Capítulo tres

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Capítulo tres: Castigado

Tōru soltó una maldición al observar la construcción frente a él y sin poder evitarlo rio fuertemente al recordar las palabras de su padre asegurando que intentó ser "equitativo" con sus hijos.

Según lo que su hermana Ayane le había comentado, su padre había confundido la herencia suya y la del segundo varón mayor, por lo que ahora Oikawa tenía frente a él una enorme casa de muchas habitaciones y su hermano mayor se encontraba observando una residencia que en tamaño debía ser la mitad de la accidentalmente suya.

— Parece que ya no debo partirme la espalda para comprar un departamento. — Comentó Oikawa para sí mismo antes de suspirar.

Aun cuando tenía esa enorme residencia para él solo no podía evitar pensar en que inicialmente lo que pertenecía a él no era más que una insignificante casucha a ojos de su familia, como siempre, él era el de las sobras. Observó las llaves antes de adentrarse al lugar y caminar por todo el sitio con el objetivo de familiarizarse con las instalaciones antes de tomar la decisión de mudarse a aquel sitio.

Por supuesto que no iba a desaprovechar la oportunidad, su deseo desde un comienzo era abandonar aquel nido de águilas en el que Tōru no era más que una sencilla golondrina a punto de ser devorada por las perfectas y majestuosas aves predadoras.

Oikawa marcó a un número, llevando el teléfono a su oreja en la espera de una respuesta del otro lado de la línea. El tono sonó una, dos, tres veces antes de que la llamada fuera tomada.

— Hey, Oikawa, ¿cómo te va? — Una animada voz saludó desde el otro lado. Tōru sonrió.

— Sawamura ¿Qué tal? — Oikawa devolvió el saludo amablemente. — Quería pedirte un favor.

— Por supuesto, dime qué necesitas.

El castaño comenzó a relatar al azabache su divertida experiencia obteniendo una casa valorada en miles de dólares y sus planes de mudarse lo más pronto posible. Sawamura Daichi era un hombre de negocios, además de tener una fábrica que producía diversos electrodomésticos también poseía varios camiones para servicios de mudanza, por lo que fue la primera persona a la que Oikawa pudo llamar. Sin embargo, ignorando la insistencia de Tōru, Daichi se negó a no hacerle un descuento a su amigo por la mudanza e incluso aprovechó la oportunidad para recomendarle algunos electrodomésticos de su empresa que le podrían ser de mucha utilidad.

Los planes eran mudarse dentro de dos días y comenzar a amueblar la residencia tan pronto como fuera posible, pero claro que sería a un ritmo más lento, pues desde el momento en que todas sus pertenencias abandonaran el hogar donde se crio Oikawa se independizaría de sus padres y viviría su vida a parte. La única ventaja de haber culminado sus estudios eran la posibilidad de obtener un trabajo según su carrera y comenzar a depender solamente de sí mismo, pues hasta aquel momento no había tenido la oportunidad de trabajar en lo que él deseaba.

Seguramente sabrán quienes eran la razón de ello.

— Tōru, ven aquí

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— Tōru, ven aquí. — Oikawaarrugó el entrecejo al escuchar la orden que el mayor de sus hermanos le daba.No se negó, pero tampoco le agradaba que aquel sujeto se creyese tener la autoridadpara tratarlo como si fuera su padre. — Hablemos.

— Aquí me tienes.

Una mueca apareció en el rostro del castaño al sentir las manos de su hermano posarse en sus hombros y adentrarle a la habitación del mismo, obligándolo a sentarse en la cama ajena.

— Tōru, tú y yo sabemos perfectamente que lo que te fue dado no es en realidad tuyo. — Un suspiro abandonó los labios del menor al saber lo que se venía.

— Claro, pero fue culpa del viejo que eso sucediera. — La falsa sonrisa en el rostro de su hermano desapareció.

— Supongo que lo que más has anhelado en tu vida es que te den tu lugar en este hogar ¿No es así? — Supuso el mayor, Oikawa continuaba observándole desinteresado. — Así que, yo como tu hermano mayor y que te quiere, prometo darte ese lugar que tanto deseas solo si aceptas intercambiar tu residencia por la que le fue dada a Zentaro.

Un manotazo apartó las manos del hermano mayor quien se sorprendió. Tōru se puso de pie caminando hacia la salida de aquella habitación.

— Si realmente me quisieras como dices, hermano, sabrías que es casi imposible que alguno de ustedes pueda manipularme. — Una sonrisa apareció en el rostro de Tōru, sus cejas elevadas y sus ojos entrecerrados dejando ver una expresión burlona. — Y todo eso es gracias a ustedes, quienes se tomaron el tiempo para ignorarme desde que me volví imperfecto.

Y tras eso, Oikawa abandonó la habitación.

Sin embargo, cuando las puertas y cortinas se cerraban, Oikawa volvía a estar solo recordando que ni siquiera su propia familia era capaz de sentir afecto u orgullo hacia él.

Los pies de Tōru lo guiaron hasta estar frente a aquel espejo de cuerpo completo que estaba en su habitación, sus ojos recorrieron lentamente cada centímetro suyo, sus manos tocando aquellas zonas que le hacían sentir asqueroso, insuficiente o decepcionante. Las lágrimas se apoderaron de sus ojos y pronto se encontró a sí mismo arrodillado frente a aquel espejo llorando desconsoladamente por culpa de sus propios pensamientos.

¿Por qué? ¿Por qué la vida había decidido ser injusta con él? Nunca hizo nada malo, de niño siempre ayudó a los demás e ignoró el mal ejemplo que sus presumidos y orgullosos hermanos le daban en su hogar. Siempre fue amable, solidario y les daba una sonrisa a todos con tal de hacerlos sentir mejor.

Entonces, ¿por qué había sido castigado? ¿Acaso había errado y esa memoria fue olvidada? ¿Qué tuvo que haber hecho para poder ser suficiente para su familia? Él nunca deseó decepcionarlos, al contrario, intentó hacer lo imposible para poder ver las sonrisas orgullosas de sus padres y hermanos mayores, pero su maldita realidad decidió algo diferente.

Oikawa no anhelaba ser amado por sus padres y que le dieran el lugar que le correspondía en aquella familia, pues era lo mínimo que podían hacer y aun así no eran capaces de dárselo. Lo único que verdaderamente Oikawa anhelaba era poder llegar a aceptarse a sí mismo como lo que era.

Un omega.

Un simple y débil omega.

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