6. El código secreto

31.3K 2K 499
                                    

Rodrigo no escuchó lo siguiente que dijeron los caballeros. Ni siquiera se dio cuenta de que sus pasos se alejaban de la biblioteca. En su cabeza todavía resonaban las palabras de Adara:

"No tiene sentido. Arakaz no tiene ningún heredero"

Pero él sabía la verdad. Arakaz sí que tenía un heredero, y acababa de llegar a Karintia, igual que lo hizo su tatatatarabuelo cientos de años antes. Tenía que encontrar ese libro y averiguar lo que decía la profecía sobre el heredero de Arakaz, pero no podía hacerlo ahora. Sus amigos no podían enterarse de su parentesco con el emperador.

—Vamos, salgamos de aquí antes de que vuelva alguien —dijo Darion.

Los seis salieron de su escondite y comenzaron a bajar las escaleras procurando no hacer mucho ruido. Cuando por fin salieron al patio, se encontraron a Kail y sus amigos esperándoles. Rodrigo ya ni recordaba el motivo por el que habían subido a la biblioteca.

—Ya era hora—dijo uno de ellos—. ¿Pensabais quedaros a vivir ahí arriba?

—Tuvimos que escondernos porque aparecieron Adara y Balkar —respondió Óliver.

—De todas formas no os penséis que somos tontos —dijo Kail—. Sabemos que habéis usado algún truco. Averiguaremos cuál es y os haremos pasar miedo de verdad. Podéis estar seguros.

—Ya me estoy meando de miedo... —dijo Óliver—. Ah, no, espera, que es de risa. ¡Me estoy meando de la risa! ¿Dónde está el servicio?

Sin decir nada más, Rodrigo y sus compañeros se alejaron en busca de un lugar tranquilo donde poder hablar de lo sucedido. Tras dar un par de vueltas se sentaron en la hierba de los jardines, entre unos rosales.

—¿Habéis oído eso, ahí arriba? —dijo Darion, mirando a Óliver y a Rodrigo con ojos brillantes—. ¡Vais a encontrar un arma tan poderosa que podría vencer a Arakaz! Es la mejor noticia que se ha oído en Karintia desde hace siglos. ¡Vais a hacer posible lo que siempre hemos soñado!

—¡Entonces es cierto! —intervino Vega— ¡Habéis venido de otro mundo! Jamás lo hubiera creído.

—Han venido para encontrar el Espejo del Poder —dijo Darion—. Y nosotros haremos todo lo que haga falta para ayudaros.

—Eso nos vendrá bien —dijo Óliver—, porque no podemos derrochar nuestras energías en fregar, ni lavar, ni recoger patatas. Tenemos que reservarlas para encontrar el espejo ese. Nos vendrá bien que nos liberéis de esas arduas tareas.

—¡Pero qué morro tienes! —se rió Aixa—. Pero no cuentes con eso. Además, apuesto a que va a ser Rodrigo el que encuentre el Espejo del Poder. Si lo hicieras tú, podría romperse en cuanto le pusieras tu cara delante.

—Ja, ja. Mira cómo me troncho.

—De todas formas sólo son unas palabras escritas en un libro viejo —dijo Rodrigo—. Ni siquiera sabemos quién las escribió. Tal vez sólo fuera un parlanchín haciéndose pasar por adivino.

—Balkar y Adara parecían tomárselo muy en serio —dijo Aixa—. Ya oíste lo que dijo el maestre. Las profecías de los videntes siempre se cumplen.

—Ya, es que se me hace raro que alguien pueda predecir el futuro. En nuestro mundo los videntes no aciertan ni por qué lado va a salir el sol.

—Pues vete haciéndote a la idea, colega —dijo Óliver—. Uno de nosotros va a encontrar un objeto tan poderoso que el mismísimo Arakaz va a salir corriendo. Me pregunto qué tal me sentará la corona de emperador. A ti no te quedaría bien, tienes la cabeza demasiado grande.

Rodrigo Zacara y el Espejo del PoderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora