Capítulo 17

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Lizz murmuró algo aún dormida que sonó como un "déjame dormir". Ella acomodó su cabeza sobre la suave y acogedora almohada nuevamente y no pudo evitar sonreír al sentir lo blanda que era. Definitivamente necesitaba una almohada así en su cama el resto de su vida, rellena de plumas y tan confortante que se hundía al mínimo peso. Nunca antes había disfrutado de un lecho tan cómodo, era como estar recostaba sobre algodón puro. Y era cálido y suave y tan confortante que a ella no le importaba el constante tono que oía en la lejanía y que era el despertador aunque tenía otro nombre en mente para el aparato.

Entonces el aparato dejó de sonar y supo al instante que no había sido por acción propia. Sus sentidos se dispararon y se levantó más despierta que nunca. Por simple instinto tanteó a su alrededor para encontrar un arma y una y otra vez maldijo que la Sociedad le hubiera quitado todo excepto su arco y sus flechas pero ni eso tenía ahora. Levantó la vista, lista para hacer un rápido análisis de la situación y escoger la mejor opción pero se detuvo totalmente en blanco al encontrarse con Damon.

Miró a su alrededor confundida solo para percatarse que había estado durmiendo en su dormitorio. Sintió las sábanas enredadas en sus pies y casi al instante dobló sus piernas para sentarse mejor. Miró aún confundida a Damon y supo a simple vista que él llevaba tiempo levantado. Su cabello estaba húmedo luego de haberse duchado y ya estaba perfectamente vestido y despierto, seguramente ya habría desayunado.

—Tengo que salir y no puedo dejarte sola aquí, discúlpame —Dijo.

Ella lo miró perpleja pero trató de que la sorpresa no se reflejara en su rostro. Su voz no había sido cortante como estaba acostumbrada, ni siquiera distante y hasta se atrevería a decir que había sido cálida.

—Me han llamado temprano, tengo que ir a la Sede a hacer mi trabajo. He hecho tiempo pero ya es suficiente —Dijo él.

—¿A quién tienes que tratar? —Preguntó ella.

—A tu hermano —Dijo y continuó ante la reacción de Lizz—. Nada grave según me han dicho. En el baño está la ropa que dejaste aquí la otra noche, lavada y planchada. Puedes bañarte si también quieres. Será mejor que te deje sola.

—Damon —Dijo ella con cuidado. Nunca antes lo había llamado por su nombre, no cuando estaba con él y mucho menos para atraer su atención. Él se detuvo antes de salir y se dio vuelta para mirarla. No, no era para nada distante y aquello desconcertaba a Lizz—. Gracias —Dijo débilmente, la palabra aún le resultaba extraña en sus labios.

Él le dedicó una sonrisa que ella nunca había visto.

—No es nada —Dijo.

Ella se quedó en silencio luego de que él partiera. Si había algo que realmente desconcertaba a Lizz era sentir que no tenía el control sobre la situación y el súbito cambio de Damon la hacía sentir aquello. Ella había creído conocerlo y sin embargo ahora era cálido y amable y ella no necesitó preguntarle para saber que él había dormido en el sillón de la sala de estar mientras ella dormía plácidamente en su cama.

Abrazó el edredón negro de plumas y aspiró profundamente al sentir el embriagador aroma de él. Le hubiera gustado quedarse ahí tendida y permanecer así durante horas abrazada al edredón y con su cabeza sobre la exquisita suavidad de su almohada. Quizás hubiera retomado su sueño, quizás simplemente hubiera cerrado los ojos y disfrutado estar echada ahí mientras el sol entraba por la ventana e iluminaba la habitación de él.

Entonces Lizz reaccionó. Ella no podía permitirse tener aquel tipo de pensamientos, mucho menos sentimientos. Se recordó que ella no debería de haber pasado la noche allí y que en aquella cama dormía, y hacía muchas cosas más, otra mujer.

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