Otra vez

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Esa noche, en mis sueños, me vi entre las lúgubres entrañas del bosque, perdida entre sus inmóviles habitantes. Era oscuro y húmedo, y las sombras se proyectaban bajo la luz de una hermosa luna llena, gigantesca. Intenté moverme, y mis pies parecían inmersos en cemento, y con cada paso, mi respiración se agitaba, mi corazón se aceleraba. Logré atravesar algunas ramas bajas, donde hebras de mi cabello quedaron enredadas para siempre. Seguí tanto como pude, paso a paso, siempre en línea recta. A veces sentía unos ojos pegados a mi espalda, y giraba mi cabeza súbitamente, esperando atrapar aquello que me vigilaba. Pero sólo había oscuras ramas y gruesos troncos. A veces creía ver una sombra, aquella que había visto solo por un instante luego del terrorífico sueño de fuego. Pero no, no estaba ahí. Y seguía caminando, pesadamente y en línea recta.

De pronto, entre la maraña de ramas, vi los restos de una luz artificial, lejos. Y supe que eran las luces de la ventana de mi habitación, que me esperaba. Traté de acelerar, pero las malezas parecían estar empecinadas en cortarme el paso. Parecían jalarme. Aun así, seguí adelante. Y la luz se hacía cada vez más intensa, como un faro de esperanza en medio del tenebroso bosque. De repente, el bosque cobró vida. Hasta ese momento no había notado que estaba sumida en un extraño silencio, sepultural. Y, de pronto, como si las bocinas se hubieran conectado, como si mis oídos se hubieran súbitamente destapado, escuché, como un quejido moribundo, al bosque. Hasta que un fuerte aullido me sobresaltó.

Me detuve, y otro aullido rompió el monótono quejido del bosque. Era un sonido largo y siniestro. Y muy cercano. Voltee lentamente, hasta que mis ojos se encontraron con dos orbes rojos, intensos. Ojos. Parecían estar flotando entre el profundo negro de las sombras entrelazadas de los macabros árboles. Me miraban fijamente, y entonces me pareció que se acercaban a los límites de las sombras. Y unos gigantescos dientes se rebelaron contra el oscuro manto que les cubría, listos para despedazarme.

Y desperté.

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