Capítulo 27

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Thomas

—¿Thomas? —se escuchó desde el otro lado de la puerta, junto con unos suaves golpes contra la madera —Thomas, levántate. Ábreme un momento —escuchaba la voz de mi madre decir. 

Dando un fuerte quejido, me levanté del pesado sueño que estaba teniendo. La hora en mi reloj decía que iban a ser casi las once de la mañana, mucho más tarde de lo que acostumbraba levantarme. Todavía sentía los remanentes de la noche anterior en mí. Todos llegamos tarde a nuestras casas. Con el hambre que habíamos tenido, después de que salimos del baile decidimos pasar por Sophia's para comer algo. Aún las diferentes partes de mi traje estaban tiradas por todo el cuarto, el que usualmente se mantenía bastante recogido. Me moví por toda la cama, intentando estirarme y quitarme todo el sueño de encima. Volvieron a tocar mi puerta, haciéndome por fin levantarme con un gran gruñido,  el cuerpo me dolía un poco por todo lo que habíamos bailado anoche. 

—¿Qué pasó? —contesté abriendo la puerta, bostezando y aún con los ojos entrecerrados por el sueño. El cuarto estaba bastante iluminado, así que no debía ser tan temprano tampoco. 

—¿Te levantaste ahora? —me preguntó mi madre, que se veía que estaba despierta ya por un largo rato. 

—Mjum —murmuré, frotando mis ojos con mis mano.

—Hice desayuno, baja para que comas —contestó ella, sin decir nada más, antes de seguir caminando. 

Todavía podía sentir palpablemente la distancia que había entre ella y yo. Desde nuestra última discusión, no habíamos tenido una conversación completa normal. Todas nuestras interacciones eran más bien frases cortas, información necesaria sobre nuestras vidas. "Hoy llego tarde", "Hoy voy a salir con mis amigos", "Hoy terminé las clases", etc. etc. 

Luego de ir al baño y hacer mi rutina mañanera lo más rápido posible, bajé para ver dos platos ya puestos en la mesa, llenos de comida. No era siempre de comer tanto en las mañanas, pero apreciaba el no tener que cocinar por mi cuenta, especialmente por lo cansado que me sentía.

—Buen provecho —nos dijimos mutuamente antes de comer. Los primeros bocados nos los dimos en silencio, como si no supiéramos cómo actuar frente al otro todavía.

—¿Cómo estuvo el baile? —preguntó luego de un momento. Respiré por un segundo, intentando dejar a un lado el enojo que había estado sintiendo hacia ella, y tratar de crear un puente para mejorar nuestra situación. Sabía que en algún punto las cosas debían volver a la normalidad entre nosotros, y una parte de mí pensaba que ya era tiempo. Nunca había pasado más de unos cuantos días molesto con mi madre, y ya se estaba rompiendo demasiado ese récord. 

—Estuvo bueno —contesté, tomando mi teléfono de la mesa y comenzándole a enseñar algunas de las fotos y videos que nos habíamos tirado la noche anterior. En cada una nos veíamos felices. Fotos individuales y grupales, de Dylan bailando como un desquiciado, de Ali y Freddy riéndose mientras bailaban juntos, de Robert y Freddy levantando a Dylan por un momento y este gritando del susto que lo bajaran. Otras fotos no se las enseñe, de Dylan y yo recostados en el piso, de mi cabeza en su hombro y él sonriendo hacia la cámara, de su mano con la mía.

—Se ve que la pasaron bien —dijo, regalándome una sonrisa —Y eso que tú que no querías ir —añadió, subiendo una ceja.  

—¿Y el trabajo? —cambié la conversación, para que notara que también me importaba su vida, y que estaba tratando de hacer un esfuerzo.

El resto de la comida nos la pasamos hablando de cómo había sido esta semana para ambos. Había sido mi última semana del primer semestre de grado junior, y también, según ella, su semana más ocupada de este mes, hasta el momento, en el trabajo. Poco a poco sentía como las cosas empezaban a tomar su rumbo normal, como volvíamos a tener la relación regular de madre e hijo que siempre teníamos, y no una llena de enojo y decepciones. 

Te amo, y por eso te odio. [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora