Quizás la plata sirva

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-Lamento todo lo que has pasado, Freya. -me dijo sinceramente.

Le dirigí una desganada sonrisa a John, el padre de Reed. Y volví a beber de la taza donde antes estaba el chocolate caliente, ahora frío.

-Veré que puedo averiguar acerca de este pelo. Ten, guarda el resto -me miró de hito en hito antes de continuar-. No pareces una chica desequilibrada. Mentalmente. Y, como te dije anteriormente, de alguna forma creo en aquello que escribo. Así que, te daré ciertos consejos que he averiguado durante mis investigaciones. Apunta al corazón. Según las antiguas referencias, si les cortas la cabeza o les arrancas el corazón, acabarás con ellos. No creas que sólo aparecen en luna llena, eso es ficción moderna, al igual que el mito de la plata. Aunque no sería malo que cargaras con algo de ese metal. Si ves que trae algún cinturón, quítaselo, o si puedes, arráncale piel. También se cuenta que si los llamas por su nombre, vuelven a su forma humana. Es difícil saber si algo de esto es real. O incluso si lo que tú viste es real. Pero no desesperes. No cometas ninguna locura, e intenta no estar sola. Veré qué puedo hacer con ésto. Y, se una buena periodista y hazte de evidencias. Una buena fotografía, aún con el móvil, hará que cualquiera crea en ti. Ahora ve, interrumpe a esos dos que pronto se hará tarde y ustedes deben volver al campus.

-Gracias.

-No hay de que, Freya. Sólo trata de no preocuparte. Nada malo te pasará. Sube por las escaleras. La última puerta del pasillo, a izquierda. Ve.

Subí, recorrí el pasillo y toqué la puerta de la izquierda. Hope me invitó a entrar. Ahí estaba mi amigo, tendido sobre la cama, más pálido que de costumbre, pero con su usual sonrisa en el rostro. Ese chico podía sacar una sonrisa en las situaciones más oscuras.

Nos fuimos mientras el cielo se cubría del rojo del ocaso, y el frío comenzaba a calar más fuerte en los huesos. Hope iba mucho más alegre, y yo me contagié de su entusiasmo, olvidando, por el momento, en el extraño caos en que mi vida había caído. John Trembay parecía creer mi historia, investigaría el pelo por mi, pero nada más que eso. Estaba, en definitiva, sola. Bien todo fuera producto de mi imaginación, bien todo fuera tan real como el suelo bajo mis pies. Lo único que podía hacer era continuar adelante, tratar de protegerme e investigar a Dylan. Sentía que él tenía todas las respuestas que buscaba.

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