Capítulo seis

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Capítulo seis: Trabajo

— Oikawa.

Tōru se giró al ser llamado, detrás suyo se encontraba el mismo azabache sosteniendo una mochila de un solo hombro.

— Iwaizumi, ¿ya te vas? — El muchacho asintió. — Bien, yo me voy también.

— Te acompaño. — Ofreció el moreno, Tōru lo pensó por unos segundos antes de asentir.

Terminó de recoger sus pertenencias y se giró caminando hacia la salida con el moreno a su lado. Su amigo pecoso se había ido hacía media hora atrás, por lo que no se vio en la necesidad de despedirse de nadie.
La fría brisa nocturna golpeó su cuerpo haciéndole temblar por un momento antes de continuar caminando en dirección a su nueva casa.

— ¿Cómo te ha ido con la mudanza? — Preguntó Iwaizumi.

— Todo estuvo bien, ya me instalé perfectamente. — Oikawa suspiró. — Ahora necesito conseguir un empleo para poder sobrevivir por mi propia cuenta.

— Si necesitas ayuda con algo, no dudes en pedirlo. — Tōru observó al moreno, sus ojos verdosos se encontraban sobre él. — Te ayudaré con lo que necesites.

Oikawa asintió agradecido.

Cuando finalmente llegaron a la casa del castaño, ambos se despidieron separándose. Tōru había entendido que el azabache vivía cruzando la calle a unas cuatro casas de la suya, por lo que no pudo evitar echar una mirada hacia aquel lugar, notando una casa de tamaño considerable, pero que a ojos de sus familiares no sería más que una pequeña casa de campo.

Oikawa pensó que quizá sus padres realmente habían exagerado con las herencias que daban a sus hijos, incluso la casa que en un comienzo correspondía a él seguiría siendo, de cierta manera, exótica en ese lugar.

Con un suspiro simplementese adentró en su casa, era hora de tomar un buen descanso.

El sonido de su teléfono sonando debido a una llamada entrante provocó que Tōru se despertara

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El sonido de su teléfono sonando debido a una llamada entrante provocó que Tōru se despertara. Tras un par de quejas tomó el dispositivo y contestó la llamada llevando el teléfono a su oreja.

— Buenos días, ¿nos comunicamos con Oikawa Tōru?

Un sentimiento de emoción se instaló en el pecho de Tōru antes de contestar que efectivamente hablaban con él. La voz del otro lado de la línea le dio la noticia que tanto esperaba, su currículum y presentación en la entrevista había sido lo suficientemente atractiva para ellos provocando que desearan contratar sus servicios. Tōru no dudó en aceptar, después de todo, era lo que había estado deseando desde un comienzo y no iba a desaprovechar esa oportunidad.
Cuando finalizó la llamada no pudo evitar sonreír con emoción, por fin tendría un empleo decente con el cual mantenerse de manera más cómoda.

De un salto se puso de pie y caminó al baño para darse una agradable ducha, pues lo tenía totalmente merecido. Después de salir del agua se vistió con las ropas más cómodas que tuvieran y creyó que salir a caminar un rato no sería una mala idea.
Salió de su casa atravesando aquel gran portón, el sol se encontraba radiante, pero no llegaba a ser molesto como para afectar su visión. Era un día maravilloso.

O quizá era un buen día por el simple hecho de haber conseguido empleo.

Había sido citado para dentro de dos días, por lo que tenía tiempo para prepararse mentalmente y dar lo mejor de sí al llegar. Oikawa había decidido estudiar una profesión que a ojos de sus padres no era "excelente" y que no generaría grandes ingresos; sin embargo, Oikawa había ignorado tales comentarios y había estudiado lo que tanto deseaba desde que era un pequeño niño: veterinaria.

A pesar de su amor por los animales, Oikawa nunca fue bendecido con una mascota, sus padres fueron demasiado estrictos con la crianza que dieron a todos y cada uno de sus hijos; sin embargo, la común broma de que el hijo menor era el más consentido no había aplicado de la manera correcta en su familia, había sido todo lo contrario, sus dos hermanos más grandes habían capturado toda la atención de sus padres y aunque a los demás nunca les faltó un poco de cariño de parte de sus progenitores, Oikawa siempre fue opacado por la sombra de los alfas y omegas perfectos de su familia.

Por eso, cuando Tōru fue libre de escoger qué estudiar en la universidad no dudó dos veces en ir por aquella profesión que tendría lo que él más adoraba.
Después de acabar la universidad tuvo un par de oportunidades en ciertas veterinarias en las que pudo trabajar, de haberse mantenido ahí habría conservado el trabajo una vez pasaran las prácticas, pero nuevamente su familia intervino en sus decisiones y Tōru fue obligado a ayudar a sus padres con la empresa que tenían.

Había sido un esclavo de las decisiones de sus padres por veintisiete años, Tōru se negaba a sumar un año más.
Por fin aquellas cadenas que ataban sus extremidades a las puertas de su hogar habían sido rotas y podía ser libre, podía ser él mismo y comenzar su propia sanación y aceptación.

— Hey, Tōru.

Oikawa elevó la mirada y sacó un auricular de sus audífonos para prestar atención a quien se encontraba frente a él. Una pequeña sonrisa se estiró en su rostro observando al hombre alto y musculoso; a su lado, un joven un poco más bajo y de contextura delgada sostenía su brazo con seguridad.

— Vaya, vaya. — Tōru rio acercándose a ambos para saludarlos cortésmente. — Ha pasado mucho tiempo, muchachos ¿Cómo han estado?

— Bueno, un pajarito nos contó que cierto amigo nuestro se había mudado de su maldita prisión finalmente, entonces~... — Después de alargar la última palabra, el hombre más alto tomó la mano que sostenía su brazo estirándola para enseñársela al castaño. — Vinimos a visitarte para darte una noticia.

— Imposible. — Una enorme sonrisa apareció en el rostro de Oikawa.

Tōru se olvidó por completo de sus planes de caminar un poco y tomó las manos de ambos muchachos llevándolos consigo de vuelta a su casa. Los dos parecían estar sorprendidos del nuevo hogar del castaño y es que, después de conocer la historia de la vida del castaño no podían sentirse más que felices por verle alejarse de aquellos a quienes obligatoriamente debía llamar familia.

— Bokuto; Akaashi, bienvenidos a mi nueva casa.

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