Capítulo 10 Ni una gota de sangre

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CAPÍTULO 10

NI UNA GOTA DE SANGRE

PARTE I


Orla tocaba la puerta de la recámara de Ardith, pero nadie contestaba. Sacando su juego de llaves abrió la puerta. Al entrar en la habitación le preocupó encontrar a la niña aún profundamente dormida. Orla se detuvo junto a la cama y observó a la joven... Unas notorias y purpureas ojeras contrastaban con la repentina palidez que había adquirido su rostro desde que la vio en la mañana en el desayuno.

—Ardith... despierta Ardith. Orla movía suavemente a la joven para despertarla.

Ardith abría sus ojos con dificultad para enfocar a su nana quien la miraba con ternura. La jovencita le obsequió a su nana con una débil sonrisa, mientras intentaba levantarse pero un cansancio increíble reclamaba su cuerpo y no quería moverse de la cama.

—¿Ya es la hora de almuerzo, nana?

—Mi niña, ya es media tarde. Has dormido por horas. Llamé a la puerta varias veces y como no respondiste tuve que abrirla yo... ¿te sientes bien? Luces algo pálida—, la sirvienta colocaba su mano sobre la frente de su niña para cerciorarse de que no tuviese fiebre. En esos momentos, Ardith removió su cabello de sobre sus hombros, dejando al descubierto su clavícula y su largo cuello. Al voltearse y quedar de frente a Ardith, Orla dio un brinco y horrorizada le preguntó, —¿Qué es eso que tienes en el cuello?

—No me asustes, nana. ¿Qué es lo que tengo?—Ardith se levantó de la cama y caminó hasta donde estaba un espejo ovalado de cuerpo completo en su alcoba y al revisarse en la base de su cuello pudo notar dos pequeñas laceraciones; más bien parecían dos mordidas o picadas, paralelas una al lado de la otra. Lucían recientes, puesto que alrededor todavía la sangre seca alrededor de los dos agujerillos estaba de color carmín.

Ardith se palpaba las picaduras y no sentía dolor o sensación alguna sobre o en la piel circundante a las pequeñas heridas. —Ay, nana Orla, yo no sé... No sentí nada que me mordiera o me picara mientras dormía y en realidad no duele. Tal parece que la piel está como adormecida allí. ¡Qué extraño!... ¿No te parece, nana?

—Sí, es muy extraño... Ven conmigo a la cocina. Hay que ponerte algo allí para que no se ponga feo. Y luego vas a comer algo porque te ves muy pálida. Voy a mandar a las muchachas para que revisen el cuarto sacudan los colchones y cambien de inmediato las sábanas—, Orla tomaba de la mano a Ardith y ambas salían del cuarto.


PARTE II


—¡Aaaaahhhhh!— el grito de una de las muchachas de servicio se escuchó por todo el patio. Hasta la cocina se oyó el alarido que reflejaba más un gran susto que dolor. Todos salieron corriendo al oírlo y al llegar a los establos del castillo, más de uno se unió al coro de gritos al llegar y descubrir la macabra escena. Yacía sobre los pajales el cuerpo decapitado de una de las sirvientas: Danäe.

Era una imagen horrorosa. El cuerpo inerte encima de la pila de heno y la cabeza tirada al pie de la montaña de paja seca... sus ojos purpúreos y vacíos aún abiertos, plasmaban la expresión aterradora que tendrían al momento en que fue brutalmente ejecutada... Pero, ¿por qué, o por quién?

Todo era un caos... un horroroso caos en el patio del castillo. Las mujeres corrían de la escena; unas despavoridas y otras a buscar ayuda... aunque ya nada se podía hacer por la pobre víctima del brutal ataque que parecía haber sido perpetrado por una bestia y no por un humano. El rostro de la joven, o más bien su cabeza tirada en el suelo, mostraba unas marcas que parecían ser garras de algún animal enorme, un oso tal vez.

Lord Aelderic llegaba a los establos acompañado del mayordomo tras haber escuchado los gritos de las mujeres. Haciéndose paso entre las llorosas y aterradas sirvientas que aguardaban custodiando el cadáver, se detuvo frente a los pajales. El duque no podía creer lo que sus ojos estaban viendo. Era una escena horrorosa y macabra por demás. La joven había sido decapitada. Nunca había visto cosa igual, excepto en batalla. Pero esto sobrepasaba todo lo antes por el presenciado. Una terrible sensación de frío corría por su espalda mientras examinaba el cuerpo. Lo que le extrañó era que aún la joven siendo decapitada, la cantidad de sangre era mínima... ¿Qué tipo de animal tendría la fuerza para arrancarle la cabeza a un ser humano de un golpe y luego alimentarse de su sangre? Porque fuera de eso el su cuerpo parecía estar intacto.

—¡Jamison, manda a cerrar todas los portones que dan al huerto, al arroyo y a las murallas externas que dan al bosque! ¡Orla, corre a cerrar todas las puertas que den acceso a la casa desde los jardines posteriores! La bestia debe estar todavía cerca. Hay que buscar los arcos y las ballestas para acabar con ese animal antes de que cobre otra vida. Jóvenes, lleven el cadáver al terreno posterior y envíen mensaje al obispo del ducado. Hay que darle cristiana sepultura a esta pobre muchacha. ¡Vamos, a moverse!— Lord Aelderic impartía instrucciones a todos los presentes, tratando de permanecer estoico.

En esos momentos, Ardith llegaba a los establos.

—Padre, que está pas... ¡Ooohhh, Por Dios!—Ardith apenas había visto parte del cuerpo de la muchacha y casi se desmaya al llegar junto a su padre, quien la sostuvo evitando que cayera al suelo.

—No, Ardith, no veas esto. Por favor entra a la casa y no salgas. Hay un gran oso suelto por los predios del palacio. Si algo te llega a pasar, me muero.

—Pero... pero, ¿un oso? ¡Qué cosa tan espantosa! ¿Cómo es posible que algo así haya pasado dentro del castillo? Esta mañana yo la envié al cuarto de Leila para que le llevara desayuno... ¡Qué tragedia tan grande! Pobre Danäe—, Ardith lloraba y temblaba por la impresión.

—No te preocupes, hija. Saldremos de cacería en los predios del catillo y daremos con la bestia antes de que caiga la noche. Acabaremos con ella—. Lord Aelderic consolaba a su hija que caminaba hacia dentro de la casa acompañada por Orla.

—Nana, hay que avisarle a Leila que no salga del castillo. A propósito, ¿dónde está ella? Ardith le preguntaba a Orla preocupada por su amiga.

—Mi niña, esa es una muy buena pregunta—, Orla respondía en un tono sardónico.

Ambas entraron por la puerta de la cocina conversando sobre lo sucedido en medio del grupo de sirvientes que regresaban de los establos. Había mucho por hacer en el castillo mientras los hombres irían de cacería tras la bestia asesina.


Ardith (Español) [Historia destacada-Featured]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora