Capítulo dieciocho

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Capítulo dieciocho: Matrimonio

Sugawara tomó el brazo de Oikawa mientras caminaban de regreso a la residencia temporal del albino, ninguno decía nada y solo disfrutaban de la fresca noche que había. Oikawa continuaba esperando la charla que Kōshi había pedido tener, quería saber qué era tan importante para su amigo.
Desde la llegada de Sugawara él no había sentido preocupación o malestar, había estado lo suficientemente distraído con su amigo que no tenía tiempo de pensar en algo más.

— Tōru. — Sugawara al fin habló. — Hay algo que llevo pensando desde la tarde.

— ¿Qué es? — Preguntó Tōru. El albino se detuvo así que él también imitó su acción.

— Ese hombre... Iwaizumi. — Tōru rio al sentir como su amigo le daba un golpecito en el pecho. — ¿Acaso te gusta?

— ¿Gustar? — Una mueca apareció en el rostro de Oikawa quien parecía pensarlo mucho, Sugawara sonrió. — No estoy seguro de que me guste.

— Claro que te gusta.

— ¿Cómo estás tan seguro de ello? — Oikawa volvió a reír. — Sabes que no estoy para esas cosas del amor.

— Sí lo estás. — Interrumpió Kōshi. — Tan solo... Debes dejarlo fluir.

Un silencio se apoderó del lugar a pesar de encontrarse en vía pública, Sugawara suspiró rascando su nuca.

— Tōru, sé que debió ser difícil vivir todo eso en tu infancia, pero... Ya no pasará. — Las manos de Oikawa fueron tomadas por el albino. — Además, estoy seguro de que ese sujeto es un buen tipo que quiere tener algo contigo.

— Como todos los otros imbéciles que me buscan... — Susurró Oikawa.

— No seas terco. — Un quejido salió de la boca de Tōru al sentir un tirón en su oreja. — Eres un precioso omega que merece ser amado por alguien más que te acepte tal cual eres... Él te acepta de esta manera.

— Suga, creo que no estás tan familiarizado con esto como para-

— Tienes razón. — Sugawara suspiró con pesadez. — Sin embargo, quieras o no estar con ese hombre algún día deberás superar eso... No mereces continuar atormentándote y renunciando al amor por culpa de los imbéciles de tus padres.

Oikawa bajó la mirada mientras asentía, sabía que su mejor amigo tenía la razón, pero aun así no era tan fácil de aceptar. Era cansado para él y no imaginaba cuánto debía serlo para aquellos quienes le rodeaban.
Muchas personas se habían ido de su lado por esa misma razón, así que no se sorprendería si un día aquel moreno de ojos claros decidiera desaparecer de su vida sin decir absolutamente nada.

En ese mismo instante Tōru recordó cuando Iwaizumi desapareció de repente y dejó de asistir al gimnasio, no solo fue raro no verle fuera de su hogar, cuando llegó al sitio en común que tenían para hacer ejercicio se sorprendió muchísimo más cuando se dio cuenta de que el moreno no se había presentado allí tampoco. Oikawa se sintió de cierta manera mal, su corazón se sintió presionado todo el rato y cuando volvió a su hogar no logró conciliar el sueño temprano como solía hacerlo.

Renunciar al amor por culpa de sus padres, sonaba triste para cualquier persona, nadie se merecía no poder amar a alguien más por culpa de sus traumas y pensamientos autodestructivos provocados por el desprecio de sus progenitores vivido en la infancia.

Ni siquiera él era merecedor de aquello.

— Tōru, mírame. — Kōshi acarició la mejilla del castaño. — Dale una oportunidad ¿Sí?... Y si las cosas no salen bien y termina siendo un patán como todos los demás entonces vuelve a cerrar tu corazón después de que tus amigos y yo vayamos a patearle el trasero tan duro que no lo olvidará por el resto de su vida.

Oikawa rio, su mejor amigo a veces tenía un poder para convencerle tan fácil que llegaba a ser aterrador. Sus brazos tomaron el cuerpo del albino para atraerlo a sí mismo y darle un fuerte abrazo, Kōshi sonrió aceptando el mismo con gusto.

— Lo voy a pensar ¿Te parece?

— Me parece bien. — Respondió Sugawara. — Ahora... Ve a tu casa y descansa mucho, mañana debes trabajar y en la tarde tienes que ir a ver al galán que tienes por pretendiente.

— Deja eso ya.

Ambos rieron y caminaron unos metros más hasta llegar al apartamento en el que Kōshi se estaba quedando, Tōru se despidió de él con un suave beso en la frente y movió su mano de un lado a otro antes de desaparecer por el camino de regreso a su hogar. Sugawara se adentró a su residencia con una enorme sonrisa, lo único que deseaba con fuerzas era ver a su mejor amigo siendo feliz y superando aquello que le hacía sentir mal siempre.

Quería que Tōru fuera feliz con alguien que lo amara tanto como él lo hacía.

El sonido del timbre resonando por toda la residencia llamó la atención de Tōru quien detuvo sus movimientos preguntándose quién podría estar buscándole

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El sonido del timbre resonando por toda la residencia llamó la atención de Tōru quien detuvo sus movimientos preguntándose quién podría estar buscándole. Dejó a un lado los libros que estaba acomodando y salió de su habitación para seguidamente descender por las escaleras hasta llegar a la sala principal y abrir la enorme puerta para observar desde ahí a la persona que se encontrara del otro lado del portón.

— ¿Daichi? — Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de Oikawa al observar al azabache que se encontraba fuera de su propiedad esperando por él. Tōru se dirigió al gran portón y presionó ciertos números que conformaban la clave para poder abrir aquellas enormes rejas. — No esperaba tu visita, ¿qué tal has estado?

— Hola, Oikawa. Disculpa mi visita tan repentida. He estado bien ¿Qué hay de ti? — Oikawa hizo un ademán invitando al contrario a entrar a su casa, Daichi sonrió haciéndolo.

— No te preocupes por eso, eres bienvenido siempre. — El castaño guio a su amigo hasta la sala de estar. — Todo ha estado en orden, después de la mudanza me tomó un tiempo comenzar a organizarme y poder sentirme bien, de hecho, aún faltan algunas cosas por arreglar para sentirme del todo cómodo.

— El lugar se ve agradable, es una casa muy bonita. — Daichi suspiró. — Oikawa, vine aquí para darte una invitación.

— ¿Una invitación? ¿Habrá algún evento importante? — El azabache asintió con una pequeña sonrisa en su rostro. — Dime qué es entonces.

— Ten. — Daichi sacó un sobre de su bolsillo y lo estiró hacia el castaño. Tōru lo tomó agradecido y lo abrió leyendo con rapidez las palabras grabadas en aquel papel.

Una expresión de sorpresa apareció en el rostro de Oikawa al terminar de leer aquella invitación, su mirada fue a Daichi quien parecía ansioso por escuchar su respuesta.

— ¿¡Te vas a casar!?

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