Epílogo

1.3K 146 26
                                    

No sé cuántos años han pasado. A partir de las cinco primaveras, cuando cumplí veinte, dejé de contar.

No tardamos mucho en llegar al distrito 12. La travesía en tren se me hizo mucho maś corta que el viaje de ida, tal vez porque estaba emocionada. Nunca había estado tan emocionada.

Ahora vivo con Caleb en la Aldea de los Vencedores, en la casa contigua a la de Katniss, y a dos casas de la antigua vivienda de Haymitch.

Sí, antigua.

El mentor de mi mentor murió hace pocos meses a causa del alcohol.

Pero estamos bien. Ellos están bien.

Antes, sin embargo, Caleb y yo vivíamos con Katniss y Peeta, hasta que cumplimos los dieciocho. Yo iba todas las mañanas a cazar con ella y, aunque teníamos (y tenemos) dinero de sobra, no hay nada mejor que el sabor de la carne de caza y un buen día en el bosque para desahogarse.

Hoy no me acompañará.

Sucedió hace unas semanas, cuando Katniss, Caleb y yo almorzábamos en casa de ellos (Peeta no había llegado, pues reconstruyó su panadería y retomó el negocio familiar):

—¿Has hablado con Leyre? —preguntó Caleb, mientras rodeaba mi mano por debajo de la mesa.

—Sí —dije con una sonrisa—. Está bien, como siempre, aunque Blaine sigue siendo el hijo más revoltoso del mundo.

Katniss soltó una risita nerviosa. La notaba algo tensa, pero no me atreví a preguntar.

—Claro.

—Katniss, ¿por qué no hemos ido hoy a cazar? —dije al fin.

Ella se llevó un dedo a los labios.

—Ahí viene Peeta.

Siempre me he preguntado cómo es posible tener un oído tan fino. Supongo que ha mejorado desde que el Capitolio le reconstruyó el izquierdo, aunque tal vez siempre hayan sido así.

En efecto, la puerta se abrió con un chasquido.

—¡Caleb, traigo pan recién hecho! —exclamó desde el pasillo.

Katniss se levantó de un brinco y corrió hasta la puerta, seguida de cerca por Caleb y por mí. Cuando mi chico y yo nos asomamos, Peeta y ella se fundían en un cariñoso abrazo, aunque mi antiguo mentor parecía sorprendido.

—Katniss... ¿qué haces aquí? ¿No has ido a cazar con Vanilla?

Observé a Katniss. La tensión había desaparecido de su rostro y en su lugar, el Sinsajo lucía una enorme sonrisa.

—Verás, Peeta. Habría ido a cazar... si no fuera por el bebé.

No puedo evitar sonreír al acordarme de aquel día. Sin embargo, me sobresalto al notar algo apretándome el hombro. Mis sentidos se ponen alerta y por un momento regreso a los Juegos, recordando las muertes de Sam y Alice. No puedo evitar soltar un chillido y pegar un codazo a quien sea que me haya tocado.

—¡Vanilla! Tranquila, soy yo.

Me giro sobresaltada y veo a Caleb, que se aprieta el abdomen con una mano y sonríe, aunque pronto su gesto se tuerce en una mueca de dolor.

—Lo siento —me disculpo, notando un súbito escozor en los ojos.

Él viene a sentarse a mi lado en el sofá y me rodea con un brazo, gesto al que correspondo apoyando la cabeza en su hombro y aspirando su aroma a limón.

Capitol is not my homeWhere stories live. Discover now