Las hojas de los árboles se mecían con el suave viento que soplaba en aquel bosque. Cada árbol parecía ser más grande que el anterior a medida que me iba adentrando en aquel bosque el cual en más de una ocasión me habían advertido ni siquiera lo mirara. Pero como muchos deben saber, la curiosidad es grande y por eso es que me encontraba allí, caminando a pasos lentos e inseguros hacia un lugar que desconocía por completo. Admito que me encontraba asustada, mis manos temblaban y mis piernas me advertían a cada paso que pronto me desplomaría como si me tratara de un árbol cuando es cortado. Sin embargo ya no había nada que hacer, ya había ingresado y sabía que salir sería incluso más difícil de lo que fue decidir entrar a aquel bosque. Me sentía tan tonta, me había mostrado tan segura antes de entrar y ahora estaba temblando como si mi cuerpo fuera hecho de jalea. Quizás entrar no fue una buena idea...