Capítulo 13 Leyendas

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CAPÍTULO 13

LEYENDAS



El mensajero amarraba su caballo frente a la posada en la entrada del pueblo. Había recorrido cientos de millas desde Sajonia hasta la región de Suavia en el extremo sur del Imperio Germánico. La travesía había sido agotadora, pero tenía una misión que cumplir: llevarle el importante a Lord Bruce von Dorcha, conde de Suavia que su hija Leila no estaba muerta y que había sido hallada en la región de Harz. Ya podía imaginar Goeffrey la cara del conde al recibir tan grande noticia. Su hija estaba viva y se encontraba sana y salva en el castillo de Harzburg bajo el ala protectora de Lord Aelderic Cuthberht. Pero antes necesitaba un refrigerio e información, así que entraría a la posada a preguntar cómo llegar al castillo del conde. De una vez podría comer y beber algo.

La puerta de la posada se abría de golpe y todos los presentes se volteaban a mirar a Goeffrey. Aunque no era enemigo, él era un forastero en la región. Sus facciones delataban su procedencia y los sajones no eran bienvenidos en muchas de estas regiones que estaban muy cerca de varios reinos como Francia, Hispania y la invasora Italia... La sangre visigoda imperaba en estos lares y esta etnia amenazaba la paz del Sacro Imperio Germánico en estos precisos momentos.

—Buenos días—, saludó escueto al percibir la mirada curiosa y por demás huraña de todos los presentes en la barra de la posada.

—Buen día—, una joven y voluptuosa mujer que estaba parada detrás del mostrador de la barra le contestó de manera sonriente, más por la habitual cortesía demostrada a un cliente que por gusto.

—¿Tendrá usted algo de comer y beber para este viajero?—, preguntaba sonriendo Goeffrey a la dama mientras se acercaba a la barra. Una sonrisa era la mejor manera de ganarse la confianza de una dama.

—Hay cordero, verduras y vino... ¿desea?—, la mujer contestaba y salía de atrás del mostrador moviéndose con un sensual vaivén de caderas, comportamiento propio de aquellas féminas que atendían posadas y bares; mujeres libertinas que gozan de la compañía de un hombre distinto cada noche.

Goeffrey la observaba, mientras ella le obsequiaba una enorme sonrisa. Aunque era difícil elegir entre la hermosura de su rostro y sus voluptuosos pechos que parecían querer salir de su vestido tan ceñido.

—Si es tan amable, me gustaría ordenar... El vino me lo puede traer primero, por favor.

—Por su puesto. Vuelvo enseguida. Mi nombre es Saranah—, y dándole un pícaro guiño de ojo se volteó sacudiendo su larga y oscura cabellera con aires de coquetería.

Habiéndose comido la deliciosa carne y tomado en dos sorbos el vino, Goeffrey le agradecía a la mujer por su gentileza. Ella se acercaba con amenazante sensualidad más de lo debido al mensajero, quien ahora no podía despegar su vista de los pechos de Saranah.

—¿Y qué hace un viajero del norte por estos lares?—, interrogó ella muy coqueta casi poniéndole los senos en la cara al hombre.

—Soy un mensajero. Vengo de parte del duque de Harzburg a darle un recado al conde de Suavia.

—¿A Lord Sigmund?—, la mujer inquiría con naturalidad.

—Creí que su nombre era Bruce... Bruce von Dorcha—, el mensajero contestó luciendo confundido.

Saranah reaccionó tras la pregunta dando un brinco hacia atrás y sus facciones se desfiguraron del susto. Al fondo se oía un vaso caer al suelo en medio de un silencio sepulcral. El rostro de la mujer palidecía luego de haber escuchado el nombre del conde von Dorcha. Esta reacción sorprendió a Geoffrey que veía en los gestos de la mujer la imagen de quien ha visto un fantasma. —¿Qué pasa Saranah? ¿Por qué has reaccionado así?

—Porque me parece que está usted en un error. Pierde usted su tiempo...el conde Bruce Von Dorcha está muerto—, se oyó una voz masculina dirigirse al Goeffrey y éste miraba al caballero que se acercaba confundido y sorprendido a la misma vez.

—Pobre hombre. Habrá muerto de dolor tras creer a su hija muerta.

El caballero y Saranah se miraban el uno al otro cruzándose miradas tanto en confusión como de una sorpresa desagradable. Geoffrey sentía que algo no estaba bien dentro del repentino silencio y el asombro de los presentes tras mencionar el nombre del conde.

—¿Por qué han callado? ¿Qué está pasando?—Goeffrey demandaba una explicación ante tanto misterio, aunque no sabía si estaba en la posición de pedirla. El ambiente se había tornado muy hostil. Varios de los clientes salieron como huyendo, tan pronto él mencionó el nombre del fenecido conde.

Saranah se sentaba en la silla junto al mensajero mientras el otro hombre permanecía de pie mirando fijamente a Goeffrrey. —El nombre de la familia Von Dorcha está maldito. Mencionar este apellido es como invocar al demonio—, Saranah hacía la señal de la cruz repetidas veces y continuaba hablando en voz baja—. Los Von Dorcha fueron los amos de estas tierras. Su linaje trasciende de una estirpe ancestral y fueron convertidos al catolicismo cuando el rey visigodo Tolomeo decidió convertirse a la fe. El conde Bruce era un hombre muy poderoso y religioso. Pero la leyenda cuenta que su única hija contrajo una terrible enfermedad y murió cuando apenas tenía diecinueve años de edad. El pobre hombre estaba muy afligido. Culpaba a Dios de la muerte de su hija. Blasfemaba y renegaba en el nombre de Dios. Dicen que hizo pacto con el demonio. Pasada una semana de la muerte de la joven, el conde fue asesinado junto con toda su familia y la gente que vivía en el castillo. Su propia hija había regresado de entre los muertos y sedienta de sangre y totalmente poseída por el demonio, los había masacrado y bebido su sangre.

—¿Y se puede saber cómo se llamaba esta hija endemoniada?— preguntaba Goeffrey con un tono incredulidad pero muy atento al relato.

—Leila... Leila von Dorcha. ¡Jesús, María y José!— volvía a persignarse Saranah.

Goeffrey abrió sus ojos enormes. —Y según la leyenda, ¿hace cuánto ocurrieron estos hechos?— inquirió aún más escéptico el mensajero.

—De esto hace ya más de cien años... Los ancianos de la aldea, se refieren a ella como un 'vampyr'— la mujer pronunció esta última palabra casi en un susurro y parecía muy afectada y nerviosa al contar su relato.

—¿Un vampyr? ¡No puedo creer lo que me estás diciendo! Es totalmente absurdo—. Goeffrey estaba impactado. Le resultaba increíble lo que escuchaba. Pero cada detalle del relato encajaba perfectamente con los nombres y las características de la mujer que había sido hallada cerca del castillo. Aún así le resultaba inverosímil la historia que le estaba siendo relatada. —Debe haber un error. Tal vez me he equivocado de región. La mujer de quien hablan no puede ser la misma que... Dios. Si es así esta Leila von Dorcha está viva y tendría un siglo de edad. No lo puedo creer, es que parece una jovencita con su piel lozana y su rostro de angel.

—¡Por Dios Santo! ¿Cómo? ¿Usted ha visto ese demonio en persona?—, Saranah se levantaba de la silla y se refugiaba junto al enorme caballero que aún la acompañaba. El hombre sacaba una daga y la empuñaba amenazante a Goeffrey, quien se ponía de pie aterrado extendiendo su mano hacia al frente para calmar al hombre.

—¡Cálmense! ¿Qué les pasa? Baje esa daga amigo que yo he venido en son de paz.

—Ella... ¿lo ha mordido?—, preguntaba Saranah sumamente asustada.

—¡No! ¿Quién? Nadie me ha mordido. No entiendo de qué hablan... Yo sólo he llegado a este pueblo para avisarle al conde de Suavia que su hija Leila von Dorcha está sana y salva refugiada en el castillo de mi amo, Lord Aelderic Cuthberht, duque de Harzburg. Entonces me encuentro con una fábula que dice que la mujer es una criatura endemoniada que ha regresado desde el mundo de los muertos y que decapita personas y bebe sangre... Perdónenme pero es que no les puedo creer—. Goeffrey se preparaba para irse del lugar molesto, confundido, frustrado y aterrado.

Antes de que llegara a la puerta, Saranah lo detuvo. —No me cree viajero. Venga con migo... le voy a mostrar algo.

Saranah guiaba a Goeffrey fuera la posada y este la siguió a las afueras del pueblo. Justo a las faldas de la colina donde estaba enclavado el castillo de Argengau, donde en algún momento vivió la Leila que está en Harzburg o una Leila que es producto de una leyenda, o ambas y que al final sería la misma.


Ardith (Español) [Historia destacada-Featured]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora