Capítulo 32.

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El papel de "mamá osa" le quedaba perfecto, en especial cuando tenía que ir ese día por los chicos a la escuela

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El papel de "mamá osa" le quedaba perfecto, en especial cuando tenía que ir ese día por los chicos a la escuela. Samantha había aprobado el curso de conducir hacía algunas semanas. Por culpa de que sus queridos hermanos le obligaron a tomarlo por precaución, pero solo hasta el día de hoy haría uso de todo lo que aprendió, ya que Braxton no se encontraba en la ciudad y le dejó la camioneta para que pasase por los chicos a la escuela. Aunque ella podría haberlo hecho en taxi o llevarlos en el transporte público, él se rehusaba, además de que Johnny, su guardaespaldas, se encontraba de viaje con él. Había sido toda una travesía para que al final accediera a dejarlos sin seguridad. Ella podría cuidar de los pequeños.

En cuanto bajó de la camioneta notó que todos se encontraban mirándola. A lo mejor se debía al hecho de que llevaba una falda amarilla estampada con una chaqueta de jean muy informal, mientras todos los demás entraban arreglados como si fuesen en la búsqueda de trabajos en una escuela de niños. Algunos los reconocía de las veces pasadas que había ido en búsqueda de los pequeños, otros simplemente era la primera vez que les veía.

Saludó a algunas mujeres con la mano mientras estas le regalaban una sonrisa al pasar con los chicos. Podría ser algo extraño para otro, pero para ella simplemente era algo normal y le gustaba ir por los chicos. Al acercase al salón de Bradley, los niños comenzaron a gritar.

—¡Bradley, tu mamá! —Ella los miró mientras comenzaba a acelerarse su corazón. Bradley no se encontraba rabioso o algo por el estilo, simplemente tomó sus cosas sonriente mientras comenzaba a caminar hasta la puerta para despedirse de su maestra con una sonrisa. Samantha se colocó en cuclillas para estar a su altura y saludarle.

—Hola, pequeño. ¿Cómo estás? —preguntó Sam mientras él la abrazaba sonriente. La chica le dio un beso en la cabeza mientras otro chico salía rápidamente.

—Adiós, Bradley, nos veremos mañana. Adiós, mamá de Bradley. —Rompieron el abrazo mientras el chico se despedía sonriente de su compañero. Samantha aún tenía esa sensación de que iba a tener un ataque al corazón en cualquier momento por culpa de su pequeño y sus amigos, quienes repetían todo el tiempo que ella era su madre. Aunque eso no le molestaba, pues ella estaba en toda la disposición del mundo para actuar como su mamá si era necesario, pero aun así seguía pareciéndole una locura, seguía acelerándole el corazón a lo loco.

—Vamos por Sandy, se pondrá feliz de verte —habló mientras ella se levantaba y era llevada por el pequeño de la mano en la búsqueda de su hermana mayor. Y estaba en lo cierto al decir que se colocaría feliz de verla, pues en cuanto vio a Sam la pequeña corrió hasta ella para darle un abrazo gigante.— Te lo dije.

—Hola, linda. ¿Cómo estás? —preguntó mientras le tomaba las mejillas a la pequeña para darle un beso fuerte y luego abrazarla con cariño. Samantha no podía negar que estos niños la tenían por completo, simplemente debían decir algo para que ella lo hiciese de inmediato, incluso podrían sonreír y ya la tendrían como tonta diciendo que sí sin querer. Daba miedo, pero amaba esa sensación. Amaba tenerlos alrededor y cuidar de ellos. Les quería demasiado.— Papá dijo que volvía pronto de su viaje a Nueva York.

UNA NIÑERA PARA MIS HIJOS |LIBRO #1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora