Hay veces en la vida que tienes que elegir. Elegir, generalmente, no suele ser fácil. Hay veces que tenemos que elegir entre hacernos los enfermos y no ir a clase o hacer el esfuerzo e ir para prestar atención. Elegir entre ir a una fiesta o quedarte estudiando. Elegir si querer o no querer. Elegir si seguir o no seguir. Simplemente, elegir. Hay veces en la vida que debemos tomar decisiones, entrelazadas con nuestro nivel de madurez o nuestra edad. Los jóvenes, no vemos la vida, ni tampoco elegimos o pensamos igual que, nuestros padres, por ejemplo. Pero para eso somos jóvenes, para empezar a tomar nuestras primeras decisiones importantes, para decidir sobre nuestra vida, o sobre que camino elegir.
Ahora, con veinte años, creo que nunca he tenido más claro que camino quería elegir.
Y elegía, sin lugar a dudas, lo que ansiaba mi corazón.
Pero el problema es que lo que nosotros queremos, no siempre va unido a lo que debemos hacer. Era eso, o es que el destino simplemente tenía preparado un camino más difícil, con más pruebas y con muchos más obstáculos en mi camino, en nuestro camino, en nosotros...
Tal vez es que no era el momento, tal vez todavía no debíamos estar juntos. O tal vez había más cosas detrás... pero, estoy segura de que mi elección fue la correcta en ese justo momento, no para todas las personas. No para mí, no para él... pero era lo que se debía hacer.
¿O no? quien sabe... ni yo misma lo sabía, ni tú, ni nadie... ni nadie hasta ese justo momento. Ese momento en el que me di cuenta que había elegido.
Cinco horas antes.
Sonreí como una completa niña enamorada con aquel ramo de rosas lilas entre mis brazos. Era un gran ramo, decorado con un bonito lazo de color violeta y con una preciosa nota que fue la guinda del pastel:
"Una rosa por cada beso que deseo darte en cuanto vuelvas a estar entre mis brazos.
Nos vemos esta noche, preciosa.
Justin."
Hundí mi rostro en el ramo de rosas aspirando el dulce olor que desprendían las rosas cuando una entusiasmada Sara vino dando saltos hacía mí hasta casi hacer que ambas nos cayésemos.
-Ey, ey, ey, te quieres estar quieta, ¡me vas a tirar! –ambas nos reímos.
-Lo siento boba, jo, es que no he podido evitar la emoción. ¡Son preciosas! ¿Son de él, no? ¿Son de Justin? –preguntó con entusiasmo.
-Sí –me reí-, son de Justin. –informé con rubor en las mejillas.
-Aw, son preciosas, de verdad. ¡Que bonito! -parecía que se las habían regalado a ella-. Voy a por un jarrón con agua.
Me reí de su actitud entusiasmada –que obviamente me contagiaba– y esperé hasta que trajo el jarrón donde metimos el gran ramo de rosas lilas que ahora decoraba el salón.
-Y... bien. –alzó una ceja-. Supongo que ya has... pensado en todo y ya... –miró hacía el ramo alzando una ceja-, tienes tu elección. ¿no?
Nos miramos fijamente por varios segundos y al final no pudimos evitar echarnos a reír descaradamente mientras Sara me acogía entre sus brazos tiernamente.
-Le quiero y... no puedo evitarlo... –confesé lo que ya sabía-. Y... –sonreí ruborizada-. ya solo quiero estar con él. Solo quiero que llegue esta noche y volver a estar con él por fin.
