Pasamos Corriendo (#5)

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Ella aún seguía paralizada. Yo debería estarlo, yo debería estar muriendo por dentro. Pero solo sentía que mi alma estaba quebrada, dolorida. De repente Ann mueve su cabeza hacia mí, y veo en sus ojos dolor. Estaban cansados, rojos, muertos en la noticia. Asqueada.

Su boca se abría de una forma lenta y temblosa 

– ¿Por qué?... Dime, ¿Por qué nosotras? – alzo su mano hasta sus lágrimas y se las retiro. Sus dedos zumbaban

-No lo sé – le dije con mi voz quebrada – no sabíamos lo que el destino tenia para nosotras – frunzo el ceño y me miro fijo

-Tu... si lo sabias – su voz se mostraba ronca – tú lo sabias muy bien

-¿De qué hablas? – Ann parecía volver a reaccionar al mundo, pero temía de que toda aquella reacción devuelta, sea furia hacia mí, y mi forma mierda de pensar

-Tú me dijiste. Tú me dijiste, que nada pasaría. Que nada ocurría – alzo su cuerpo y su mirada se tornó oscura y hundida en la furia – enserio pensé que nada pasaría... pero otra vez, Tara se equivoca, ¡Otra vez! – me miraba con fuego. Con furia. Con odio

-Ann... por favor, me equivoque. Solo fue un error mío

-Tú eres un error. ¡Tú eres un maldito error!

-Ann – dije. Intentando hacerla caer en razón

-No me digas nada. ¡Eres la peor persona de este mundo! – se paró con gran furia. Se acomodó la ropa que llevaba puesta y me miro – yo no quiero morir, no lo merezco. En cambio, tu... sufrirás cada segundo – doblo su cuerpo y se fue corriendo. Me dejo un sabor rancio en la lengua. Uno muy asqueroso. Sentía como si toda culpa saliera de mí. Vomite bajando mi cabeza, sosteniéndome el pelo. Cuando todo el fluido desagradable salió de mí, con mi mano, me retire las gotas que caían al suelo.

Era una suprema estúpida. No podía creer que le había llenado a Ann la cabeza de tanta mierda. Me sentía la peor de las personas. Peor aún, me sentía dolorida por lo que Ann me había dicho. No sé qué era, pero creo que es miedo. Miedo de que Ann en serio quiera hacerme daño. Solo de pensar en eso, mis pelos saltaban fuera de mí. Fuera de mí ser y en cambio se llenaba mi mundo de miedo. Mi mente se asqueaba de locura.

En medio de todo mi arrepentimiento, sentí una mano tocando mi hombro.

-No tengas miedo – era April – saldrás de esto

-Eso ahora no importa – se movió a mi lado y se sentó en la silla donde estaba Ann

-Debes ser fuerte – aquellas palabras me hacían acordarme de mi madre. De cuando le grite implorándole que me diera disculpas. Ahora siento yo, que debo darle disculpas. La culpa me recorre los huesos

-Eso intentare – la mire a la cara y me sonrió - ¿Cómo esta mamá?

-Ella no ha salido de su cuarto – la mire rápidamente

-Debes disculparte

-Lo haré. Después de ver la elección, he visto que tú eres la de la culpa, no ella – me sentía mal por todo. Me hacía sentir parte de todos los fraudes mundiales

-Tienes razón – y la tenía.

Tenía que yo pedirle disculpas a ella. Tenía que sentir algo en mi ser que me dé un poco de tranquilidad.

Espero que mi madre me perdone. Pero lo que más espero, es que no le dé un infarto al enterrarse de la noticia.

La ElegidaWhere stories live. Discover now