Veinte

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Maya se despidió de sus compañeros con una sonrisa despreocupada mientras guardaba sus cosas, sus movimientos eran lentos, sus ojos observaban el pulcro interior de su morral, al terminar se quedó sentada en su asiento esperando que el auditorio se vaciara. Descansó su barbilla en una de sus manos y esta vez dejó que su mirada vagara hasta el podio que ocupaba el escenario, donde Anton ordenaba distraído la carpeta de la clase.

Ya estaban a mitad de semestre, por lo que habían pasado unos meses desde que lo vio por primera vez en aquella fiesta en la Sociedad. El recuerdo aún estaba fresco, no solo por el incidente en el que se habían conocido, sino más bien por la forma cortante en la que él la había rechazado cuando ella trató de acercarse. "No" eso fue todo lo que le dijo, tan claro y seguro que Maya desistió enseguida.

Sus pensamientos eran dispersos, pero volvió a la realidad cuando sintió que alguien la observaba. Anton estaba apoyado en un costado del podio, de brazos cruzados y con el ceño ligeramente fruncido, la miraba como si se preguntara por qué razón seguía allí sin hacer o decir nada. Maya le sostuvo la mirada con apenas el indicio de una sonrisa, quería que él fuera el primero en hablar y tenía todo el tiempo del mundo para esperar, bueno, hasta que comenzara su siguiente clase.

-¿No tienes una clase a la que llegar?- preguntó él, buscando su carpeta y bajando del escenario.

-Sabes que aún faltan algunas horas.- indicó ella sin moverse.

-En ese caso deberías ir a almorzar.-

-Sí, muero de hambre.- suspiró.

Anton se detuvo a la altura de la fila de asientos en la cual se encontraba sentada y la observó por lo que le parecieron más minutos de los necesarios, luego se quitó los anteojos y presionó el puente de su nariz con un quejido antes de guardarlos en su estuche. Maya dejó que el silencio se extendiera hasta que él hizo un ademán con la mano llamándola, ella se levantó sin apresurarse. Le gustaba jugar con el control, pues si bien era obvio que ella estaba presionando, finalmente era Anton el que decidía si su interacción terminaba o continuaba.

-Estoy pensando en algo dulce.- comentó cuando lo alcanzó, sonriendo.

-¿Te han dicho que tienes una personalidad que brilla?-

-¿Estás diciendo que soy un rayo de sol en el oscuro páramo que es tu vida?- preguntó, burlona.

-No, es una observación.- contestó él con una sonrisa relajada.

-¿Te confunde?-

-No.- dijo mirándola como si sí lo confundiera.-Me llama la atención, eso es todo.- agregó.

-Suelo llamar la atención, es un efecto secundario.- dijo despreocupada, avanzando hacia la calle principal.

Maya nunca se había sentido especialmente popular, pero sabía que a veces la gente se quedaba mirándola y que habían personas que disfrutaban hablando con ella, aunque estaba bastante convencida que su personalidad naturalmente amable era la que atraía a algunas personas. Eso y quizás la forma en la que se veía, después de todo no escatimaba en colores cuando se trataba de vestuario. Ese día, por ejemplo, se había puesto un vestido ceñido rosa y sobre él llevaba una chaqueta negra de lentejuelas doradas opacas que no brillaban demasiado cuando la luz las tocaba. Definitivamente no era ropa discreta.

La heladería que Maya tenía en mente se hallaba a unos quince minutos caminando, por lo que usó el trayecto para hablarle a Anton acerca de las clases de su semana y lo mucho que le estaba costando resolver una guía de trabajo de Cálculo. Él la escuchó, interrumpiéndola de vez en cuando para hacerle preguntas, pero lo que más divirtió a Maya fue cuando le dijo que no entendía cómo alguien podía disfrutar estudiando Economía.

Entre TiemposWhere stories live. Discover now