Capítulo veintinueve

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Capítulo veintinueve: Impaciente

El ruidoso sonido de la alarma resonando por toda la habitación logró que los ojos de Oikawa se abrieran. Su primera reacción fue la de apagar aquella alerta; sin embargo, un agarre en su cintura le impidió alejarse mucho de su sitio. Los ojos de Tōru fueron hacia atrás encontrándose al moreno de ojos verdes felizmente dormido, las mejillas de Oikawa se pintaron de un suave rosa al recordar la noche pasada. Era vergonzoso, por un segundo estuvo totalmente perdido en el momento y no estaba seguro de qué habría pasado si Iwaizumi no se alejaba de él.

Un largo suspiro salió de su boca antes de apartar con cuidado el brazo del azabache de su cintura y levantarse para así poder prepararse e ir al trabajo. La ausencia del cuerpo a su lado no tardó en hacerse presente y los ojos de Iwaizumi se abrieron minutos después de que Tōru se alejara. Desde su sitio era capaz de escuchar el ruido del agua cayendo. Después de un largo bostezo y un estirón de su cuerpo, el azabache se puso en pie caminando a tomar su ropa que había dejado a un lado cuidadosamente doblada y se la colocó nuevamente, tomaría un baño hasta estar en su casa para evitar incomodar al castaño.

Pocos minutos pasaron para que el sonido del agua cayendo cesara y del baño saliera Tōru con una toalla enrollada alrededor de su cintura a la vez que con otra toalla más pequeña secaba sus húmedos cabellos. Iwaizumi le observó por un par de segundos antes de sonreír y acercarse al castaño depositando un corto beso en su frente.

— Pensaba en regresar a mi casa para ducharme ¿Quieres que te prepare el desayuno antes de irme? — Preguntó el moreno en un susurro, Oikawa le observó y negó poco después.

— No es necesario, Iwaizumi. Regresa y descansa un poco más, sigue siendo muy temprano.

— Bien, ponme un mensaje cuando termines, sacaré el tiempo para ir a recogerte... Después podemos cenar juntos. — Pidió Iwaizumi, Tōru asintió.

El castaño recibió un último beso, esta vez sobre sus labios, por parte del moreno quien momentos más tarde se retiró de su hogar. Oikawa decidió entonces apurarse y terminar de alistarse para evitar retrasos, ese día era realmente especial para él y para su trabajo.

El reloj marcó las doce del mediodía, Iwaizumi soltó un largo suspiro mientras continuaba moviendo la copa en sus manos de forma circular

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El reloj marcó las doce del mediodía, Iwaizumi soltó un largo suspiro mientras continuaba moviendo la copa en sus manos de forma circular. La ceja de Kenma se elevó mientras disimuladamente criticaba al pobre hombre frente a él quien parecía desesperado por noticias de su pareja.

— ¿A qué hora empezó a trabajar Tōru? — Preguntó Kuroo, Iwaizumi despertó de su trance notando la mirada de la pareja sobre él.

— Alrededor de las nueve. — Respondió Iwaizumi, Kuroo rio. — ¿Qué es tan gracioso?

— ¿No es obvio? El trabajo de Tōru no es algo que se pueda realizar en un par de minutos, ten algo de paciencia, hombre. — Recalcó Tetsurō, Iwaizumi asintió, aunque realmente sentía que su paciencia se había agotado desde hacía rato.

No estaba desesperado por tenerle a su lado en todo momento, sino que se sentía preocupado, era consciente de lo mucho que aquel trabajo le importaba a Tōru y no quería que algo saliera mal y su buen humor se cayera a pedazos.
Kuroo observó la hora en su reloj de muñeca y suspiró antes de colocarse en pie y alejarse bajo la mirada de su esposo, por otro lado, Iwaizumi ni siquiera se percató de ello.

No pasaron demasiados minutos desde que Tetsurō se retiró y regresó, lo primero que este hizo al volver fue darle un manotazo en la espalda a su amigo y compañero obligándolo a regresar a la realidad.

— Levántate, fortachón, te llevaré de regreso con tu novio. — Hajime suspiró y sonrió momentos después terminando de tomar el último trago de vino en su copa.

Los tres presentes se colocaron en pie y retiraron de aquel restaurante que a simple vista podía verse que no cualquier persona entraría ahí. Iwaizumi sacó el teléfono de su bolsillo asegurándose de que no hubiera ningún mensaje sin leer del castaño.

Para su buena o mala suerte, sí que lo había. Oikawa le había escrito hacía solo un par de minutos comentándole que había finalizado su trabajo y saldría dentro de cuarenta minutos.
La pareja frente al moreno no necesitó preguntar, la respuesta la encontrarían solo mirándole el rostro al tonto enamorado que les seguía por detrás.

— Bien, me daré prisa. — Comentó Kuroo con una pequeña sonrisa a la vez que ayudaba a subir a su esposo al asiento de copiloto y se inclinaba a depositar un corto beso en su mejilla, recibiendo por respuesta un entrecejo arrugado por parte de su castaño esposo.

El automóvil se puso en movimiento una vez todos estuvieron en él dando inicio a un viaje de veinte minutos que desde el punto de vista del moreno duró más de media hora. La conversación entre Kuroo y Kenma fue totalmente ajena a él y solo prestó atención a su entorno una vez que se encontró en el centro de su ciudad a pocos metros de aquel local en el que se encontraba ubicada la clínica veterinaria en la que su pareja trabajaba.

— Hemos llegado, fortachón. — Anunció Kuroo con un tono burlón en su voz, Iwaizumi suspiró con una sonrisa en su rostro.

— Muchas gracias, les debo una a ambos. — Respondió el moreno despidiéndose de la pareja antes de bajar del vehículo y mover su mano una última vez en un ademán de despedida.

No tardó en adentrarse a la sala de recepción en aquel local, estaba silencioso, pero en la vitrina de atención al cliente se encontraba un castaño alto que organizaba unos cuantos papeles con tanto cuidado y silencio que pareciera no estar ahí.

— Bienvenido, qué podemos hacer par-

Los ojos de Tōru se fijaron en Iwaizumi interrumpiendo sus propias palabras. El moreno sonrió acercándose y Tōru no tardó en acercarse también siendo recibido por los fuertes brazos de Iwaizumi que le rodearon en un abrazo.

— Hola, Tōru. — El pelinegro se acercó a depositar un corto beso en los labios del castaño. — Vine por ti ¿Ya terminaste?

— Dame cinco minutos para cambiarme y avisarle al jefe ¿Bien? — Iwaizumi asintió. — Toma asiento, no tardaré.

Un último delicado beso fue plantado en los labios del moreno antes de que Tōru desapareciera por una puerta y se escuchara como hablaba con alguien.

Iwaizumi tomó asiento en uno de los sofás que allí había, esperando por su pareja. Estaba ansioso por volver a casa con el castaño y brindarle un merecido descanso.

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En mi defensa, la universidad está acabando conmigo.

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