Capítulo 46: El viaje (I)

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Pasé buena parte del viaje en avión callada. Aún no terminaba de creerme aquel extraño cambio en Vince y temía bajar la guardia y darme de bruces con la dolorosa realidad: que no podía cambiar y que yo era una tonta por creerlo posible.

Todo estaba teñido de un aire de irrealidad que no me ayudaba a ser capaz de un acto de fe. No estaba enfadado por lo de Veronica, ni por nada de lo que había hecho en su ausencia. Aunque en realidad no tenía nada claro que supiera lo del móvil aún y, por tanto, tampoco sabría de la llamada de Marco Santoro.

Pero decidí que aquello podía esperar. Al menos, por el momento. Lo primero era averiguar qué estaba pasando.

—Vince... ¿A dónde vamos?

—De fin de semana —repitió con una encantadora sonrisa de valla publicitaria.

Como si coger un avión fuera una actividad normal de fin de semana. Aunque tuve que recordarme a regañadientes que para alguien que vivía en una mansión seguramente sí podía serlo.

—Ya... ¿Pero a dónde?

—Es sorpresa —respondió aún más sonriente.

Me estaba poniendo de los nervios por momentos, pero me dije a mí misma que aquello se podía considerar un detalle bonito. Sin embargo, en ese momento no era lo que necesitaba oír, así que era incapaz de contagiarme de su entusiasmo.

—A algún sitio discreto, supongo... —murmuré.

Aquellas palabras sí parecieron tocar hueso. Agaché la cabeza, repentinamente incómoda y arrepentida. Era como si todos los temas que habían quedado en el aire la última vez que nos habíamos visto siguieran ahí, congelados, esperando su momento hasta ser resueltos. Sentía que no había vuelta atrás, a como estábamos antes de la boda de Amy, mientras no se arreglara todo aquello.

Acaricié el lazo azul en mi muñeca. Quizás era hora de devolvérselo, simplemente porque sentía que le pertenecía a él, pero no sabía cómo hacerlo sin que se lo tomara como un rechazo. Y tampoco me sentía lista para hacerlo. De alguna forma, ese lazo me hacía sentir unida a él de una forma más real que cualquier contacto físico, que cualquier promesa.

—Vince, yo... —empecé.

—Sé que no tengo derecho a hacerlo, pero me gustaría pedirte algo de paciencia —dijo él, concentrado en sus propias palabras—. Las elecciones están a la vuelta de la esquina y no quiero que usen esto, lo que tenemos, contra nosotros. No solo lo hago por mí, Elyse: créeme, no les quieres pegados a la puerta de tu casa y difamándote en todas las revistas y periódicos.

Le miré sorprendida. No era ni de cerca lo que esperaba escuchar.

—¿A mí?

¿Desde cuando la víctima era yo? Me sentí confusa, sin entender cómo, de pronto, todo aquello ya no era por él sino por mí. Y sí, admito que sin poder evitar sentir algo de desconfianza. Como si lo que fuera a contarme a continuación fuera una excusa elaborada a lo largo de esa semana sin vernos.

—Lo he estado pensando mucho esta semana. ¿Sabes lo peor que me pasaría a mí si descubren lo nuestro? ¡Nada! —exclamó tan indignado como si fuera una locura—. ¿Tienes idea de a cuántos políticos han pillado con mujeres que no eran sus esposas? A nadie le importa. Quizás sería noticia si fueras menor de edad, pero así no tiene interés. De hecho, tú eres la que saldría mal parada en todo esto. ¡La rompehogares! ¡La amante! ¡La malvada inglesa! Saldrías tú en las portadas, comentarán en la televisión si eres más o menos guapa que Veronica, harán sondeos en internet... Es a ti a quien machacarían, es a ti a quien verían tus amigas y tu familia en las noticias. No tengo derecho a agobiarme como lo he hecho porque eres tú la que estarías en problemas y no yo —negó con la cabeza, con una extraña mezcla de incredulidad y alivio—. Estoy bastante bien situado en las encuestas, mi expediente es impecable... Eres lo único que pueden usar contra mí y, aunque lo hicieran, seguramente se olvidarían en dos días. Mi equipo me ha recomendado ocultarlo para no correr riesgos, pero no creen que puedas dañar mi imagen a estas alturas.

Palabra de Bruja SilenciadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora