Todavía no me había terminado de despertar y ya me dolía horrores la cabeza. Ayer me lo pasé increíblemente bien, pero la música y la poca cantidad de alcohol que bebí no han colaborado en que hoy me encuentre bien.
Recuerdo que ayer lo pasé muy bien. Vino un montón de gente, allegada y no tanto. Pero que más da eso en una fiesta. Cuanta más gente mejor, ¿no? Lo único que no me gustó del día de ayer fue cumplir años. Quiero decir, ya son veinte, es raro.
En fin, me senté en mi cama y comencé a estirar mis brazos, eso era un gran placer al levantarme. Restregué mis ojos y sonreí, me había levantado contenta y de buen humor. Hacia sol y un bonito día. Todo era felicidad hasta que vi la hora. Las cinco de la tarde, ¿En serio?
Definitivamente era una jodida marmota.
Salté, prácticamente, de la cama y salí a darle los buenos días, o buenas tardes, a mi amiga.
Cuando vi su rostro y su cuerpo encorvado apoyado en la encimera de la cocina me réi. Tenía una cara de vagabundo que para qué.
-Mira que te quiero un montón, pero, amiga, ¿Qué le ha pasado a tu dulce cara? –me mofé.
-Mira que te quiero un montón, pero, tú, hoy no me hago cargo de ti si me da un taque agresivo. –dijo, refunfuñando, pero de broma.
Me abracé a su cuello y le bese la mejilla.
-¿Te encuentras mal? –pregunté, con seriedad.
-Sí –hizo un puchero-, me duele muchísimo la cabeza.
-Uy –hice una mueca-, pues venga, ven, túmbate en el sofá y descansa. Yo recojo la cocina cuando venga.
-¿Te vas? –preguntó, hasta que se acordó-. Oh, sí, has quedado con...
-Sí. –la corté-. Luego nos vemos. –besé su frente y me fui a arreglar.
Ella sonrió levemente y cerró levemente sus ojos, parece que se iba dormir de nuevo.
-Luego nos vemos en el apartamento de Ryan.
Hoy por la noche, iríamos al apartamento de Ryan a cenar. Desde que... Justin se fue, Ryan vivía allí.
Me duché, arreglé mi pelo y escogí la ropa que iba a utilizar, que constaba de: Unos shorts vaqueros con un pequeño cinturón marrón, una blusa con un estampado bonito y unas sandalias de color beis, decoradas con pequeñas piedrecitas. Arreglé bien mi pelo y me perfumé.
Cuando me había llegado su mensaje, salí corriendo de casa y poco tiempo después estaba subida en su coche.
Narra Justin.
-!Miles de gracias Toronto¡ –chillé, dando énfasis en todas las silabas.
Todo el estadio gritaba, toda la gente saltaba y cantaba junto a mi la ultima estrofa de la canción.
Había sido un ciclo increíblemente espectacular, y a pesar de que no habían sido las mejores circunstancias, había sido un placer hacer este gran tour con personas que me habían apoyado siempre. A pesar de todos los problemas, a pesar de todos mis pensamientos... A pesar de todo, siempre que subía al escenario conseguía sentirme uno más allí, sentir que hacía bien a todas las personas que me escuchaban. Y así me sentía yo, cuando pasaba la linea, y me adentraba en el escenario, todo lo malo desaparecía y toda le gente que había allí me trasmitía cosas geniales.
