Volvió.

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Sentí que mis pies daban contra el suelo. Mi mano, por fin, pudo soltar la Copa de los tres magos.

-¿Dónde estamos?-pregunté.

Era más que obvio que habíamos abandonado los terrenos de Hogwarts. Habíamos viajado muchos kilómetros, porque ni siquiera se veían las montañas que rodeaban el castillo. Nos hallabamos en un cementerio oscuro y descuidado de una pequeña iglesia, cuya silueta se podía ver tras un tejo grande que tenían a la derecha. A la izquierda se alzaba una colina. En la ladera de aquella colina se distinguía apenas la silueta de una casa antigua y magnífica.

-Esto es asombroso... ¡La Copa es un translador!-exclamo Cedric emocionado.

Comencé a mirar todo el lugar, se me hacía muy familiar. Di una vuelta mirando todo con el ceño fruncido. "Algo no anda bien" pensé.

-Debemos irnos.-soltó Harry de la nada muy alterado.-Es el lugar de mis sueños, ______.

En ese momento comenzó a gritar tocándose la cicatriz, y comencé a sentir una grande opresión en mi pecho. Cerré los ojos ante el dolor.

-Cedric...-dije con la voz apenas audible.- Toma la copa. ¡Vamos, Cedric! ¡Tomala!

-Chicos, ¿qué está pasando?-preguntó Cedric preocupado. En ese momento vimos como una figura que se acercaba caminando derecho hacía nosotros por entre las tumbas. No podía distinguirle la cara; pero, por la forma en que andaba y la postura de los brazos, llevaba algo en ellos.

Desde lo lejos, se escucho una voz fría y aguda que decía:

-Mata al chico. A la chica, atala.

Entonces escuché un silbido y una segunda voz, que gritó al aire de la noche estas palabras:

-Avada kedavra.

-¡No!-grité. Lágrimas comenzaron a salir de mis ojos. Cedric no, él no podía morir. Es un chico valiente, dulce, buen amigo, atento. Alguien que simplemente se hace querer. Él no merecía ese destino, merecía ser feliz, tener una larga vida. Y se lo habían quitado. Se lo han quitado.

Levanté mi varita apuntó de gritar un hechizó ignorando todo dolor cuando unas sogas aparecieron de la nada atandome y logrando que mi varita se cayera y rodará por el piso a un metro de mí.

Vi como el hombrecillo de la capa había posado su lío de ropa y, con la varita encendida, arrastraba a Harry hacia una lápida de mármol. A la luz de la varita, pudé ver el nombre inscrito en la lápida antes de que Harry fuera arrojado a ella:

Tom Riddle.

El hombre de la capa hizo aparecer otras cuerdas que sujetaron firmemente a Harry, atándolo a la lápida desde el cuello a los tobillos.

Forcejeó, y el hombre lo golpeó: lo golpeó con una mano a la que le faltaba un dedo, y entonces comprendimos quién se ocultaba bajo la capucha: Colagusano.

-¡Tú!-grité Harry visiblemente molesto.

Pero Colagusano, que había terminado de sujetarlo, no contestó: estaba demasiado ocupado comprobando la firmeza de las cuerdas, y sus dedos temblaban incontrolablemente hurgando en los nudos. Cuando estuvo seguro de que había quedado tan firmemente atado a la lápida que no podía moverse ni un centímetro, Colagusano sacó de la capa otra tira larga de tela negra y se la metió a Harry en la boca.

Luego, sin decir una palabra, le dio la espalda y se marchó a toda prisa. Harry no podía decir nada y dudo que pudiera ver a otro lugar que no fuera lo que había delante de él.

El cuerpo de Cedric yacía a unos seis metros de distancia de él, muy cerca de mí. Un poco más allá, brillando a la luz de las estrellas, estaba la Copa de los tres magos. La varita de Harry se encontraba en el suelo, a sus pies.

A dark reality full of hope. (Harry Potter y tu).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora