Segunda Parte: La Sede

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Aquel no había sido un invierno especialmente frío o al menos ellos dos no lo habían sentido. Nadie hubiera prestado atención al joven sentado en las escaleras de Saint Patrick. Los rayos del sol resultaban ser cálidos y llovían sobre la piedra. No parecía más que un día normal, soleado afortunadamente. Las calles de Manhattan estaban peculiarmente tranquilas aquella mañana. El joven suspiró.

Una mujer se detuvo al pie de las escaleras y subió hasta detenerse junto a él. Tomó asiento a su lado sin vacilar. Nadie hubiera entendido la relación que había entre ambos. Ella era demasiado adulta para ser su novia y demasiado joven para ser su madre. Nadie hubiera sido capaz de entender cómo ambos estaban sentados juntos en las escalinatas de la Iglesia de Saint Patrick.

—He venido a despedirme —dijo ella.

—Ya lo supuse —dijo él—. Igual que siempre.

—No, esta vez no será igual que siempre —dijo ella y solo entonces él levantó la vista y la miró—. No volveré, nunca más. Lo lamento mucho...

—¿Cómo que no volverás? —preguntó él cortándole la palabra y notando su propia desesperación en su voz.

—Yo realmente lo lamento. Ambos sabíamos que este momento llegaría tarde o temprano —respondió ella—. Tú sabías cuando me viste en el aeropuerto que esta sería la última vez.

—La última vez que te vi eras una joven —dijo él y miró casi con horror el anillo de oro que adornaba la mano de ella—. Y ahora eres una mujer. Tenía la esperanza que esta no fuera la última vez. Me harás mucha falta. ¿No podré volver a verte?

—No en los próximos años —dijo ella y le sonrió para darle esperanzas—. Quizás más tarde —agregó y él le devolvió una triste sonrisa.

—Espero que seas realmente feliz.

—Lo soy.

—Llámame ante cualquier cosa que necesites. Sabes que tomaré el primer vuelo a Dublín y estaré ahí cuanto antes. Estos años serán largos sin tu luz. ¿Cuándo partes? Ten mucho cuidado por favor.

—El vuelo es mañana por la mañana —dijo ella—. No te preocupes, estaremos bien.

—¿Estaremos? —preguntó él sorprendido y levantando ambas cejas. Ella bajó la vista y se ruborizó.

—Estoy embarazada —dijo ella dejándolo totalmente sin palabras—. Noté un atraso cuando llegué aquí pero no quería hacerme ilusiones. Luego tuve nauseas y más síntomas se sumaron. Me hice el test hoy por la mañana y dio positivo. Eres la primera persona a la que se lo cuento. Se lo diré a mi esposo y al resto de mi familia apenas los vea.

—No lo puedo creer —susurró él—. Cuando te conocí...

—Lo sé —dijo ella y por un segundo él creyó ver a la inocente joven que había conocido—. Tengo miedo de no ser una buena madre, no sé cómo serlo.

—Lo serás —dijo él y puso una mano sobre las de ella—. Serás una excelente madre, la mejor que haya existido.

—Siempre quise tener una niña y llamarla Alice —dijo ella—. Pero ya sabes, no estarán de acuerdo en que escoja un nombre que no sea irlandés.

El joven se inclinó y le susurró un nombre en el oído a la mujer, un simple y sencillo nombre. Ella se quedó totalmente atónita al oírlo. Él sonrió dulcemente antes de acomodar un mechón de su cabello detrás de la oreja de ella y luego la besó en la mejilla. La mujer giró el rostro lentamente y lo miró totalmente sorprendida.

—Es hermoso —dijo ella.

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CazadoraWhere stories live. Discover now