Capítulo 37: Los rumores

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En un momento dado, la música paró abruptamente. El repentino corte hizo que todos nos quedáramos en silencio, mirando con curiosidad a los demás, hasta que empezó a sonar un suave vals.

Entre risas, los novios salieron a la pista de baile, rodeados de las mesas de los invitados. Tyler se puso frente a Amy y extendió una mano. Ella la cogió con una sonrisa radiante. Repitieron el gesto con la otra mano y, en un elegante movimiento, la mano derecha de Amy acabó en el hombro de Tyler. Luego la acercó a él y se miraron un instante con intensidad, ignorando todas las caras que estaban giradas hacia ellos, como si el mundo no importara. Y en cuanto el tempo se hizo más rápido empezaron a moverse al compás, con gracia y soltura, demostrando con orgullo las horas de ensayo detrás de aquel momento. 

Me costaba imaginar a Amy yendo a clases de baile, pero allí, en aquel momento, parecía encantada con ser el centro de atención; no parecía que hubiera nada que no estuviera dispuesta a hacer por Tyler. Aunque se podía decir lo mismo de él por cómo la miraba con absoluta adoración.

La pieza culminó en un beso que fue aplaudido por todos. Algunos incluso nos levantamos de la silla con entusiasmo. Y entonces, poco a poco, la gente empezó a sumarse a ellos. 

Al darse por acabado el tiempo del banquete, los invitados comenzaron a moverse de sus mesas para ir a otras a charlar y la música pasó de ser tan elegante a tener algo más de movimiento.

Paul sacó a su mujer a bailar y la pareja de al lado, Nadine y Cyrus, no tardaron en imitarles. De las otras dos parejas que nos acompañaban, los dos hombres prefirieron apartarse a fumar y sus esposas se quedaron charlando en la otra punta de la mesa, dándonos algo de intimidad. Pero mis ojos estaban fijos en las ancianas parejas que habían preferido bailar y que, aunque no seguían del todo el ritmo de la música, no parecía importarles demasiado.

Poco a poco, la melancolía fue ensombreciendo mi ánimo. Hubo una época en que esos habíamos sido Vince y yo; y ahora, todo eso parecía un sueño. Ahora ambos éramos un secreto inconfesable del otro.

Aunque entendía por qué no quería que supieran nada de lo nuestro: porque era alguien importante y no quería que nada enturbiara su trayectoria. Yo era una mancha en su expediente perfecto. Solo era un juguete temporal y luego sería borrada y olvidada como una mala juerga de fin de semana. 

Había quedado para el recuerdo la época en la que me sacaba a bailar frente a todo el mundo con orgullo de ser visto conmigo.

—¿Por qué sonríes?

Alcé las cejas, extrañada por la pregunta.

—¿Porque estoy contenta de haber venido?

—No. Hay algo más. ¿Qué estabas pensando?

En que estoy contigo... y aun así te echo de menos.

Negué con la cabeza, sonriendo a pesar del suspiro que me provocó su necesidad de control.

—Es bonito —dije con un gesto de la cabeza hacia los ancianos—. Debe de ser bonito llegar a esa edad con alguien que te quiera como el primer día. Aunque sea un amor diferente al del principio.

Sentí remordimientos por el engaño. No había mentido, había pensado eso unos instantes atrás... pero no era el pensamiento por el que él preguntaba. Me planteé hasta qué punto dar de lado la honestidad para no sacar temas desagradables era correcto. El límite cada día era más difuso.

—Sería precioso... si se quisieran.

El cinismo en su voz consiguió ofenderme, como si hubiera puesto en duda a mis propios abuelos.

Palabra de Bruja SilenciadaWhere stories live. Discover now