella no le importaba en lo más mínimo.

Sólo reparaba en su propia preparación.

Estar allí abajo observando las críticas que salían de la boca de aquellas mujeres, le daba algo de frustración, agobio y mucho aburrimiento, pues sabía muy bien que aquellas damas tenían iguales defectos, o peores, de lo que decían tener los demás. Le daba rabia, saber la escabrosidad y la burla con la que hablaban, con sarcasmo y una nota de diversión en sus voces, recelosas de ser las primeras en conocer cualquier chisme y eso, concluía Amy, no podía ser otra cosa que envidia.

Envidia ajena era lo que sentían, y de hecho, le generaba pudor que su madre participara tan activamente de estas pretenciosas charlas, y que opinara igual de cruelmente que lo hacían sus amigas. Unas veces por que de verdad estaba de acuerdo, y otras, tan solo por que quería quedar bien con las damas afamadas que la rodeaban. Esto convertía a Blancha Charwood en una de ellas.

Amanda abrió su gran armario, un armatoste de lo más caro y regalo de una amiga de Borgoña, y comenzó a sustraer varios trajes de allí.
¿Cuál sería el ideal para una cena? Debería ser un vestido hermoso y elegante pero nada demasiado ostentoso para que no pensara que su actitud tendía a ser exagerada, y no lo era pero deseaba profundamente causar una buena primera impresión.

Se decidió por un vestido color negro, que contrastaba con su piel blanca. Ese vestido había sido un regalo de su padre, hasta en pequeñas cosas lo recordaba, pero evitó entristecerse pues esa era una noche de gloria. El vestido poseía ligeras capas de tela, que eran muy frescas, debajo del armazón de madera y el fino corsé púrpura. El echo de que el traje no fuese acampanado le daba un aire de sofisticación; incluso le gustaba.
Sus mangas llegaban sutilmente a la altura de sus codos y la terminación constaba de unos bordes de encaje morado.

¿Cómo serían los gustos de Benjamín?

¿Sería un joven que pensaría a menudo en el poder? ¿O sería un joven valiente, capaz de equilibrar su vida perfectamente entre el dinero, el amor y la familia?

Le gustó pensar que era lo segundo.

Se preguntó si sería un hombre de gustos sencillos o si era capaz de ostentar sus pertenencias más valiosas. El alarde, eso sí que la aburría.

Por alguna razón, la idea de que las sirvientas le ayudasen a vestir se le hacía un tanto ridícula. ¡Por Dios! ella sabía que podía hacerlo, no quería sentirse como una inútil solo por que todas las damas poseían criadas que les ayudaban a vestirse. Aunque sea si ella misma lo hacía, se sentía bien y capaz.

Mientras pensaba esto decidió que como la noche estaba un tanto calurosa, se aplicaría una sola capa de maquillaje, un poco de rubor, un brillo de labios con tintes rojizos, al estilo veneciano... nada muy llamativo. Cepilló su cabello intensamente y también se permitió llevarlo suelto, sin antes recoger algunos de sus mechones en la parte alta y unirlos con un hermoso broche blanco, para que resaltara entre las hebras anaranjadas. Se pasó las manos por él y lo notó; pura suavidad.

Mientras se colocaba sutilmente un par de zapatos negros en los pies, escuchó como la puerta de entrada se abría y como se incrementaban los murmullos de despedida y algunas risas exageradas. Las amistades de su madre se estaban retirando; afortunadamente, pensó ella.

-¡Hasta pronto, Blanche, y recuerda mi consejo, deberías tener mano firme con tu hija!- Escuchó decir a una, casi inaudiblemente.

Esas mujeres eran unas tontas, preocupándose por ella cuando bien sabían que Amy jamás se había comportado mal o quejado de nada, como si fueran su propia madre... bueno, ella ya se quejaba bastante de Amanda como para que sus insoportables amigas metiesen las narices en esto.