25. Cuéntame sobre ella

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Olivia Jones.

Nunca había visto el cielo tan azulado, por lo menos no desde arriba.

Podía ver como el blanco algodón pasaba de estar por debajo de mi hacía por arriba, mientras el avión aterrizaba en la plataforma de Londres. Eran apenas las nueve de la noche cuando el avión toco territorio londinense.

Nuevamente en Londres.

Nuevamente en mi ciudad natal.

Nuevamente en casa.

No era nada como lo recordaba, bueno, por lo poco que recordaba del lugar. Mi padre nos había sacado de allí a mi madre y a mí cuando apenas era una niña, y cuando le había reprochado irnos de aquí o había mencionado la posibilidad de volver él había dicho que habíamos estado estancados en esta ciudad mucho tiempo como para volver aquí.

A veces sospecho que a mi padre no le agradaba esta ciudad, él siempre había sido del agitado mundo de Londres, donde vivió toda su vida. De hecho, conoció allí mismo a mi madre. Puedo recordar insistiéndole a mi madre que me cuenta una y otra vez como se conoció con mi padre, no era una historia muy romántica y no creo que “amor” haya sido la primera palabra que pensaron cuando se encontraron en una antigua cafetería ambientada en la época inglesa de los ’80, pero era importante para mí por el simple hecho que los unió de una manera especial.

Mi tía se encontraba en la salida le aeropuerto, tal y como lo habíamos planeado el día anterior por teléfono cuando pensamos en lo aglomerado que estaría el aeropuerto, de caso contrario habría sido toda una misión imposible encontrarnos.

Ella sí que lucía igual que siempre, seguía teniendo los mismos rasgos perfilados que mi madre, la misma nariz y ojos que recuerdo ver en mi madre, agregándole unas cuantas y pequeñas arrugas invisibles al ojo humano en el costado del ojo. Por un momento vi a mi madre esperándome en la salida, pero la ilusión se fue cuando un chico alto choco contra mí, no era mi madre, era mi tía, ella nunca volvería.

—Lo siento mucho. —Dice una voz aterciopelada. Poco después lo veo agachándose a mis pies y me pregunto qué está haciendo hasta que me doy cuenta que se me ha caído el bolso de mano. Entonces yo también me agacho y empiezo a recoger las cosas que se desparramaron por el piso del aeropuerto.

—Gracias. —Digo cuando termino de poner todo en el bolso.

—Siento haberte chocado, iba retrasado, de hecho, aun estoy retrasado. Me tengo que ir. —Antes de que pueda mirarlo mejor el chico que fácilmente me sacaba una cabeza de ventaja había salido corriendo entre la gente.

Vi como desaparecía por la multitud y mire a mi tía nuevamente, quien sonreía de oreja a oreja. Empecé a caminar nuevamente hacia mi tía.

—Era lindo ¿No lo crees? —Dice mi tía tomando mi maleta de mi mano. Yo miro hacia atrás sabiendo que se refería al chico que acababa de chocarme, pero realmente no lo había visto, así que me encojo de hombros y digo;

—Supongo.

—Claro —Dice ella burlonamente. —Vamos. —Ella me conduce hasta el aparcamiento y allí hace sonar la alarma de uno de los autos estacionados en diagonal.

Mi tía preguntaba un millar de cosas sobre todo, como esta mi padre, como he estado en este tiempo, porque estaba en Estados Unidos, pero nunca toco el tema de mi madre, como había estado con su muerte. No la había visto desde su funeral, aquí mismo, mi padre había decidido que sería adecuado enterrar su cuerpo en su ciudad natal. ¿Será que a ella aun le sigue afectando? ¿Será que cree que a mi aun me afecta? Yo ya había asumido que nunca más tendría una madre, mi padre no había querido salir con nadie más después de lo sucedido, y en caso de que fuera así no sería lo mismo.

La casa era la misma que hace años y no había cambiado para nada. Tenía fachada de piedra grisácea y se habían plantado unos cuantos rosales al borde de la casa. No era una gran casa, pero se sentía como un hogar.

Por dentro había sido modernizada. En la sala principal tenía unos sillones de cuero negro, delante tenía una mesa blanca que tenía un vidrio encima y un florero negro que poseía unas cuantas rosas, las cuales no dudaba que habían salido del rosal de afuera. Las paredes eran blancas y en un mueble un portarretrato llamo mi atención.

Camine apresuradamente hacia él y lo tome, todo ello con mi tía observándome. Era una foto de mi madre meses antes de la tragedia, ella lucia tan viva, era imposible creer que unos meses después iba a estar tres metros bajo tierra.

—Era hermosa. —Dice mi tía, caminando hacia mí y mirando por sobre mi hombro la foto.

—Lo era. —No tardo en secundarla. Era realmente hermosa. Tenía el cabello rubio un poco más largo de lo que lo tengo yo y unos ojos pardos que te atrapaban. Miro a mi tía con esperanza. —Cuéntame sobre ella.

Prohibida » Justin BieberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora