(16) Más Mala que tú

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Por un instante me asusté; incluso di un salto.  Pero sus manos fueron rápidas mientras me volteaban y enmudecía mi grito con sus labios.

“Sorpresa” dijo Ezequiel con sus labios pegados a los míos.

“Casi me matas de un susto” le respondí riendo.

“Pues no lo volveré a hacer” dijo él apretándome más.

“Qué haces aquí? Cómo entraste?”

“Pues venía a darte la noticia de que Viviana salió en un viaje de trabajo y no regresa en un mes; estaba esperando decírtelo cuando ya estuvieras acá.  Pensé que un poco de compañía no te iba a molestar.  En cuanto a cómo entré, sencillo.  Tuve las llaves del apartamento por dos semanas y crees que iba a perder la oportunidad?”

“Eres un atrevido, lo sabías?”

“Cuando algo me interesa, hago lo que sea” me respondió Ezequiel besándome en los labios y continuando por mi cuello; deteniendo en los botones de mi blusa.

“Y quien le dijo que necesitaba compañía?” le dije en broma. 

Me miró y comenzó a besarme con una fuerza inimaginable.  En pocos segundos, ya no tenía mi blusa puesta y el mahón iba por el mismo camino.

“El que ninguno de los dos nos podamos resistir al otro; eso es lo que me hace pensar en hacerte compañía.”

Me sentía feliz en sus brazos, era la mujer más dichosa del mundo.  Tal vez no era bajo las mejores circunstancias, pero lograríamos llegar a algo.  El cargo de conciencia corría por mi mente pensando en mis padres; pero era tan especial lo que estaba sintiendo en esos momentos, que sobrepasaba lo que mi conciencia pudiera pensar.

Por Ricardo, nada que sentir ni pensar.  Estaba a su lado por un chantaje, y eso hacía tiempo que había dejado de ser amor.  Necesitaría buscar una manera de ser libre de él; o rogar que consiguiera a alguien que lo enamorara de tal manera, que se olvidara de mí.  Solo tendría que darle tiempo al tiempo.

La mañana siguiente, desperté en los brazos de Ezequiel.  El calor de nuestros cuerpos y el contacto de nuestra piel, era algo indescriptible.  Lo observaba mientras dormía; con la esperanza de que algún día fuera solo mío, sin importar lo que dijeran los demás.

El sonar de su teléfono interrumpió mis pensamientos.  Ezequiel abrió sus ojos, y al mirar la pantalla, se quejó.  Ya podía imaginarme quien estaba en el otro lado de la línea.

“Hola, cómo estás Viviana?” fueron las palabras que salieron instantáneamente de su boca, pidiendo disculpas con su mirada.

Decidí darle su espacio, así que me levanté y me puse la camisa que él tenía puesta la noche anterior; dirigiéndome a la cocina. 

Una vez llegué a la cocina, me di cuenta que no había mucho para hacer; mejor dicho, nada.  Había ido de compras con Adrianna, pero el supermercado no fue una de esas paradas.

Me senté con el teléfono en mis manos y comencé a jugar con este.  Unos minutos luego, Ezequiel se sentó a mi lado y me abrazó.

“Porqué te fuiste de la cama?” preguntó él dándome un beso en la mejilla.

“Solo quería darte tu espacio” le respondía.  Era cierto que quería darle su espacio, pero también estaba el hecho de que escucharlo, tal vez, decirle cosas lindas a Viviana, me iba a incomodar.

“No tienes porque darme ningún espacio.  Adoro estar contigo.”

“Yo también” le respondí y lo besé.

Amor ClandestinoWhere stories live. Discover now