Capítulo 5: El trato

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Esa noche acudí a la cita. Acudí con la clara intención de disolver el trato. Había reflexionado mucho y había hecho acopio de valor para enfrentarme al italiano. No tenía derecho a exigirme nada así. ¿Que estaba en deuda con él? Sí, claro. ¡Pero las deudas no tenían por qué pagarse como si estuviésemos en la Edad Media! Puede que yo no tuviera mucho carácter pero eso no significaba que me fuera a dejar avasallar por sus excéntricas peticiones. Así que, con renovado genio, entré en el aula dispuesta a plantarle cara.

Cuando llegué ya estaba allí. Una vez más, sentado en la silla del profesor como si tuviera algún derecho a ocupar ese puesto. Intenté mantenerme firme una vez que nos vimos pero algo me distrajo de mi determinación: los bordes de su chaqueta ahora eran dorados y en su solapa brillaba la insignia de los miembros del Consejo.

Busqué su mirada con horror, formándome una imagen horrible de cómo había logrado ese puesto. Ahora le veía con otros ojos, como el abusón que era. Si era capaz de acosarme a mí, ¿qué le impedía hacer lo mismo con Henry? El otro prefecto de nuestro curso era Marcus Lane, pero después de ver su reacción horas atrás con Henry no tenía dudas de a quién se había quitado de en medio.

—¿Qué has...?

La sonrisa en sus labios desapareció dejando paso a una expresión siniestra que logró hacerme retroceder un par de pasos, intimidada. Ni siquiera me atreví a terminar mi frase.

—¿Quién te ha hecho eso?

El tono del italiano fue duro, exigente. Le miré sin comprender hasta que vi que estaba examinando mis rodillas. Me sorprendí al darme cuenta de que me las había magullado al caerme al suelo cuando había tropezado con el domúnculo, pero había estado tan preocupada por romperlo que ni había reparado en mí misma.

—El suelo —mascullé molesta por tener que contestar.

La rabia volvió a efervescer en mi sangre. Era una grosería que siguiera haciéndome preguntas ahora que sabía que no podía negarme a contestar. Había criticado a Henry por no hacer nada, pero ahora que me tenía a su alcance actuaba igual que el resto de capullos de la Torre Norte.

Y tuve que recordar por las malas que él siempre había sido un alumno de la Torre Norte, por más que actuara amigablemente con todo el mundo por igual. Su amabilidad no era más que un engaño.

—¿Qué le has hecho a Henry? —exigí sin ocultar mi enfado.

Alzó las cejas, pero más que sorpresa su mirada destilaba decepción.

—Así que debajo de esa máscara de niña buena hay un gatito con uñas. Una chispa de genio... Y el momento en el que decides sacarlo a relucir es para defender a Henry Clearwater.

La forma en que dijo su nombre puso de manifiesto el asco que sentía por él. Sus palabras no hicieron más que alentar la rabia que había prendido en mí.

—Responde a mi pregunta.

—No te he hecho venir aquí para hablar sobre Clearwater. Sigues en deuda conmigo —señaló fríamente—. Y, de hecho, podríamos decir que has duplicado tu deuda, ya que he tenido que convencer al director de que no te apartara de tu puesto.

Dejé caer los hombros, perdiendo mi ánimo belicoso con demasiada facilidad. Era más fácil luchar por otro que por mí misma.

—Yo... Mmm... Gracias —murmuré alicaída.

Sentí la tentación de aclarar que yo no le había pedido nada pero no habría tenido sentido. No cuando me estaba haciendo un favor y, pese a la que había liado, seguía dando la cara por mí con el director Amery; el cual parecía muy predispuesto a deshacerse de mí.

Palabra de Bruja SilenciadaWhere stories live. Discover now