Epílogo III y IV

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Epílogo III

Me alegraba de haber hecho las paces con mi padre. Yo había tenido razón, y al final un poco de distancia era lo que ambos necesitábamos. Yo para echarle de menos, él para darse cuenta de que ya no era su niña pequeña. Además, había conseguido graduarme y aunque la nota no me daba para entrar en la facultad que quería en Los Ángeles, si era suficiente para la de Nueva York. Así podría seguir al lado de mi hermana y mi nueva familia.

Durante la cena me senté entre mi padre y mi madre. Esa fue la primera vez que les vi hablar cordialmente el uno con el otro. Sabía que en el fondo seguía habiendo resentimiento, pero ambos habían rehecho sus vidas, eran adultos, y tenían que aprender a lidiar con ello. Eso me hacía bastante feliz.

Mi teléfono comenzó a sonar mientras mantenía una interesante conversación con Caleb sobre su programa de televisión favorito, y sonreí al ver el nombre de quien llamaba. Me excusé y salí del reservado a la calle para poder contestar tranquilamente.

—¿Tú no se suponía que estarías en una fiesta emborrachándote y perdiendo la memoria? —Pregunté burlona.

Evan rio al otro lado de la línea.

—Mi graduación fue la semana pasada, tonta.

Eso explica porque Kyna y Jaden habían venido hasta Nueva York en lugar de quedarse en la graduación de él. Ese era uno de los problemas de estar lejos, que había cosas que me perdía o de las que no me enteraba.

—Así que lo lograste también —sonreí, aunque él no podía escucharme—. ¿A qué universidad vas a ir?

—Muérete de la envidia —el silencio se hizo un poco pesado hasta que él finalmente contestó—. Edimburgo. Voy a cumplir tu sueño, Erin Hale.

—Idiota...

Me reí mientras insultaba. En realidad me alegraba por él. Evan siempre fue un poco cerebrito y si había conseguido ir a una universidad en Europa se lo merecía. Después de todo, el tiempo y la distancia también funcionó bien con nosotros. Habíamos hablado por Skype, le perdoné, y volvíamos a ser algo así como amigos.

—Lo que sea, solo te llamaba para recordarte que esta es tu noche y, como tal, debes emborracharte, Hale —se burló, y luego escuché rugir una moto—. También quería que supieras que Gabrielle me contó que iba a ir a pasar las vacaciones a tu casa. Está feliz, no solo por poder escapar de su casa.

Me apoyé contra la pared y me estremecí. Tenía que haber cogido mi abrigo antes de salir.

—Sí, creo que las cosas no están muy bien allí... De todos modos es su vida, y sabe que cuenta con mi apoyo para todo.

Se hizo un largo silencio al otro lado de la línea. Evan fue quien lo rompió.

—Siento como ha pasado todo, Erin.

Hice un ademán. De nuevo, él no lo vio.

—El pasado, pasado está —suspiré—. Ahora solo queda mirar hacia delante.

—¿Palabras de una futura drama queen?

Eso me hizo enfadar un poco.

—Ten cuidadito, Evan. Voy a estudiar historia del baile, no teatro.

Él se rio. Algunas cosas no cambiaban, como que él se burlase de mí.

—No te molesto más, disfruta de tu noche, bailarina.

Hizo hincapié en la última palabra. Evan era así.

—Hasta pronto, futuro empresario exitoso.

Tentación. No te enamores de tu hermanastro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora