10. La loba herida

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No les costó demasiado encontrar a Dónegan. Primero se acercaron a su despacho por la planta inferior, pero Vega pudo comprobar que no se encontraba allí. Entonces decidieron ir a echar un vistazo a su dormitorio y antes de llegar Vega lo vio a través del techo, caminando por el pasillo que se encontraba justo encima de ellos.

—¡Shhh! Está encima de nosotros —susurró la chica—. Va hacia allí.

Los chicos se pusieron a seguirle (mejor dicho, a seguir a Vega) procurando no hacer ruido ni siquiera con sus pasos. Enseguida la muchacha se detuvo y les indicó con gestos que Dónegan se encontraba encima de ellos. Mientras ella permanecía atenta a todos los movimientos del caballero, los demás la miraban a ella y se preguntaban qué estaría viendo.

—¡Es el dormitorio de la vidente! —susurró Vega— ¡Acaba de entrar! Está buscando algo. Supongo que será el diario. Está abriendo todos los cajones.

—¿Y cómo ha hecho para abrir la puerta? —preguntó Noa.

—No la ha abierto. Parece como si... como si la hubiera atravesado. Se paró delante de ella y un momento después ya estaba dentro.

La chica se quedó en silencio, sin desviar la mirada del techo, y permaneció así durante más de dos minutos.

—Ha salido. Sigámosle —dijo, retrocediendo por el mismo pasillo por el que habían venido.

—¿Ha encontrado el diario? —preguntó Rodrigo.

—Creo que no. Me parece que ya no estaba allí.

—¿A dónde va ahora? —preguntó Óliver.

—No lo sé —dijo Vega—. Parece que a su dormitorio. No, esperad, está bajando las escaleras. ¡Escondeos!

Los seis chicos retrocedieron unos metros y se apiñaron contra la pared, mientras Dónegan pasaba a pocos metros del lugar donde se encontraban. Había estado a punto de descubrirlos, pero afortunadamente pasó de largo sin darse cuenta.

—Sigue bajando —susurró Vega—. Ya podemos seguirle.

Poco a poco comenzaron a bajar las escaleras, siempre atentos a las indicaciones de su amiga, que procuraba no perder de vista a Dónegan en ningún momento. Después de descender dos plantas más ella se detuvo y todos los demás la imitaron.

—Está en la planta baja, donde los despachos —dijo—. Lo vigilaremos desde aquí.

Una vez más volvieron a seguir a Vega mientras recorría los pasillos de la fortaleza, esta vez con la mirada fija en el suelo. Después de doblar una esquina se paró tan de golpe que Óliver no pudo evitar tropezarse con ella.

—¡Ha entrado en el despacho de Balkar! —dijo—. Otra vez está rebuscando por todos los cajones y armarios.

—Seguirá buscando el diario —dijo Rodrigo—. Si no estaba en el dormitorio de la vidente, lo más probable es que lo tenga el maestre.

—Pues sí, acaba de encontrarlo —dijo Vega—. Se lo ha guardado debajo de la túnica y... y...

La chica se quedó con los ojos muy abiertos y empezó a girar la cabeza en todas las direcciones.

—¿Qué pasa? —preguntó Darion.

—¡Ha desaparecido!

—¿El qué? —preguntó Óliver.

Rodrigo Zacara y el Espejo del PoderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora