Capítulo 5

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Escuché a Jaden quejándose desde el salón, pero yo era incapaz de moverme. Con el cuerpo tensado miré atenta a cada lado de la cocina mientras mis ojos trataban de habituarse a la penumbra. No me gustaba la oscuridad. Nada. Ni un poco. ¿Quién sabía qué podía encontrarse acechando entre las sombras? Y eso era lo que yo estaba buscando, cualquier pequeño movimiento en los rincones de la habitación. Sé que puede sonar a paranoica, pero las películas de terror habían causado un gran daño en mi vida.

Con mi oído agudizado por la tensión escuché unos pasos comenzando a acercarse. Giré rápidamente la cabeza hacia la entrada a la cocina, haciendo que mi coleta me diese en la cara. Mi respiración, la cual hasta ese momento no había notado que estaba conteniendo, volvió a la normalidad cuando la silueta de Jaden apareció ante mí.

—Me parece que se han ido los plomos —comentó parándose en la entrada.

—Muy observador.

Aunque aquello pretendía ser un comentario mordaz mi voz tembló en la última sílaba revelando el pánico que sentía, y tal vez por eso no me gané un comentario sarcástico de Jaden. En su lugar le vi frotar lo que parecía su mano en su cabello, señal de que estaba pensando.

—Iré a mirar para restaurar los plomos, ahora vuelvo.

Empezó a darse la vuelta y mi corazón se aceleró. Mi único pensamiento era que iba a dejarme aquí, en esta cocina oscura, con el zumbido de la noche en mis oídos. Y mierda, estaba asustada.

—¡Espera! —Le llamé antes de que su cuerpo en tinieblas desapareciera de mi campo de visión—. Voy contigo.

Jaden no miró hacia atrás pero si se detuvo, esperándome. Sabía que era una mala idea, pero quedarme sola me ponía los pelos de punta. Caminé rápido hasta situarme a su lado.

—¿Dónde vamos?

Aun en la tiniebla pude ver su pequeña sonrisa traviesa filtrándose en sus labios.

—¿Has bajado alguna vez al sótano de casa, Erin?

Tragué saliva de forma demasiado ruidosa siguiéndole

¿Sabes esa cosa de la gente teniendo miedo a quedarse solos en casa por la noche por si ataca un ladrón? Bien, pues a mí lo que me da miedo es que salga una niña de la televisión o cualquier ser sacado de una película de terror. Es en ocasiones como estas cuando me atrevo a admitir que puede que esté algo loca.

Caminaba unos pasos detrás de Jaden, lo suficiente cerca como para no sentirme sola, lo suficiente lejos como para poder sentirme segura de mi misma. Estar a su lado de noche, en la oscuridad y con él en ropa interior me desconcentraba de una manera que tendría que estar prohibida. Y estaba prohibida para mí.

Las sombras se recreaban en la pared, producidas por la tenue luz de la noche que se filtraba por la ventana. Prácticamente esperaba que una de ellas se moviera y en ella se dibujase la silueta de un gran monstruo devora personas. Y entonces Jaden frenó de golpe frente a la puerta del sótano, no dándome tiempo a notarlo y chocando contra su espalda.

Reboté hacia atrás unos centímetros gracias al impulso, llevándome una mano a la cara para frotar mi nariz, la cual se había llevado la mayor parte del golpe contra él. A través de la oscuridad pude apreciar la sonrisa traviesa de Jaden y sus ojos mirándome fugazmente. Apreté mis puños conteniendo las palabras dentro de mi boca.

—¿Estás segura de que quieres bajar, Erin? —Preguntó alargando una mano hacia el pomo de la puerta—. Ahí abajo está muy oscuro.

—No tengo miedo de los fantasmas —solté demasiado rápido, al tiempo que daba un paso más cerca de él.

Tentación. No te enamores de tu hermanastro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora