Vaegon III

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       Sin poder ver nada, el tiempo se convirtió en un extraño compañero, silencioso, tedioso. Cuando más se preguntaba el tiempo que había pasado, más confuso y deprimido se encontraba Vaegon. Habían pasado semanas, de eso sí estaba seguro. Lucerys llevaba la cuenta de las horas que pasaban gracias a un pequeño agujero en el techo de la gruta en la que estaban encerrados, por el cual era capaz de vislumbrar brevemente la posición del sol, pero no siempre era fácil, y solían tener bastante vigilancia así que era peligroso.

       Vaegon aún recordaba todo, lo revivía cada noche en sus pesadillas. Cómo los capturaron, amordazaron y arrojaron a una especie de sótano maloliente. Escuchó el sonido de las campanas por toda la ciudad, y sabía que habían descubierto que había desaparecido y se encontrarían buscándolo incansablemente, pero uno o dos días después, cuando no pudo sentir las piernas o apenas moverse, sus captores llegaron, y les hicieron levantar. Willem apenas pudo ponerse en pie, y le cruzaron la cara de una torta que hizo que se inflamase. No salieron de la casa en la que se encontraban, sino que comenzaron a caminar cada vez más. Nunca había olido algo tan asqueroso como lo que olió durante esos minutos, el aire estaba viciado, sudaba a mares, y algo debía de haberse muerto cerca. Constantemente, algo le pasaba rozando los pies, para luego desaparecer. No veía nada debido al espesor de la venda, así que daba tumbos, caminaba sin sentido y no paraba de recibir collejas del tipo que le apuntaba por detrás con una daga. Salieron al exterior, el aire puro casi fue un alivio, luego comenzaron a caminar durante días y días, no por un camino, sino entre la espesura y la tundra. Muchas veces sus captores avanzaban o retrocedían más de lo acertado y debían dar vueltas y volver sobre sus pasos para vadear ríos o caminos. Todo lo hicieron en silencio, en oscuridad, y apenas sin comer. No les quitaron las vendas hasta que llegaron a la cueva.

       Era una gruta baja, oscura, estrecha y alargada. Cuando la recorrieron por completo se encontraron con una especie de septón al fondo y un grupo de acólitos ataviados con prendas pesadas y aparatosas. Por la humedad del ambiente, Vaegon pensó que debían estar cerca de alguna fuente de agua. Poder ver tras tanto tiempo resultó una experiencia aterradora, incluso en la profundidad de aquella garganta del mundo, le costó adaptarse. De inmediato lo primero que hizo fue verificar que sus amigos estaban bien. Lucerys parecía el más magullado, posiblemente porque fuese el que más se había resistido, mientras que Willem había conseguido que Jord aguantase en silencio. El calvo que los secuestró y el septón comenzaron a hablar. El anciano parecía airado, pero finalmente hizo una señal a uno de sus acólitos y este le entregó al calvo una bolsa de monedas. Vaegon nunca olvidaría la jactanciosa cara que le dedicó cuando le echó una última mirada antes de abandonar a la cueva. No sabía su nombre, pero se dijo así mismo que un día le quitaría esa sonrisa de la cara.

       El septón hizo que los llevasen a la pequeña gruta interior donde los arrojaron y se olvidaron de ellos. Les llevaban comida una vez al día, y siempre la de Vaegon era mejor, pero el primer día, cuando le sirvieron el plato, le dio una patada, tirando el pan y la manzana, al igual que el agua. El clérigo que lo sirvió le miró con sorpresa.

       —Que te follen hasta que te mueras, comemierda cabrón —le espetó en alto valyrio.

       El hombre alzó una ceja e hizo una señal hacia Lucerys.

       —¿Qué ha dicho tu amigo?

       El joven Velaryon dirigió una mirada rápida a Vaegon, luego al clérigo.

       —Ha dicho que un príncipe no puede comer una bazofia como esa.

       —Y dile a este bruto que apesta a orina que ojalá se meta un palo por el culo hasta que chorree sangre.

       —Quiere mejor comida, y mejores cubiertos.

       El hombre cogió el plato de madera y se lo arrojó en la cara a Lucerys. Vaegon corrió hacia él. El tipo sonrió y se marchó.

La Corona de Daenon (Secuela de "Hijos de Valyria")Where stories live. Discover now