25: Estrellas pt. I

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« niall »


La noche llegó, mis extremidades seguían sintiéndose como si fueran de acero puro y tenía que arrastrar mis pasos. Llamadas habían llegado a mi teléfono sin descanso, cientos de mensajes y llamadas de mamá, tal vez preocupada porque su hijo no llegaba a casa y la noche había caído. Tal vez eran mensajes de Harry... de los chicos. Los sábados teníamos nuestra noche de videojuegos o cualquier otra cosa estúpida que encontráramos para pasar el tiempo. Si no había una fiesta en fin de semana, teníamos una cita en casa de Liam para ello.

Miré hacia el frente, tratando de contabilizar el número de metros que me faltaban para llegar a casa de Diane. Mi cabello estaba húmedo, al igual que mi cuerpo entero. Era un asco, estaba bañado en sudor y probablemente apestaba como nunca. Pero tenía que saldar cuentas, tenía que recuperar mi vida... o al menos, mi corazón, porque se encontraba entre las manos de una chica que ni cuenta se daba de ello.

Sin saberlo, Diane Fray, la castaña con ojos color miel con destellos grises, los ojos más peculiares que jamás vi antes, me tenía entre sus dedos. Tenía mi corazón en sus manos y ella no tenía ni la menor idea de la importancia que tenía.

Pero no le culpé nunca, ya que era mayormente mi culpa.

Mi teléfono sonó de nuevo en mi bolsillo, sacándome de cavilaciones lo tomé y respondí a la llamada sin checar siquiera la pantalla para asegurarme de saber con quién iba a hablar.

—Hola. —respondí con cansancio evidente.

Bebé, soy yo. No has llamado en todo el día. — ¿Qué diablos? Esa era claramente Valerie, pero ¿Quién le había dado mi teléfono y por qué creía que tenía el derecho a llamarme así?

—Oh, creo que es un número equivocado. —dije y colgué, rápidamente configurando su número para mandar sus llamadas al buzón sin tener que preocuparme por escuchar su voz.

La peculiar casa de Diane se divisó en el horizonte y sentí el peso de mis extremidades aún mayor. Tenía mucha suerte si lograba llegar con vida a su hogar sin parecer moribundo.



« diane »


A pesar de la ducha y de que me encontraba considerablemente más calmada que antes, seguía sintiendo el corazón latiendo detrás de mis oídos con fuerza. Mi sangre corriendo a rápida velocidad por mis venas, al igual que la incredulidad, la adrenalina y el enfado.

¡Cómo se atrevió él a llegar como si nada hubiese ocurrido!, ¡cómo si habláramos todos los días como mejores amigos!, ¡cómo se atrevía a llegar a hacerme sentir cosas que yo no quería sentir!

Yo quería odiarlo, quería poner de toda mi fuerza de voluntad en ello. Quizá esa era la única manera de no sentir dolor por algo que no era mío y que probablemente nunca lo sería. No con mi manera de ser, no con su personalidad, no con todos los obstáculos que la vida y nosotros mismos poníamos en nuestro camino.

Cerré los ojos y suspiré, pude percatarme de la mirada de mamá frente a mí mientras colocaba mi cena en frente.

— ¿Todo bien, Diane? Te veías muy alterada cuando recién llegaste a casa, pero decidí no preguntar al respecto hasta que te vieras mejor. —mamá mencionó y me percaté de la falta de un plato con alimento. Ella definitivamente no iba a acompañarme a cenar.

—Todo bien, no te preocupes. Ya sabes, correr me ayuda a deshacerme del estrés. —aunque esa era la primera vez que en lugar de liberar mis emociones, todo se había complicado aún más. Todavía podría sentir el nudo en mi garganta y el revoltijo de emociones.

To Niall, with love || niall horanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora