11. ¿Quién es Marco?

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Olivia Jones.

Todo era tan silencioso. Parecía como que todo se había esfumado, tuve que girar un par de veces para chequear que todo el mundo seguía allí, ni siquiera el ruido de las maquinas se oía. En cambio, estaba observando a Justin recoger las cosas de su bolso que había tirado por allí, disfrute la vista de sus omoplatos tensarse y relajarse a cada movimiento que hacía, hasta que se puso nuevamente la remera, sin embargo se la quitó nuevamente y sin mirarme ni darme algún tipo de indicación se dirigió hasta los vestuarios. Se daría una ducha, estoy segura.

Mire la remera de Justin tirada en una figura abstracta en el suelo, rodé los ojos y la recogí, la mire unos segundos y disfrute el tacto de la tela de algodón contra las yemas de mis dedos, finalmente la doble en un perfecto cuadrado y la guarde nuevamente en su bolso.

Me senté en la banca y mire hombres corpulentos mojados pasar por delante mío, algunos de ellos me miraban y me guiñaban el ojo, pero ninguno era Justin.

Percibí movimiento a mi lado, así que volteé y me encontré con un-siempre-sonriente Joe sentado justo a mi lado.

—No te preocupes. —Dice golpeando mi hombro con el suyo. —El suele pasar horas y horas allí adentro.

—No me preocupo, solamente quiero hablar con él. —Me encojo de hombros.

—Bueno, como dije él puede pasarse horas y horas allí.

—Joe, no lo cubras. Se cuando una persona me está evitando y el definitivamente lo está. —No es la primera persona que me evita y de seguro no será la última tampoco.

—No te está evitando, no te puede evitar aquí. —Dice con una sonrisa diferente en su rostro.

—¿Por qué? —Me es imposible no preguntar.

—Porque él sabe que le quedan cinco minutos o pateare su trasero fuera de allí este como este. —Dice riendo, yo también lo hago. —Está atrasando la fila. —Joe tiene razón, miro la larga fila de hombres que hay fuera del vestuario, eso lo provoco Justin.

Joe controla su reloj constantemente y segundos antes de que Joe valla por Justin sale mojado de pies a cabeza incluso con la ropa. Lo miro con la boca abierta.

—Me han dado una paliza de agua. —Dice encogiéndose de hombros. Eso lo responde todo.

Tomo las llaves del auto y las agito frente a él con un. —Yo conduzco.

El trata de quitármelas, pero sus intentos son fallidos. —¿Qué? No.

—Sí. —Asiento con entusiasmo. —¡Sorpresa, Justin! Estamos en el siglo XXI, las mujeres aprendieron a conducir.

El bufa. —Que hayan aprendido no significa que lo hagan bien.

—Eso es totalmente machista. —Me quejo. —No creí que seas de ese tipo.

—Pues no lo soy, pero estoy cansado como para soportar la capacidad de conducir de una mujer. —Dice y extiende la mano para que le de sus preciadas llaves.

—Exacto, estás cansado. Yo conduzco. —Y antes que puede siquiera a decir algo doy media vuelta y me largo del lugar, la única opción que tiene es seguirme o irse caminando del lugar, y por lo que se no está muy cerca de su humilde morada.

Me siento tranquilamente en el asiento del piloto agradeciendo que un viejo amigo mío, Marc, me enseñara a manejar, pues mi padre no encontraba la gracia de pagar unas clases de manejo ya que siempre estaba acompañada de un chofer. Espero pacientemente a que Justin deje de comportarse como un niño de cinco años y se monte al vehículo. Finalmente el entra como alma que lleva el diablo al auto y cierra la puerta tan fuerte que temo que se haya descolocado, pero todo está en orden.

Prohibida » Justin BieberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora