Capítulo 9

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EVAN: Pásalo bien esta noche. Estoy seguro de que serás la chica más guapa de la fiesta.

—¿Y qué tal el top rojo? —Preguntó Gabrielle meciendo la corta y vaporosa prenda frente a mí.

Guardé el teléfono móvil en el bolsillo, y junto con él el mensaje de texto de Evan. Eran las cinco de la tarde del sábado, el día programado para la fiesta en la playa. Como buena amiga que era no había dudado ni un segundo en apuntarse a una tarde de probarse ropa y peinados. Esta era la primera fiesta en la playa a la que iba, y no tenía la más mínima idea de que llevar.

—Se me ve el ombligo.

—Y eso queda sexy —puntualizó, tirando la prenda sobre mi cama junto con el resto de blusas y vestidos—. Además, estarás en la playa. ¿No se supone que allí la gente va en bañador?

—No es lo mismo… —al menos no se sentía como tal.

Gabrielle bufó consternada y volvió a meter la cabeza dentro de mi armario. Sabía que no se daría por vencida hasta que encontrase algo que me quedara. Antes de la ropa habíamos ensayado con mi pelo, y después de muchos y estrambóticos recogidos llegamos a la conclusión de que suelto era lo mejor.

—Me gustaría que vinieras —suspiré sabiendo que no habría forma de convencerla. Ella detestaba las fiestas en la playa. O mejor dicho, sus padres lo hacían, y jamás la dejarían ir.

—Imposible, tengo un montón de trabajo con el grupo de matemáticas. ¿Y estos pantalones?

Arrugué la nariz hacia unos vaqueros cortos de cintura alta. Habían sido un regalo de mi madre, y sabía que si mi padre me viese con ellos me haría muchas preguntas. Entre ellas si pensaba salir con ellos de casa. No sabía que había tenido mi madre en la cabeza en el momento en el que se le ocurrió comprarme unos pantalones tan cortos que apenas me tapaban hasta el inicio del trasero, pero desde luego nada decente. Gabrielle los deshechó con otro largo resoplido de exasperación.

—¿No te parece que te estás involucrando demasiado en eso de las matemáticas? —La pregunté acercándome también al armario y mirando junto con ella—. La falda marrón está bien.

—Te llega hasta los tobillos —la rechazó automáticamente, sin ni siquiera molestarse en tirarla a la cama—. Y no me estoy involucrando demasiado. Yo solo… ¡Es culpa del idiota de Cody!

Me mordí la lengua para no reír. Últimamente todas las desgracias que ocurrían en la vida de Gabrielle eran culpa de Cody. ¿Qué su hermana pequeña se acabase el último trozo de pastel de la nevera? Eso también era gracias a Cody.

—No pongas esa cara Erin, es en serio. Me está volviendo loca. Desde el primer momento que piso el club de matemáticas todos le adoran. Hasta Albert, y eso que pensaba que yo le gustaba.

—¿Albert el de la perilla?

—El mismo —asintió consternada, saliendo de mi armario y derrumbándose en el suelo con un duro golpe. Eso debió doler—. Me rindo, creo que ya hemos acabado todas las existencias de ropa de verano que había en tu armario.

La miré con sorpresa. Sí que debía de tener trabajo con el asunto de las matemáticas porque jamás había visto a Gabrielle rendirse con algo. Me senté a su lado, solo que con más delicadeza. No quería estropear ninguna parte importante de mi cuerpo antes de la noche.

—Oye y… así, solo como idea. ¿Has pensado en aceptar y salir con Cody?

Sus cejas se alzaron hasta alcanzar un punto en el que podrían haberse unido con su cuero cabelludo. Creo que iba a tomarme eso como un no.

Tentación. No te enamores de tu hermanastro ©Where stories live. Discover now