Capítulo 16

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¡Hola a todos!

Como ha sido un largo tiempo desde la última actualización, hagamos un repaso...

(poner aquí voz del narrador de "Jane The Virgin". Si no la habéis visto, recomendada ^^ )

En capítulos anteriores...

Jaden y Erin son hermanastros. Se odian. Al final se aman. Tienen algo pero unos matones amenazan a Jaden por defender al hermano de su amigo, así que deja a Erin para que no la hagan daño. Ella lo descubre e intenta hacer algo por recuperarlo. La cosa termina con Jaden y Cody enfrentando a los matones mientras Gabrielle (amiga de Erin) y Erin lo ven. Erin, idiota valiente, decide hacer algo para salvarles el culo. Funciona, pero Jaden se enfada con ella.

Erin se aleja de él diciéndole que la deje en paz. Se ha acabado por siempre.

 

Y ahora, en el siguiente capítulo...

CAPITULO 17

Gabrielle me llamó al teléfono móvil. Cuando no contestó lo llenó a mensajes. Se había quedado con Cody para ver cómo estaba, y gracias a eso pude recibir un informe de los daños causados. No la culpé, si las cosas no hubieran ido tan mal con Jaden yo también estaría allí.

Había estado caminando por lo que se sentían horas, y debieron de serlo puesto que acabé en la playa. Es ilógico cómo cuando tu maldito cerebro está triste tus piernas te llevan a parajes tan románticos como tristes. Una playa al atardecer era ambas cosas para mí.

Me senté en la arena mirando las olas suaves rompiendo con delicadeza al acercarse al final de la línea del agua. No había viento y por lo que podía apreciar la marea estaba subiendo. El mar se veía más oscuro de lo usual gracias a la luz solar desapareciendo.

Y quería llorar.

A medida que pasaba el tiempo comenzaba a preguntarme por qué había actuado como lo había hecho. Jaden sólo había tratado de defenderme durante todo este tiempo… Pero el problema era que estaba harta de esa actitud, como si yo fuera una muñequita de porcelana. ¿Él podía enfrentarse a los matones pero yo no? ¿Sólo por ser chica? Tener vagina no me hacía más débil.

Abracé mis piernas entre mis brazos a medida que la temperatura bajaba y comenzaba a sentir frío, pero no me moví del sitio. Me quedé clavada sobre la arena, con la vista en el horizonte, donde parecía que el mar terminaba y el agua caería en cascada hacia el universo, perdiéndose en la inmensidad.

Mierda, la tristeza me hacía sacar mi vena de poeta melancólico.

Estuve parada así durante tanto tiempo que no me di cuenta del agua subiendo hacia donde yo estaba hasta que una ola mojó la punta de mis dedos. Parpadeé y me puse de pies antes de que la siguiente azotara, mojando mis pies y por poco mis pantalones.

La luz prácticamente había desaparecido, llenando la playa de tenues sombras y oscuridad. Eso, junto al frío, me convencieron de que era hora de volver a casa… Andando.

Pero estaba muy lejos y ya era de noche. No podía volver andando.

Resignada saqué el teléfono de mis bolsillos e ignorando las múltiples llamadas perdidas presioné el botón verde de llamada a alguien que sabía que no me iba a juzgar en estos momentos.

—Estaré allí en diez minutos —contestó Evan después de escuchar una pequeña explicación de qué hacía a aquellas horas sola en la playa.

Tentación. No te enamores de tu hermanastro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora