Capitulo XXIV

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Minutos antes de que Francesca despertara, un hombre de identidad dudosa se había colado dentro de la habitación de la italiana. De cuerpo robusto y mirada siniestra daban a entender que no era buena idea meterse con él. Sus cabellos negros cual carbón iban amarrados en un sencilla cola. Su rostro tan frío como la noche estaba decorado con una cicatriz en la boca, provocando que el candado estuviese deforme—un tipo de bigote, perfecto para los villanos— y sus ojos que te escaseaban daban tanto miedo como un tigre a la espera de su próxima presa

El señor de oscuros cabellos se acercó con parsimonia hacia la linda pelirroja y se sentó sin miramientos al lado de ella. La observó con desdén. Sí, era bella, pero no para tanto. No entendía como Sergei podía preferirla antes que a la bella y dulce Larissa. Sintió un pequeño espasmo en todo el cuerpo al pensar en las duras y profesionales caricias que le brindaba aquella mujer desde hace un par de años cuando la rescató

El plan iba a salir perfectamente. Sergei al verlo allí, lo querría matar, pero si no hacia lo que quería...podría suceder algo inevitablemente horrendo y espantoso.

El señor de traje no se dio cuenta cuando la pelirroja se despertó por estar metido en sus pensamientos. Francesca dio un respingo al ver a ese hombre tan cerca. Le producía temor la sola presencia de ese hombre. Se preguntó donde estaría Sergei, se sentiría segura si apareciera en este mismo momento

— ¿Quién es usted? —preguntó mirándolo con recelo. Se arrimó hasta que sintió el respaldar y recogió sus piernas. 

—Su maldita pesadilla

— ¿De qué estás hablando?—le preguntó, sus ojos oscuros y siniestros no le daban seguridad. Sus palabras le quemaban como si fuesen veneno.

—En unos minutos los verás. Él cruzará la puerta y nos verá aquí. Tan sólo espero que no cometa alguna estupidez que ponga tu vida en juego...otra vez

— ¡No le hagas daño!—exclamó sin poder evitarlo. No podía imaginar que le hicieran daño a él, aunque no fuese directamente igual le dolería y ella no lo permitiría

—A veces cuando las cosas no salen bien por culpa de otras personas. Hay que usar la violencia.

—La violencia es algo despreciable

—Yo también pensaba así, pero al pasar los años me di cuenta que es la forma más eficaz de lograr tus cometidos

Una maldición en el más puro ruso los interrumpió, seguido de un portazo. Sergei se encontraba allí dedicándole una mirada de muerte al señor de traje. En alguna parte de su cabeza, él lo reconocía. Sin embargo, había algo que no le cuadraba. Sin darle más tiempo a sus cavilaciones se acercó ferozmente al señor

—Acércate un metro más y le inyectaré esta sustancia directo al corazón—le amenazó mostrándole una jeringa ya lista con una sustancia naranja. El corazón del ruso dio un vuelco.  Él ya conocía esa sustancia, sabía que no la mataría, pero le haría pasar un mal rato. De mala gana se quedó a escasos metros de ellos. El señor de oscura mirada se rió cínicamente y le dijo—Muy buen chico

— ¿Quién eres?

— ¿No recuerdas a tu propio tío?

— ¿Qué...—no terminó la pregunta gracias a la estupefacción que le embargaba en ese mismo momento. Se tuvo que agarrar de la mesita donde estaban los comestibles para no perder el equilibrio. La cabeza le dolía tanto como si alguien le estuviese martillando sí piedad.

Preocupada ante la actitud que había tomado el ruso, Francesca decidió preguntarle si estaba bien. Pero no tuvo respuesta y eso le preocupó mucho más. Su ruso que siempre estaba en Tierra, ahora parecía como si estuviese viajando por las estrellas.

WIND OF CHANGEWhere stories live. Discover now