Capítulo 34. La búsqueda dio sus frutos

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Cuando llegó Marco a comisaría, Vanesa estaba aparcando la moto en el parking. Él no entendía cómo su compañera podía ir en moto en esa época del año, con el frío que hacía y encima no paraba de llover.

-Joder, Vanesa, ¿No pasas frío en la moto? Con sólo verte me congelo.

-Soy de sangre caliente. Más frío paso en casa, te lo aseguro. Así que no me quejo.

-Eres una tía dura, sí señor. Esta noche no habrás dormido nada, aunque si te soy sincero, ya somos dos. Me jodiste el sueño, cuando llevaba una hora más o menos dormido, vas y me jodes.

-Habré dormido un par de horas. Ya sabes que cuando me inspiro, antepongo mi inspiración a mi descanso. Mi cerebro se activa cuando parece que me relajo. Vamos, anda.

-Así vas con unas ojeras descomunales.

-Bueno, con ojeras o sin ellas tú me ves guapa.

-Sí, en eso tienes razón.

Los dos se dirigieron al interior de la comisaría mientras seguían hablando.

-García, oye, sabes perfectamente que si te despierto de madrugada es porque tenemos algo.

-Te salvas por eso. Algún día, por tu culpa, Rosa me dirá que me vaya al sofá a dormir. Esta mañana me dijo que escuchó mi móvil sonar, pero no sabía si lo había soñado. Por cierto, hoy trae postre. Algo rico, como una tarta de chocolate. Es la que les gusta a los niños.

-Me lías, García, me lías. Te dije que no me apetecía ir por no aguantar a tus hijos.

Marco vio el momento de decirle a Vanesa que también había invitado a Olivia y que además tenía que ir a recogerla. Ahora sí iba a decir que la liaba, pero con razón.

-Vanesa, para empezar, sí aguantas a mis hijos, el tema está en que tú no quieres tener hijos, pero a los míos sí los quieres, igual que ellos a ti, sólo hay que veros cuando os juntais los cuatro. Así que deja de usarlos de excusa diciendo que no los aguantas, y párate a pensar dónde está el verdadero problema. Ellos te consideran una tía más. Y por cierto, esta noche Rosa invitó también a Olivia.

La inspectora se paró en seco. Y miró a su compañero con cara de muy pocos amigos.

-Ah, vaya. Bueno, podéis invitar a quien os de la gana, pero...Me lo podríais haber dicho antes.

-¿Hubieran cambiado las cosas si hubieras sabido que iba a venir?

Vanesa pensó en lo que le acababa de preguntar su compañero e intentó ser sincera en su contestación.

-Supongo que no, García.

-Lo sabía. Pero...Aquí no acaba la cosa. Tienes que ir a recogerla a su casa.

Vanesa dio un respingo al oír que tenía que ir a recogerla.

-¡Joder! Por ahí no paso. Además igual a ella no le gusta ir en moto. Y va a pasar frío. No querrás que la forense se resfríe por tu culpa y tenga que cogerse una baja, ¿No? la necesitamos en activo, no en su casa sin hacer nada y enferma.

-Vanesa, relájate, anda. Te aseguro que a ella sí le gusta ir en moto. - sólo le faltó decirle a su compañera que además se le añadía que era ella la que la iba a llevar. Marco sabía que Olivia iba a vivir una experiencia muy agradable con la inspectora. No le cabía la menor duda de eso. -Además, no es tonta. Se abrigará. Sabes, aún no se ha comprado coche - prefirió no decirle que la forense estaba pensando en aceptar la oferta de Londres. Lo mejor era no adelantar acontecimientos y ver qué pasaba entre esas dos mujeres porque igual quedaba la cosa en nada.

-¿Y a qué espera para comprarlo?¿Acaso se desplaza en transporte público?

-Sí, en autobús y en metro. El tiempo que emplea en moverse aprovecha para leer o trabajar en sus casos. Olivia no es tan cómoda como tú.

-Lo normal en ella, vamos.

Ya en comisaría, saludaron a sus compañeros, se prepararon un café cada uno, y fueron directamente a buscar información personal de los posibles sospechosos. Uno de ellos se llamaba Raúl Gonzalez y el otro Álvaro Martínez.

La búsqueda resultó bastante esperanzadora. A pesar de que Raúl vivía fuera de la ciudad y además éste tenía setenta y dos años, por lo que quedaba ya descartado ya que no veían posible que un hombre de esa edad tan avanzada pudiera hacer lo que el asesino hizo a Pilar, resultó que Álvaro vivía en el mismo barrio que vivía Pilar. Los dos policías se miraron con una sonrisa triunfal. No se lo podían creer. Tenía que ser él, además tenía cincuenta y cinco años. Perfectamente un hombre de esa edad podía haber violado y asesinado a Pilar. Por fin la investigación estaba dando sus primeros frutos. Anotaron la dirección del sospechoso en un papel. Pero en la misma dirección también figuraba una mujer. ¿Estaría casado el sospechoso? Y de ser el caso, ¿ella le habría ayudado y habría participado en el asesinato de Pilar? El dato de la mujer no les cuadraba teniendo en cuenta que pensaban que el asesino vivía solo. Quizás estuviera separado. Tenían que indagar en el tema.

-García, creo que lo tenemos. Ese cabrón va a pagar caro lo que ha hecho. Vamos a su casa a buscarlo. Pero no me cuadra lo de la mujer.

-Ni a mí. Pero, joder, vive en la misma zona que Pilar. Yo creo que, o será viudo o estará separado. No creo que la mujer viva con él. O eso, o ella es cómplice de asesinato.

-Bueno, no te preocupes, ni nos adelantemos a los hechos. En unos minutos saldremos de dudas. Vamos.

García estaba feliz por un lado, porque tenía razón Vanesa, él también creía que ya lo tenían. No podía ser otro si además vivía a unos pocos kilómetros de donde vivía Pilar y del bosque. Pero por otro lado, se veía que se iban a quedar sin cena. Pero la ocasión merecía la pena posponerla. Él, al igual que Vanesa, quería dar descanso a la familia Quintanilla. Llevaban muchos meses sufriendo y ahora sólo les quedaba meter entre rejas al culpable de que Pilar no estuviera con ellos.

La pareja de policías subieron al coche de García y sin perder ni un minuto se dirigieron a casa del sospechoso. Los dos estaban algo nerviosos porque creían que se acercaba la detención del culpable, pero ellos no sabían que aún se encontrarían con alguna que otra sorpresa hasta que consiguieran cogerlo. No iba a ser tan fácil como ellos habían imaginado.

Malasaña I. (5° Historia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora