Capítulo 3

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Lizz sabía por experiencia que las criaturas se reunían normalmente en zonas cercanas al agua y que la gente normal solía evitar. La zona portuaria, con varios almacenes abandonados y la neblina de la mañana ocultando todo cuanto estuviera a más de quince metros, parecía una zona ideal para que ellos se reunieran.

Caminó no sintiéndose sola entre las tinieblas y olfateando el aroma del East River, nada similar al familiar aroma que era para ella el del Liffey. Poco a poco comenzó a divisar entre las sombras las formas y siluetas de las criaturas.

Ella se detuvo al ver a un hombrecillo correr desde el borde del río hasta el otro lado. Este se detuvo a mitad de la calle cómo si se hubiera congelado cuando ella clavó su mirada en él. Lentamente el hombrecillo se dio vuelta y clavó sus ojos en ella.

Era extremadamente pequeño, su estatura debía rondar los treinta centímetros. Sus pequeños ojos negros la miraban fijamente. Una espesa barba rojiza cubría la mayor parte de su rostro. Su piel era pálida pero sus mejillas rosadas. Llevaba puesto una chaqueta roja de brillantes con botones plateados y unas calzas azules. Un sombrero tricornio de copa alta adornaba su cabeza y ocultaba gran parte de su robusto cabello. Finalmente, dos grandes zapatos con gruesas hebillas de plata parecían totalmente desproporcionados con su pequeño aspecto. Y ahí estaba finalmente la pista, en sus zapatos.

A cada criatura se la podía identificar fácilmente para quienes sabían en qué fijarse.

-Leprechaun. -Dijo Lizz.

-Irlandesa. -Dijo el hombrecillo y entonces miró sobre el hombro de ella, palideció.- Cazadora. Os ruego perdone mi vida. No he hecho nada malo, soy un buen leprechaun. ¡Por favor os lo ruego! -Exclamó el hombrecillo echándose de rodillas y levantando las manos en signo de piedad.- Si es por el oro le daré todo el que deseáis pero por favor perdonad mi vida.

-¿Qué? No. No quiero tu oro. -Dijo ella conociendo la mala fama de este.- No necesito de tu fortuna, ya tengo la mía. ¿Y por qué piensas que te mataré?

-¿Acaso no lo haréis mi señora cazadora de Irlanda? -Preguntó el hombrecillo incrédulo.

-¿Por qué habría de hacerlo? -Preguntó ella.- No me has atacado, yo jamás te atacaría sin motivo alguno.

-Entonces seguís respetando las buenas costumbres. -Dijo el hombrecillo poniéndose lentamente en pie, sonrió con nerviosismo.- Aquello es bueno, muy bueno en esta ciudad. Cazadora buena, cazadora buena. Hacía décadas que no había una cazadora en esta ciudad.

-¿Acaso los miembros de esta Sede no respetan las buenas costumbres? -Dijo ella siguiendo con cuidado el vocabulario del leprechaun.

-No. No. Los mano marcada son malos aquí, son asesinos. -Dijo él.- Ellos no respetan las buenas costumbres. Ellos atacan sin motivo ni piedad alguna. Ellos son malos. Quieren mi oro, yo sé que quieren mi oro.

-¿Y qué hace un hermano de Irlanda como tú tan lejos de su tierra? -Preguntó Lizz.

-Lo mismo digo señorita, lo mismo digo. -Respondió el hombrecillo.

-Estoy buscando a otro irlandés. Es bastante parecido a mí, su nombre es Liam. ¿Lo has visto? -Dijo ella y el hombrecillo la miró sorprendido.

-¿Liam Dunne? ¿El maestre? -Preguntó el hombrecillo y Lizz asintió.- Se ha oído mucho de él. Sí, a Murtagh le gusta viajar y visitar nuestra querida Irlanda. A mí no. Odio el agua. Odio viajar. Me aterroriza y por eso no puedo abandonar este país. Él vuelve contando historias de Liam Dunne. ¿Aquel caballero está aquí? Necesito encontrarlo entonces, desearía hacer un par de zapatos solo para él. También he oído historias de su hermana, aquella cuyo nombre es falso.

CazadoraWhere stories live. Discover now