Capítulo cinco

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Capítulo cinco: Distraído

Oikawa se dejó caer rendido sobre su cama, sus ojos pesaban debido al cansancio y aún le faltaba asistir al gimnasio, pues no había logrado ir los días anteriores debido a su mudanza y busca de empleo.
Había estado todo el día entregando uno y otro currículum tanto en físico como digitalmente a diferentes sitios y locales hasta terminar totalmente agotado.

Ahora era hora de tomar una ducha y prepararse para ir al gimnasio el cual le quedaba increíblemente más cerca que antes por lo que podía irse caminando desde su casa hasta el sitio y llegar en veinte minutos.

Con una de sus manos desabrochó los botones de su camisa dejando su pecho descubierto para recibir un poco de aire antes de levantarse y terminar de retirar el resto de su ropa.
Caminó al baño que había dentro de su habitación y tomó una corta ducha para refrescarse, seguido salió y se colocó la ropa que solía usar para entrenar, preparando una pequeña bolsa con lo necesario para sobrevivir en el gimnasio, en especial su fiel botella de agua.

Tomó sus llaves y bajó las escaleras hasta llegar a la primera planta de su casa y retirarse del sitio. El gran portón que estaba cerrado podía ser abierto solamente por medio de un dígito de números seleccionados por el castaño, de otra manera, quien quisiera entrar a irrumpir su humilde morada tendría que buscar la forma de escalar aquella barrera de aproximadamente tres o cuatro metros.

Tōru salió de su propiedad y comenzó a caminar en dirección al gimnasio mientras escuchaba Everybody de Backstreet Boys desde sus audífonos.
Gracias a la música su camino se acortó, llegando a su destino en quince minutos.

Sus ojos recorrieron el sitio hasta encontrarse con cierto compañero fiel de gimnasio que conocía. No dudó en acercarse hasta estar cerca de él y tocar su hombro sorprendiendo al muchacho de las pecas.

— Oikawa, ¿qué tal has estado? — Preguntó el chico mientras se sacaba sus audífonos y miraba a su compañero.

— Tengo mucho que contarte, Yams, pero antes déjame prepararme.

— Cuéntame mientras te preparas. — Tōru asintió dejando la bolsa a un lado.

No tardó en comenzar a relatar la situación vivida días atrás, la herencia y la equivocación de su padre que lo llevó a tener una enorme casa en uno de los mejores barrios de la zona. Yamaguchi escuchaba atentamente a su amigo mientras continuaba subiendo y bajando con la barra sobre su espalda y una sonrisa mezclada con una mueca en su rostro.

— Vaya... De verdad que fue inesperado.

— Lo fue, pero no me quejaré, esto definitivamente me beneficia.

— Espero qu-

— Hey.

Ambos muchachos se sorprendieron al escuchar una tercera voz unirse a la conversación, Yamaguchi sonrió sin poder saludar al azabache que se encontraba al lado de Tōru secando el sudor de su frente con una toalla.

— Iwaizumi. — Yamaguchi dejó la barra en su lugar. — Es bueno verte de nuevo.

— ¿Ustedes se conocen? — Preguntó Tōru, los otros dos asintieron.

— Después de lo que ocurrió aquel día hablamos un poco, ¿puedes creer que Iwaizumi ha venido a este gimnasio por más de tres años?

Oikawa asintió sin sentirse realmente impresionado, en realidad no importaba cuanto tiempo llevara en un mismo gimnasio, era muy difícil que él se fijara en otras personas a menos que estas se acercaran primero a entablar una conversación con él. Así había sucedido con el pecoso y ahora ocurría lo mismo con el azabache.

— Tres años es bastante tiempo. — Comentó Tōru. — ¿Cuántos años tienes, Iwaizumi?

— Veintiocho.

Esta vez sí que hubo sorpresa en el rostro de Oikawa, pues no creyó que aquel muchacho fuera un año mayor que él.

— Ya veo, eres un año mayor.

— ¿Tienes veintisiete? — Tōru asintió. — Creí que tenías veintidós o veintitrés...

Yamaguchi observó a ambos hombres antes de reír y girarse al notar que habían logrado entablar una conversación que parecía tener la capacidad de durar unos cuantos minutos. Caminó en dirección hacia los baños, pero antes de poder adentrarse a uno de los cubículos fue tomado de la cintura por unos fuertes brazos que le obligaron a entrar a otro cubículo.

Oikawa se preparó para comenzar con su rutina, tomando el lugar en el que anteriormente Yamaguchi había estado. En ese momento Tōru observó a todos lados en busca de su compañero, sin embargo, no lo observó.

"Debe haber ido al baño" pensó.

Comenzó a ejercitarse, en esa ocasión había decidido no agregar más peso a la barra, después de todo, había perdido un par de días de entreno por lo que no quería sobrecargar su cuerpo.

Sus rodillas se flexionaban y estiraban una y otra vez, no demasiado lento, pero tampoco demasiado rápido.
Pronto Oikawa sintió una presencia cerca suya y desde el rabillo de su ojo logró observar unas manos que se encontraban justo debajo de la barra asegurándose de poder agarrarla en caso de que su cuerpo decidiera no ser capaz de continuar.

— No necesito ayuda. — Informó Oikawa, sorprendiéndose al notar su falta de aliento.

— Tu cuerpo no parece decir lo mismo. — Reconoció la voz de inmediato. — Estás cargando con más de doscientos kilos.

Oikawa se sorprendió, la barra en su espalda resbaló de una de sus manos, siendo sujetada a tiempo por el hombre detrás suyo.

— ¿Más de doscientos? — Oikawa observó los discos.

Se había equivocado al tomarlos.

Tōru no se consideraba del tipo que quería aumentar su masa muscular de manera exagerada, su único objetivo para estar ahí era definir su cuerpo al punto de que sus músculos resaltaran ligeramente por lo que nunca decidió cargar más de ciento ochenta kilos sobre su espalda, no se creía siquiera capaz de cargar más de eso.

— Así es. — Iwaizumi dejó la barra en su sitio. — Doscientos diez, para ser exactos.

— Demonios, me equivoqué.

Girándose, Tōru tomó los discos y los devolvió a su sitio para cambiarlos por los correctos. No solía equivocarse, en realidad siempre solía ser muy cuidadoso con su rutina y trataba de cumplirla al pie de la letra; sin embargo, ese día se encontraba lo suficientemente distraído como para no darse cuenta.

¿En qué diablos estaba pensando para no darse cuenta de algo tan obvio?

— Gracias por la ayuda, Iwaizumi. — Oikawa se giró, el azabache asintió volviendo a lo que anteriormente estaba haciendo.

Tōru le observó recostarse sobre un asiento acolchonado tomando una barra que parecía bastante pesada y comenzar a subirla y bajarla por sobre su pecho.
Sus brazos se tensaban una y otra vez, sus venas resaltaban bastante y parecía estar demasiado concentrado, pues incluso siendo serio por naturaleza se lograba ver aún más serio al ejercitarse.

— No te lo vayas a comer con la mirada, Oikawa.

El castaño se sobresaltó botando accidentalmente una de las pesas que sostenía. Al girarse se encontró con Yamaguchi quien rio disculpándose por asustarle. Oikawa maldijo sintiendo sus mejillas calentarse.

— Solo me impresionaba que cargara con tanto peso, eso es todo.

— Claro, lo que tú digas.

Tōru elevó la mirada con el objetivo de poner nervioso a su amigo con "su mirada molesta", pero el pecoso ya se encontraba caminando a unos metros de él. Fue entonces que Oikawa notó su extraño caminar.

Como si le doliera el trasero.

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