Capítulo treinta y siete

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Capítulo treinta y siete: Ajetreado

— Ten cuidado, Tōru.

Iwaizumi deslizó una de sus manos por la cintura de Tōru, acercándole a su pecho para depositar un corto beso en la frente ajena.

— Estaré bien, Iwa-chan, no debes preocuparte tanto.

Oikawa rio tomando las mejillas del moreno para también depositar un beso, pero en sus labios. Ambos se abrazaron por unos pocos segundos hasta que Oikawa tomó la iniciativa de separarse y despedirse con la mano antes de entrar a aquel local en el que trabajaba.

Iwaizumi miró el delgado cuerpo de Oikawa hasta que este desapareció de su vista, fue en ese momento que decidió darse la vuelta y volver a subir a su vehículo, preparándose para su siguiente destino: el edificio de Kuroo.

Habían pasado un par de días desde que había visitado por última vez su sitio oficial de trabajo, pues a pesar de ello su mayor parte del tiempo pasaba trabajando desde casa para mayores comodidades. Iwaizumi tenía un solo destino en mente, sin embargo, a mitad del camino una idea pasó por su cabeza que lo hizo desviarse momentáneamente de la ruta.

Los días en el trabajo habían sido tranquilos hasta hacía poco, Oikawa no podía quejarse de ello, pero cuando su jefe le informó que estaría haciendo una pequeña campaña de castración no pudo evitar suspirar y simplemente asentir con la cabeza

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Los días en el trabajo habían sido tranquilos hasta hacía poco, Oikawa no podía quejarse de ello, pero cuando su jefe le informó que estaría haciendo una pequeña campaña de castración no pudo evitar suspirar y simplemente asentir con la cabeza. Ese día en especial habían llegado más clientes de lo usual por el mismo motivo y Oikawa apenas tuvo tiempo para tomarse un descanso y comer una pequeña galleta con el objetivo de engañar el hambre que sentía.
Fue por eso que, cuando el reloj marcó la hora de la salida, tomó sus cosas y agradeció a su jefe antes de salir del local con dirección a la cafetería más cercana buscando comer algún bocadillo que aliviara el malestar que le generaba no haber consumido un plato fuerte desde que empezó a trabajar.

Agradecía que Iwaizumi hubiese hecho un delicioso desayuno para él antes de salir de casa, sin ello probablemente habría colapsado al poco tiempo.

Su teléfono vibró un par de veces, no debió adivinar quien le había escrito, así que abrió de inmediato la app de mensajes y observó detenidamente lo que Iwaizumi le había escrito.

Hola, Tōru.

¿Saliste del trabajo ya?

Escríbeme, iré por ti de inmediato.

Oikawa sonrió y negó con la cabeza sintiendo sus mejillas pintarse de un suave rojizo. Siguió su camino hasta llegar a la cafetería y ordenó de inmediato un trozo de pastel junto a una taza de té. Durante la espera se tomó el tiempo de responderle a Iwaizumi avisándole que estaría comiendo algo en la cafetería a un par de cuadras del local en el que trabajaba, luego se dirigió al chat de su mejor amigo y envió unos cuantos emojis buscando llamar la atención del albino quien no había dado señales de humo desde hacía rato.

Su pedido fue llevado a la mesa a los pocos minutos y Tōru no dudó en comenzar a comer, por no decir devorar, sus alimentos. El sabor dulce del pastelillo tenía el mismo sabor que la gloria para Oikawa, su concentración se fijó tanto en aquel trozo de pan que ni siquiera se dio cuenta cuando un cuerpo se acercó a su lado hasta que su nariz captó el aroma familiar obligándole a elevar la mirada tan solo para encontrarse con los ojos divertidos y brillantes de Iwaizumi.

— ¿Te he dicho lo lindo que te ves comiendo? — Iwaizumi acercó su mano a la mejilla de Oikawa deslizando su pulgar sobre la pequeña marcha de caramelo que se había quedado allí por accidente. Los ojos de Tōru siguieron la diestra de Iwaizumi hasta que su pulgar reposó sobre sus labios para saborear el dulce que el castaño había estado disfrutando momentos atrás. — Debes tener mucha hambre, cariño... ¿Quieres ir a comer algo después de esto?

— Uhm... Creo que estoy bien así, Iwa-chan. — Iwaizumi elevó una ceja. — Bueno... No quiero molestarte con esto, puedo comer algo en casa.

Los ojos del moreno se entrecerraron, Oikawa soltó un largo suspiro.

— Sí quiero, lo admito, tan solo déjame terminar esto.

— Claro. — Como un niño satisfecho, el mayor se sentó al lado de Tōru para observarle terminar de comer lo que había pedido.

Cuando el contenido de su plato y taza desaparecieron por completo, Oikawa estaba dispuesto a levantarse para pagar por lo consumido, pero fue detenido por la mano de Iwaizumi quien le volvió a sentar.

— Iré a pagar por eso, tú quédate aquí.

Los ojos de Oikawa observaron al moreno levantarse y caminar hasta la caja, en donde tal como dijo, sacó su billetera y pagó por lo que había estado comiendo desde hacía minutos atrás.
Cuando Iwaizumi volvió, Oikawa le observó con el entrecejo arrugado.

— No me mires así, Tōru. — Una risilla escapó de la garganta de Iwaizumi. — Anda, levántate, te llevaré a comer algo decente.

— Comí algo decente. — El moreno negó sonriente tomando la mano de Oikawa para guiarle hacia la salida del local y seguidamente ambos subieron al vehículo para movilizarse a otro sitio.

Tōru creyó que Iwaizumi le estaría llevando a un restaurante en las cercanías de la ciudad, pero se equivocó. Poco a poco comenzaba a acostumbrarse a la forma de ser de Iwaizumi, parecía que ese hombre generaba dinero por arte de magia con el único objetivo de gastarlo llevándole a comer a lugares exóticos o en pequeños detalles espontáneos.

Oikawa no pudo evitar preguntarse qué se sentiría contraer matrimonio con un hombre así, de seguro la necesidad nunca estaría presente en sus vidas ni en las vidas de sus pequeñas criaturas.

Se atrapó a sí mismo pensando muy profundamente en aquello y sus mejillas se tornaron de rojo al darse cuenta que era muy pronto para imaginar esa clase de situaciones. Iwaizumi era su novio, sin embargo, no sabía si él querría tener algo más en el futuro. Quizá Iwaizumi solo quería una relación por un tiempo antes de que...

— Es aquí.

Su vocecita interna fue interrumpida por la voz del protagonista de sus pensamientos, Oikawa llevó su mirada al moreno, encontrándose con sus ojos verdosos que le miraban con cariño.

Un revoltijo de emociones volvió a apoderarse del castaño.

¿Así se sentía estar enamorado? ¿Eran las personas tan sensibles al lado de sus parejas?

Oikawa sentía que su corazón escaparía de su pecho en cualquier instante si los ojos de Iwaizumi continuaban observándole de aquella manera.

— Andando, Tōru. Debes tener hambre todavía.

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