Capítulo 11: Promesas

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Sólo al entrar por fin en la cueva, Caleb y yo nos permitimos seguir llorando.

Lágrimas incansables humedecen nuestras mejillas: él lo hace en silencio, yo dejo que los sollozos salgan desde lo más profundo de mi corazón.

Un corazón que Sam ya no tiene.

Su imagen parece haberse grabado en mi memoria, pero no la de los Juegos, sino su rostro despreocupado del Centro de Entrenamiento: pelo rojo y formando unos perfectos bucles que Annabel peinó con esmero, ojos verdes que parecen contener todo un mundo en su interior, divertidas pecas salpicando sus mejillas y su preciosa nariz, una sonrisa encantadora que muestra todos los dientes.

En resumen, un rostro difícil de olvidar.

Así que, en silencio, me prometo a mí misma no mirar esta noche al cielo, para quedarme con la imagen que tengo en la cabeza.

Cuando mis ojos parecen deshidratados y no consigo llorar más, me fijo en Caleb, que ya ha secado sus lágrimas y engulle el resto de la ardilla intentando parecer calmado.

Pero, ¿lo está de verdad?

Oh, claro que no.

—Este lugar parece vacío sin ella —suspiro.

—Vanilla... tenemos que hablar.

Mi corazón da un vuelco. ¿Ha decidido que es mejor dejar de ser aliados? ¿Cree que serlo sólo sirve para hacerle sufrir? ¿Acaso piensa abandonarme a mi suerte?

—¿Recuerdas... —empieza, y bajo la vista— la promesa que hicimos en el Centro de Entrenamiento?

Asiento, tragando saliva.

—Que moriríamos los dos y sacaríamos de aquí a Sam con vida.

Levanto la cabeza y miro directamente los ojos grises de Caleb. Pues claro, ya sé de qué quiere hablar.

—Ya que no pude cumplir esa promesa —me dice—, lucharé por conseguir lo que te prometí en la Entrev...

—No pienso dejar que me protejas —le interrumpo inmediatamente—. ¿Acaso te crees que sería feliz si tú mueres y yo vivo?

—Pues tenemos un problema —replica Caleb, acercándose a mí—. Porque yo sólo seré feliz si tú te mantienes a salvo y con vida.

Le miro a los ojos, a tan sólo unos centímetros de distancia.

—No es justo. Estás siendo egoísta —me quejo—. Quieres ser feliz mientras yo no consiguiré darle sentido a mi vida.

—Bueno, has estado dándole sentido durante quince años.

—Sólo hasta que murió mi abuelo.

—¿Y qué hiciste durante los meses que pasaron hasta la Cosecha?

—Acabo de decirlo, intentar sin éxito darle sentido a mi vida.

—Lo siento.

Su repentina disculpa me deja atónita, mientras veo cómo Caleb baja la mirada.

—No debería haber sacado el tema de tu abuelo —continúa.

—Hagamos una cosa —propongo, colocando mis manos alrededor de su mandíbula para que vuelva a mirarme—. Dediquémonos a disfrutar el tiempo que nos queda.

—Que me queda —me corrige—. Recuerda que...

Sin embargo, no le dejo terminar y le atraigo hacia mí para besarle.

El chico parece sorprendido, pero sólo al principio: rodea mi cintura y me muerde suavemente el labio, como castigo por haberle interrumpido.

Mientras caigo lentamente de espaldas en el suelo de la cueva, recuerdo la promesa que me hice a mí misma tras la Entrevista: sí, me juré que Caleb saldría vivo de estos Juegos, pase lo que pase.

Capitol is not my homeWhere stories live. Discover now