Capítulo treinta y cuatro

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Capítulo treinta y cuatro: Calor

— ¿Alguna vez has pensado en tener hijos?

La repentina pregunta llamó la atención de Oikawa quien se encontraba en el suelo de la sala de estar armando un rompecabezas, sus ojos marrones se elevaron hasta su mejor amigo, quien también le miró esperando por una respuesta.

Oikawa también se había hecho la misma pregunta en algún momento, hasta hace unos meses atrás habría respondido con una negativa, sin embargo, muchas cosas habían cambiado desde ese entonces hasta ahora. Su vida dio un giro de ciento ochenta grados a partir del momento en que conoció a Iwaizumi, el alfa que ahora se encontraba en la cocina de su enorme casa preparando la cena para todos.

— Sabes... No lo sé. — Tōru hizo una mueca mientras volvía a posar su mirada en las pocas piezas que hacían falta por colocar. — Creo que... Ahora podría darme la oportunidad de pensar en niños.

— Oh... De verdad que te han flechado. — Oikawa rio negando. — Me gustaría ver a tus hijos, Tōru... Sé que serán malditamente hermosos, después de todo sus padres son demasiado guapos para ser de verdad.

— ¿Qué cosas dices, Suga? — El castaño sonrió con satisfacción al terminar con su trabajo, observando la figura que formaban todas las piezas entrelazadas las unas con las otras. — Creo que tus hijos serán hermosos también, Suga... Consíguete a uno bueno, me niego a aceptar que mis sobrinos no serán igual de bellos que yo. — Sugawara soltó una carcajada al observar el guiño del castaño hacia él.

Pisadas acercándose llamaron la atención de los dos amigos quienes elevaron la mirada para observar al moreno que salía de la cocina con una pequeña sonrisa en su rostro, Oikawa sintió sus mejillas pintarse de un suave rosa al pensar en que quizás Iwaizumi había estado escuchando su conversación con su mejor amigo todo ese tiempo.

— La comida está lista.

— Te ayudaré a poner la mesa. — Informó Oikawa mientras se ponía de pie, Iwaizumi atrapó su cuerpo entre sus brazos tomándole por la cintura. — ¿Qué haces, Iwa-chan?

— Ya me encargué de eso. — Un corto beso fue dejado en la frente de Oikawa, Sugawara no pudo evitar sonreír ante la escena frente a sus ojos. Qué feliz era sabiendo que su mejor amigo finalmente había conseguido ser él mismo sin sentir miedo de ser rechazado o juzgado. Iwaizumi era en definitiva el hombre para él, casi parecían hechos el uno para el otro.

— Bien, bien. — Sugawara se puso de pie llamando la atención de la pareja. — Andando, entonces. Iwaizumi, tu comida es deliciosa, estoy ansioso por probarla de nuevo.

— ¿Ves? Te dije que cocinas como los dioses. — Resaltó Tōru mientras se alejaba del cuerpo del moreno para comenzar a dirigirse hacia la cocina. Iwaizumi rio por lo bajo siguiendo desde atrás a los dos omegas.

Las tres personas en el lugar tomaron asiento en sus respectivas sillas en el comedor, agradeciendo y dando inicio a la cena. Los minutos corrieron con rapidez gracias a las bromas de Sugawara y su insistencia hacia Iwaizumi para que le enseñase a cocinar de tal manera, Oikawa no podía sentirse más que orgulloso por su novio, le alegraba saber que su pareja era tan talentoso y capaz de enamorar a la gente con solo su cuchara.

Al acabar la cena, Sugawara se despidió de la pareja, pues entre sus planes de esa noche no estaba quedarse a dormir en la casa de su mejor amigo, al contrario de Iwaizumi, quien tras la oferta de su pareja no dudó en quedarse a dormir allí para acompañar a su amado novio.
Oikawa se encargó de levantar la mesa y lavar los platos y cubiertos, Iwaizumi por su parte fue enviado en contra de su voluntad a esperar en la habitación del castaño hasta que este terminara de ordenar todo.

El reloj marcó las nueve y media de la noche cuando Oikawa entró a su habitación encontrando a Iwaizumi recostado en su cama mientras usaba su móvil, había cambiado su ropa por una camisa holgada y su bóxer, prendas que Oikawa le había pedido dejar en su hogar para que no tuviera que ir hasta su casa a cambiarse cada vez que durmiera en la residencia del castaño, por supuesto que ninguna de esas prendas fue dejada por accidente u otro motivo más íntimo, pues hasta ese día Iwaizumi nunca había llevado sus manos más allá de los límites impuestos por sí mismo.

— Siento la demora. — Oikawa cerró la puerta detrás suyo llamando la atención del moreno quien dejó de inmediato el teléfono a un lado para ver a su pareja.

— ¿Terminaste? — El castaño asintió. — Debiste dejarme ayudarte con eso, amor.

— Tú cocinaste y arreglaste la mesa, yo tenía que hacer algo también, Iwa-chan. — Iwaizumi elevó una ceja, Oikawa sonrió acercándose a dejar un corto beso en los labios ajenos.

— No tienes que tratarme como un bebé ¿Bien? Puedo ayudar también.

— No es por tratarte como un bebé, Tōru... — El más alto recibió una suave caricia en su mejilla. — Me gusta cuidarte y consentirte, eso es todo.

Tōru soltó un suspiro antes de asentir y alejarse del moreno quien no despegó la mirada de él en ningún momento. Oikawa se acercó a su armario sacando de este un pijama para dormir cómodo, sin embargo, Iwaizumi se quedó esperando por ver al castaño desviarse al baño para cambiar sus prendas de vestir.

La saliva apenas y pudo pasar por su garganta cuando sus ojos verdosos observaron la espalda de Tōru ser despojada de su ropa seguido del resto de su cuerpo. Incluso estando el castaño de espaldas a él no pudo evitar sentirse acalorado, pero cómo no estarlo si los ojos marrones de Oikawa se reflejaban en el espejo del armario dejando ver su mirada clavada en el moreno todo el tiempo.

Iwaizumi sintió que su alma saldría de su cuerpo, luchando contra la fuerza que le rogaba acercarse al menor para acariciar la sedosa piel clara que poseía.

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