Capítulo 9: El laberinto

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Recuerdo que a primera hora tenía clase de Adivinación aquel día. Era una de mis clases favoritas porque no hacía falta estudiar demasiado y te podías llegar a divertir.

La profesora Helia Chadburn era una mujer joven y de carácter alegre; una pariente muy lejana de los Edevane, demasiado hasta para poder trabajar de vidente bajo su nombre pero quizás lo suficiente como para obtener aquel puesto por su parentesco. Pero si le molestaba dedicarse a la enseñanza en lugar de estar en juntas de accionistas, dando consejos sobre inversiones usando sus capacidades, no se le notaba en absoluto. La profesora Chadburn siempre venía a clase con entusiasmo, feliz incluso si no lográbamos nada más impresionante que adivinar el clima de esa misma tarde en un día claramente nuboso.

El aula era amplia y diáfana. Una gruesa moqueta, mesitas bajas y montones de cojines por el suelo eran su decoración principal y las enormes ventanas estaban normalmente cubiertas por las gruesas cortinas tupidas para dejarnos alumbrados por la tenue luz de las velas. La penumbra, la comodidad y el aroma a incienso se suponía que nos ayudarían a entrar en un estado mental más adecuado para sacar a la luz nuestras escasas dotes para la adivinación.

A medida que llegábamos, la profesora nos servía una taza de té dándonos una cálida bienvenida en un solemne susurro. Le devolví el saludo con una sonrisa sincera, pese a mi poco entusiasmo por el té. Tras un mes trabajando la lectura de los distintos tipos de hojas, lejos de acostumbrarme a los distintos sabores y aprender a disfrutarlo, le estaba cogiendo más y más tirria. Porque, por supuesto, no podíamos acompañarlo con leche ni azúcar para poder obtener una lectura clara.

Yo no tenía ninguna aptitud extraordinaria para la adivinación. Era una de las disciplinas más complicadas de entrenar que, pese a estar obligados a estudiarla, en realidad dependía en gran parte de un talento innato que muy pocos ostentaban. Pero aquella mañana me sentí tentada de buscar en los posos de la taza de té mi futuro como si verdaderamente tuviera alguna opción de conseguirlo.

Me quedé con la vista fija en el líquido pardo que humeaba delante de mí. Era agradable pensar que eso sería lo más difícil que tendría que hacer esa mañana, puesto que la siguiente asignatura sería Ciencias. Una mañana tranquila, sin humillaciones.

Al menos eso creí hasta que, más que verle, le olí. Me avergüenza decir que reconocí su particular aroma y supe que era él el que se sentaba a mi lado antes de girar la cara en su dirección. Pero aún me avergüenza más que mis mejillas se enrojecieran al verle y que todo mi cuerpo se encendiera recordando lo que todavía no estaba segura de poder catalogar o no como un sueño demasiado nítido.

Había amanecido en mi cama aunque no recordaba haber vuelto a la torre. Y, aunque mis muñecas estaban bien, noté molestias al sentarme en la cama. El uniforme estaba a los pies de mi cama, como nuevo, aunque no en su sitio. Pero, pese a las pistas contradictorias, de verdad esperaba que no hubiera ocurrido realmente. De lo que hiciera en mis sueños no era responsable... no podía decir lo mismo del aula de Matemáticas.

—Buenos días, Elyse —saludó de buen humor.

Su voz no me sonó igual que siempre, sino un tono más bajo. Más íntimo. Demasiado similar al de ese momento.

El rubor se intensificó en mis mejillas mientras mi cuerpo, traidor, recordaba otras sensaciones sin importarle que no fuera el momento indicado para recrearse en perversiones en las que ni siquiera debería pensar.

—Dijiste que no interferirías en la vida académica —escupí con rencor, nombrándole único culpable de mi incomodidad.

—Eso dije. Y cumplo mi palabra, bella. Solo quiero hablar.

Me removí nerviosa en el asiento, vigilando al resto de compañeros por si alguien percibía algo raro. En realidad, en ese momento simplemente quería mirar a cualquier parte menos a él. La última vez que nos habíamos mirado yo estaba... Madre mía, estaba teniendo un orgasmo mientras le miraba directamente los ojos. ¡Me quería morir de la vergüenza!

Palabra de Bruja SilenciadaWhere stories live. Discover now