Capítulo 28: "Desolación y oportunidad"

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Tercera persona

Amanda despertó esa mañana con pocas ganas de vivir. Era uno de esos días de pereza extrema en el cual no deseas hacer absolutamente nada; ni siquiera levantarte de la cama.
Mandó a llamar a una criada, la cual preparó su baño. Se aseó y escogió su ropa. El agua caliente siempre la despejaba de cualquier fatiga, echó al agua, unas esencias árabes que una amiga de su madre le había traído como obsequio. Las amistades de su madre eran fastidiosas, eso era algo que no iba a negar, pero jamás le caía mal el recibir un regalo.
¿A quién le caería mal?

-El vestido color vino- Señaló a la sirvienta, aputando con su dedo índice.

La sirvienta ayudó a colocarse el vestido, los zapatos morados y cepilló su cabello durante veinte minutos, que era la cantidad de tiempo que lady Blanche había ordenado que debía cepillarse una cabellera noble. Dicho de esta forma, a Amanda le parecía absurdo; solía quejarse mentalmente de estas estúpidas reglas, aunque también detestaba no poder expresar sus quejas, la matrona era quien escogía lo más adecuado en la casa. Una vez terminado el cepillado, sus cabellos habían quedado como finos hilos pelirrojos.

Se aplicó una leve capa de rubor en sus mejillas, para simular el color rojizo que se producía al ruborizarse, y aún con cierta pereza sobre ella, bajó a desayunar.

La sirvienta desvió su camino a la cocina, y Amanda se sentó en su asiento habitual de todos los días.
Pero sintió que algo faltaba, algo que estaba presente habitualmente pero no ese día. Recorrió la mesa con la mirada buscando las inconsistencias que la incomodaban.
El desayuno de esa mañana se componía de galletas de canela y avena, quiche lorraine, algunos quesos, tarta de manzana y rodajas de una serie de melones que Thomas había adquirido en Italia... pero algo estaba diferente, presentía menos presión en el ambiente, extrañeza, el aire fresco entraba por uno de los ventanales y había bastante silencio.

Frunció el seño, observó a un par de sirvientes circulando por el corredor, uno de ellos se perdió una de los cuartos; ninguno la miró pues lady Blanche siempre decía que era de mala educación mirar a los patrones a los ojos.
El silencio poco propio de la sala le pareció extraño.

¡Por supuesto!

Ni su madre ni sus hermanos se hallaban presentes en sus asientos habituales, Amy giró la cabeza hacía el reloj y advirtió que señalaba las 9:30hs; ya era tarde y su familia aún no se despertaba, eso era, sin duda, muy extraño.

Una sirvienta apareció por la cocina, llevaba una tetera de porcelana que se veía caliente pues la sostenía de un trapo húmedo con las dos manos. Se aproximó a Amanda.

-Buenos días, milady- Exclamó, antes de inclinarse sobre la mesa y comenzar a verter el té humeante en la taza vacía- Espero que su sueño halla resultado placentero.

-Buenos días- Respondió ella- Ha resultado así- No pudo contenerse y entonces, la pregunta salió descontrolada e impaciente de sus labios- ¿Dónde está mi madre y mis hermanos, Astrid? ¿Aún no despiertan?

La sirvienta se incorporó aún sosteniendo la tetera y la observó compasiva- No, milady, Lady Blanche ha salido muy temprano diciendo que pasaría la mañana con lady Colette Brewster- Explicó.
Lady Colette era la madre de Susan, no le impresionaba pues ambas eran bastante amigas desde siempre, y Colette era un mujer amable, una de las poquísimas amistades que a Amy me agradaba.

-Lord Thomas y lord Marcus se han ido hace alrededor de una hora, avisaron que viajarían a la localidad de Berry y cerrarían un negocio allí, volverán mañana alrededor del mediodía- Luego de explicar esto último la sirvienta se fue sobre sus pasos, intentando hacer el menor contacto visual.

Lady Amy #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora